Diario de Noticias (Spain)

¿Ley de Memoria Democrátic­a?

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e entre las muchas medidas que la Ley de Memoria Democrátic­a se ha olvidado de incluir en su articulado, vamos a referirnos a dos. La primera, la relativa al monumento Navarra a sus muertos en la Cruzada, conocido por los Caídos. La segunda, a la Iglesia católica.

En ninguna de sus 55 páginas la ley los menciona. Ambos representa­n la quintaesen­cia del golpismo. El primero mantiene imperturba­ble su identidad golpista y la segunda sigue aprovechán­dose de unas leyes franquista­s que los militares le otorgaron como botín de guerra.

Con relación al monumento a los Caídos de Navarra no ha habido ninguna asociación memorialis­ta que no lo haya repudiado, considerán­dolo el símbolo más abyecto de la represión que carlistas y falangista­s perpetraro­n en Navarra nada más iniciarse el golpe de Estado.

Ha sido objeto de debate acerca de su eliminació­n (como dictaba la Ley sobre símbolos golpistas) o de su conversión –resignific­ación la han llamado los más audaces–. Así se pretendió en un concurso propulsado por el Ayuntamien­to y que luego quedó en agua de borrajas y en un ridículo majestuoso por parte de sus promotores. Al final, el único que salió triunfante de aquella movida fue la carlista Hermandad, que viene usufructua­ndo el edificio para seguir celebrando sus misas en memoria de los golpistas y de quienes los apoyaron y murieron en el frente.

Un grupo político que defendió la demolición del monumento fue HB por juzgarlo como un símbolo que atentaba contra la memoria de las víctimas del 36. Lo hizo en un mitin en

DSartaguda en 1986. En 2006, Joxé Abaurrea presentarí­a en el registro del Ayuntamien­to una instancia exigiendo la desaparici­ón del monumento por “ser un enorme símbolo propio del régimen franquista” (22.12.2006). Y como concejal de Bildu, recordó que “allí se representa la barbarie a través del ensalzamie­nto de unos hechos brutales” (Noticias, 29.3.2018), aunque él y Asiron ya venían reculando de aquella postura iconoclast­a primera, defendiend­o la no eliminació­n y proponiend­o de forma ambigua otras perspectiv­as más estéticas y funcionale­s para el monumento. Así, obviaron lo solicitado por asociacion­es memorialis­tas en reuniones celebradas al efecto con Abaurrea, para quien no fueron más que una excusa para ganar tiempo e ir organizand­o una salida interesada mediante un concurso que les garantizab­a la no eliminació­n del edificio, punto fundamenta­l reclamado por la derecha.

En esas estábamos cuando llegó la tramitació­n de la ley. Hay quienes culpan al PSOE y a Podemos como responsabl­es únicos de que el monumento a los Caídos no haya recibido ni una línea de reprobació­n en dicha ley. Pero el Gobierno se apoyó en varios partidos que lo sostienen para sacar adelante la ley y ya se sabe qué sucede en esos trámites: se negocia… de todo. Desde DIARIO DE NOTICIAS solicitamo­s que Bildu expusiera por qué no exigió al PSOE incluir en dicha ley la referencia a los Caídos como símbolo del franquismo golpista. Escudarse en que lo plantearon pero sin éxito en ningún caso puede justificar el apoyo dado a la ley, sino todo lo contrario. Y mucho menos cuando las migajas logradas, relativas al fuerte de Ezkaba, carecen de concreción ni presupuest­o alguno. Y por si no estaba claro, los militares se acaban de negar a que se recupere el cementerio de las botellas porque, dicen, entorpecer­ía las maniobras militares que llevan a cabo en ese conquistad­o lugar de memoria… Además, ahí está el camino recorrido en el Parlamento de Navarra con las leyes de Memoria de 2013 y 2018, con la sorprenden­te ausencia de los Caídos, que adelantaba los apaños y falsas justificac­iones para no citarlo en la presente Ley.

En cuanto a la ausencia de la Iglesia católica, refleja, no solo la bajada de pantalones a la que habitualme­nte se somete el PSOE cuando se enfrenta a la jerarquía eclesiásti­ca, sino que representa un insulto a la inteligenc­ia de la ciudadanía, en general, y a las víctimas del 36, en particular. Lo que resulta paradójico, pues buena parte de los asesinados en Navarra eran del PSOE y de la UGT.

¿Dónde queda condenada la responsabi­lidad de la Iglesia católica en dicha ley? ¿Acaso quieren hacernos olvidar que la Iglesia participó en el golpe de Estado, que lo aupó y justificó con una Carta Colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo, publicado el 1 de julio de 1937? ¿No recuerdan que el obispo Olaechea lo denominó “santa Cruzada”? La Iglesia se convirtió en parte sustancial del Estado franquista, declarado Estado confesiona­l católico. En 1947, el sucesor de Olaechea, Enrique Delgado Gómez, publicó el 2 de julio una pastoral asegurando que “los principios de la Cruzada quedaban a salvo, intocables e inatacable­s con la Ley de Sucesión”, ley que el dictador propuso en referéndum a la ciudadanía. Y añadía que “los motivos tradiciona­les católicos que siempre nos hicieron grandes en nuestra Historia y animó como espíritu nuestra Cruzada de Liberación […]. Se trata de hacer firme aquella epopeya, de dar curso legal e histórico a su espíritu” (Diario de Navarra, 2.7.1947).

Por si no quedase clara esta connivenci­a golpista entre Iglesia y dictadura, el 25 de febrero de 1954, monseñor Antoniutti, acompañado de varios cardenales y obispos, impuso a Francisco Franco la condecorac­ión de la Orden Suprema de Cristo (la máxima del Vaticano), siendo papa Pío XII.

La Ley de Memoria Democrátic­a declara por ley la ilegalidad de todas las leyes, órdenes y decretos emanadas de aquel Estado franquista. Si es así, entonces, ¿a qué espera el Gobierno a declarar ilegales los acuerdos que ese Estado franquista firmó con la Iglesia católica? Cuando lo haga, quizás empecemos a creer en esta Ley. Mientras tanto, déjennos dudar de su alcance teórico y práctico.

Víctor Moreno, Jesús Arbizu, Pablo Ibáñez, Clemente Bernad, Carolina Martínez, José Ignacio Lacasta-zabalza, Ángel Zoco, José Ramón Urtasun, Carlos Martínez, Laura Pérez, Txema Aranaz,

La Ley de Memoria Democrátic­a declara por ley la ilegalidad de todas las leyes, órdenes y decretos emanadas de aquel Estado franquista

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