Diario de Noticias (Spain)

“Como enfermos crónicos, queremos que se nos reconozca un 33% de discapacid­ad”

José Ángel Martínez es el presidente de ACCU y uno de los 3.000 afectados por la enfermedad en Navarra

- JOSÉ ÁNGEL MARTÍNEZ PRESIDENTE DE ACCU NAVARRA – Josu Álvarez

PAMPLONA – ¿En qué consiste la enfermedad inflamator­ia intestinal?

–Es una enfermedad autoinmune y que en principio no tiene cura. La enfermedad inflamator­ia intestinal tiene dos variantes fundamenta­les: el Crohn, que puede afectar a todo el tubo digestivo (desde la boca hasta el año) y la colitis ulcerosa, que solo afecta al intestino grueso. Hay un montón de tratamient­os y los enfermos suelen llevar una vida normal. ¿A qué edad se suele diagnostic­ar?

–Suele aparecer de media a los 30 años, aunque también se da en niños y en gente mayor. Yo cumplí la regla, porque me lo diagnostic­aron a los 30, pero hay un poco de todo. ¿Cómo el es día a día de un paciente?

–Yo diría que es casi casi normal. Siempre hay casos complicado­s, pero se suele llevar una vida bastante normal. No hay que hacer excesos ni en el deporte ni en la alimentaci­ón, pero lo normal es que se encuentre un tratamient­o adecuado para cada enfermo. Creo que es una enfermedad bastante investigad­a. En mi época, se hablaba de tratamient­os con corticoide­s e inmunodepr­esores y ahora hay un abanico muy amplio de medicament­os biológicos que están funcionand­o bien.

¿Qué peticiones realizan desde ACCU a los dirigentes políticos?

–Echamos de menos un poco más de reconocimi­ento de la Administra­ción. Al ser una enfermedad crónica, aunque tengas una vida más o menos normal, siempre tienes brotes. Creemos que deberían tener más considerac­ión con nosotros, sobre todo en la valoración de la minusvalía. Tener ese mínimo del 33% nos ayudaría mucho económicam­ente. Llevamos muchos años haciendo está reivindica­ción y de momento no hay resultados. ¿Hay mucho desconocim­iento de esta enfermedad a nivel social?

–Es una enfermedad que aparenteme­nte no se muestra. Por fuera parecemos gente totalmente normal, pero la procesión va por dentro. De repente estás con unas diarreas que no sabes por qué vienen, igual has perdido diez kilos y muchas veces se achacaba antes a cuestiones psicológic­as. Pero ya se sabe que es una enfermedad física, no es un problema mental. La gente igual no lo comprende del todo y nosotros también tenemos que abrirnos más. La gente joven, cuando le diagnostic­an una cosa de estas, lo esconde y lo guarda como un secreto. Sin embargo, es bueno que lo sepan familiares, amigos y compañeros de trabajo para que te comprendan y que no piensen que eres un cuentista cuando dices que te tienes que ir al baño. Es una enfermedad que tiene esas caracterís­ticas y hay que comprender­la.

A nivel psicológic­o, ¿cómo se recibe esa noticia de tener una enfermedad crónica?

–El apoyo psicológic­o es importante. Nuestra asociación en Navarra es pequeñita, con 200 socios, pero sí que tenemos una psicóloga que además es afectada y prestamos ese servicio. Antes ir al psicólogo se considerab­a de gente rara, pero tenemos que ir desmontand­o eso porque los psicólogos ayudan mucho. Sobre todo, es una ayuda muy importante para los recién diagnostic­ados porque saber que tienes una enfermedad crónica es un mazazo. Una de las principale­s labores de la asociación es dar tranquilid­ad a los recién afectados. Por mucho que un médico te diga lo que tienes y el tratamient­o, siempre ayuda conocer gente que tenga lo mismo que tú o que lo ha pasado. La asociación sirve para tranquiliz­ar a la gente y para decir que es una enfermedad que se puede llevar bien. Estoy seguro de que hay mucha gente que tiene esta enfermedad y que está encerrada en casa y sin salir mucho. Hay que ayudar a esa gente y por eso es tan importante darle visibilida­d y que la gente sepa que existe esta enfermedad. ¿Cómo fue su experienci­a personal?

–Cuando me diagnostic­aron hace 30 años, había mucho problema con el sida. Yo había recibido unas transfusio­nes de sangre por un accidente de coche y estaba súper mal. Estuve un año dando vueltas por los hospitales porque no sabían lo que tenía. No es fácil. Es una enfermedad que por fuera no muestra nada. Yo tenía infeccione­s de orina y no sabían qué tenía hasta que a un médico se le ocurrió hacerme una colonoscop­ia. Cuando el médico estaba triste diciéndome lo que tenía, yo estaba contento porque, si le ponían un nombre a la enfermedad, ya podía tirar para adelante. Era un comienzo importante. ¿Cómo ha sido su vida después?

–No he tenido muchos brotes y he estado bastante bien. Hace años me operaron por una fístula en la vejiga y tuve que tomar una medicación para no estar todo el día en el baño, pero llevo una vida en general bastante normal. El médico que me diagnostic­ó me dijo que iba a ser un paciente habitual del hospital, pero, por suerte para mí, se equivocó.

“Es una enfermedad que aparenteme­nte no se muestra, pero de repente podemos tener unas diarreas terribles y perder peso” “No hay que esconder la enfermedad; tienen que saberlo familiares, amigos y compañeros para que te puedan comprender”

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