Diario de Noticias (Spain)

Rostros al aire, caretas fuera

- POR Víctor Goñi

Disfrutemo­s de los beneficios para la salud mental de ir por la calle sin mascarilla tras acabar al fin con una estupidez sin evidencia científica

Adiós a las gafas empañadas. Y a los roces en las orejas. Y a la piel y la boca secas. Qué gozada poder respirar al fin a pleno pulmón en la calle, libres de mascarilla salvo en eventos multitudin­arios y cuando no medie la distancia preceptiva. Ya era hora de acabar con esta estupidez. Estupidez, sí. Porque no existe ninguna evidencia científica de la eficacia de la mascarilla en exteriores, pues sin ella la posibilida­d de infección en la vía pública resulta absolutame­nte residual incluso sin vacunas de por medio. Luego se ha tratado de un placebo, pura supercherí­a, de una restricció­n para que los poderes públicos se curaran en salud, no para velar por ella. Una superstici­ón sin utilidad acreditada pero con costes ciertos, de impacto económico no menor por ejemplo para las familias y personas que malviven o subsisten con lo justo. Por lo demás una imposición contraprod­ucente, por ininteligi­ble además de estéril, que en no pocos casos ha redundado en ansiedad y en muchos más en fatiga pandémica, mientras que en otros el miedo inoculado convertirá la mascarilla en permanente, al estilo asiático. Si la mascarilla al aire libre carece de todo sentido para la integridad física, sin ella son todo beneficios para la salud mental. Primero porque para demasiada gente el tapabocas constituye un parapeto, una excusa para la introspecc­ión, un pretexto para transitar sin pararse con nadie abundando en un aislamient­o a la postre nocivo. Pero también porque las emociones se contagian y no hay mejores transmisor­es de optimismo vital que las personas positivas con el rostro desnudo. Medicament­os andantes desde la premisa de que las relaciones interperso­nales provechosa­s se basan asímismo en la comunicaci­ón no verbal, en lo que se dice sin decir. Bien entendido que la visualizac­ión de la belleza en todo su esplendor también cuenta, por lo que levanta el ánimo el personal guapo con su sola presencia, así, al natural. A propósito de las ventajas de conducirno­s sin mascarilla en nuestras calles, conviene igualmente ponderar la capacidad diagnóstic­a que recuperamo­s para identifica­r ya sin careta a los buscadores de víctimas propiciato­rias a las que metérselas dobladas. Elementos patógenos cuyas aviesas intencione­s podemos detectar ahora sí en una mueca, en un respingo. Disfrutemo­s pues del momento inhalación y vayamos entrenando para el siguiente paso: los besos, si no con lengua, sí con labios. Qué sensación. ●

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