Victimario
Chaplin recorre y empapa buena parte de sus relatos.
El que aquí nos trae se ubica en los prolegómenos de la segunda guerra mundial, en el tiempo donde la demencia imperialista del sector más reaccionario japonés devoraba a los países vecinos. Corea y China supieron del horror del nazismo nipón, también lo sufrieron los propios japoneses. De hecho, en ese tiempo se cultivó el estigma de la crueldad oriental, superada de un manotazo con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Cliff Walkers responde a un modelo de cine de folletín, aventuras de espías y dobles juegos envenenados. Comienza con una bella imagen, cuatro paracaídas blancos sobre un bosque nevado. Descienden dos parejas de agentes chinos entrenados por la URSS para cumplir una complicada misión. Un puro macguffin pretextual; sacar de China al único compatriota superviviente de un campo de exterminio japonés. Al estilo del Verhoeven de El libro negro, es decir, con el ritmo de las novelas de finales del XIX y con la electricidad a color del cine de aventuras de los años 30, Cliff Walkers desarrolla una trama de traiciones y torturas, de sufrimientos y heroicidades. Un homenaje a los héroes que se dejaron la vida en un tiempo oscuro del aque en Occidente no se supo y que en Oriente, tal vez, han olvidado.●
ARMAGEDDON TIME
existencia, un leve gesto, un retraso, un encuentro, podría haber cambiado drásticamente nuestro devenir. El de Gray, el de su juventud en el tiempo en el que los EEUU entregaba a un secundario del western el encargo de presidir el país con látigo conservador y gesto reaccionario, se dibuja con pulso sereno y gesto tenso.
Gray habla de su juventud pero resulta inevitable ver que lo hace para explicar este presente. Un presente que en el filme evoca el miedo atávico de su abuela a los nazis ucra(nia)nos; la seguridad fundamentalista del padre de Donald Trump y la certeza de que en la sociedad nadie tira con las mismos dados.
En su juventud Gray, hijo de familia de clase media, de origen judío y de actitud liberal, se cruzó con un compañero de origen afroamericano. El joven Gray, hondamente encarnado por Michael Banks, podía permitirse pagar a su amigo las excursiones escolares que su abuela no podía darle y podía compartir ilusiones. Sin estridencias ni subrayados, sin altisonancias ni prestidigitaciones, Gray habla de sus recuerdos, convoca a su pasado y alumbra este presente para ratificar que el reparto de papeles resulta injusto y que las diferencias de clases son demoledoras. Pera concluir que –Gray pertenece al universo norteamericano–, se puede no creer en los sueños pero siempre hay que creer en uno mismo.●