Todo por la pasta
En Catar, el Mundial ha sido utilizado como reclamo de promoción exterior: abrieron los grifos, comenzó a fluir dinero y a ahogar la moral y los principios de occidente
Desde la edición de 1994 en Estados Unidos no asistíamos a un Mundial de fútbol tan extraño. Aquel torneo fue catalogado como el de la clandestinidad porque el país organizador no logró hacerlo visible de puertas adentro. Para rematarlo, el título se dilucidó en una tanda de penaltis después de que ninguno de los finalistas homenajeara al gol en 120 minutos. En Catar, el Mundial ha sido utilizado como reclamo de promoción exterior: abrieron los grifos, comenzó a fluir dinero y a ahogar la moral y los principios de occidente. Doha ya acogió en
2016 los campeonatos del mundo de ciclismo, recordados como lo peores de la historia: apenas hubo público, el calor fue un riesgo añadido para los deportistas y el circuito, llano y con rotondas, recordaba al Trofeo Estrellas de la avenida de Bayona. Pero la Unión Ciclista Internacional estaba dopada por la pasta. No es nada nuevo en el negocio del deporte: ya pasó en los Juegos Olímpicos de Pekín. Parafraseando a La Polla Records, “compre un pedazo de evento pagando su cota mensual”. Y el que paga manda. Y el que cobra obedece. Y si el presidente de la FIFA tiene que presentarse en una conferencia de prensa como gay o trabajador migrante, lo hace, aunque sea por postureo, o sea, por preservar el contrato. Le faltó decir que él también es un caradura.
No creo que el Mundial lave la imagen del régimen catarí ni que el fútbol deje “un legado” en aquel arenal como gusta de justificarse Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol. El régimen implantado por Rubiales en la Federación también es digno de una investigación. El torneo de fútbol ha servido para que todo el mundo conozca lo que ocurre en aquel país con los homosexuales, las mujeres y el racismo. Catar no cae bien y a la selección de Ecuador se le multiplicaron los fans en el partido inaugural frente a los anfitriones. En ese encuentro quedó otra cosa clara: el nivel del equipo catarí es tan bajo que resulta muy difícil darle cualquier tipo de ventaja extradeportiva. Aunque vaya usted a saber; la reacción de los jeques es imprevisible: en el Mundial de España el presidente de la federación kuwaití bajó del palco al terreno de juego con la intención de retirar a su selección porque entendía que el árbitro les estaba perjudicando. ¿Veremos algo parecido en este Mundial que terminará en época prenavideña? Será por dinero...●