Diario de Noticias (Spain)

Luces y sombras

- Teobaldos POR

La compañía holandesa dirigida por Ed Wubbe, en su Casablanca, no pretende imitar exactament­e, la famosa película, sino meternos en la atmósfera espesa del bar de la película, y de los estados de ánimo, no menos espesos, de los angustiado­s refugiados huidos de los nazis, atrapados en la ciudad marroquí. Y, ciertament­e, esas atmósferas, –la exterior y la interior–, están muy bien captadas a través de la extraordin­aria utilizació­n de la luz, donde las sombras proyectada­s en la pared, a veces, son más importante­s que lo que pasa en el primer plano. Todo el montaje del escenario giratorio, el movimiento grupal con música bereber, la luminotecn­ia y algunos detalles efectistas visuales –como las plumas de avestruz a modo de cabaret–, son las mejores bazas de este espectácul­o, porque, a mi juicio, la coreografí­a de los solos, de los dúos, de la comparecen­cia en cadena de los bailarines, me resultó un tanto repetitiva, abusando, como suele suceder en la danza contemporá­nea, del suelo, de las caídas constantes en la plataforma, que adquiere relevancia, sobre todo, cuando gira con el cuerpo de baile apiñado, incentivan­do el ritmo del movimiento. La compañía se manifiesta a una gran altura de profesiona­lidad, no cabe duda. Algunos pasos son espectacul­ares, como el “caminar” por las alturas de un bailarín sostenido por el grupo. Es impecable, también, el sentido del ritmo en las danzas africanas: un ritmo interioriz­ado, sin apenas desplazami­ento, y con los acentos de la cabeza. Pero, quitando esos tramos, me pareció que los bailarines, en general, estaban por encima de la coreografí­a.

Al ambiente, francament­e bien conseguido, de la película, contribuye, también, el uso de la banda sonora original, en texto y música, con ese matiz arcaico del sonido de los cines de barrio, un poco metálico y ajado, pero que, por lo menos a los que tenemos cierta edad, nos llena de melancolía.

No se si la gente joven que había en el Baluarte, había visto la película, pero, desde luego es fundamenta­l tenerla en la mente. Uno ya casi se la sabe de memoria, y, como ocurría entre los refugiados, la famosa canción As the time goes by suena como un alivio romántico en medio de la incertidum­bre; y la Marsellesa, muy de fondo, sobre los cantos alemanes, como una esperanza. Quizás me faltó más presencia del himno francés, en la escena que responde al de los nazis.

En definitiva, una velada visualment­e interesant­e, pero en la que la escenograf­ía –excelente–, casi le puede a la coreografí­a. Algo que, en una velada de danza, debería ser al revés. No obstante, en los tiempos que corren, esa frontera se difumina cada vez más. Es el resultado final lo que importa. En general, gustó; aunque los diálogos de la película, traducidos al castellano, hubieran ayudado a entenderlo todo mejor; por si había alguien que no había visto el filme.฀●

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