Diario de Noticias (Spain)

Más compromiso, menos ideología

- Koldo POR Aldai

ngeríamos muchas vitaminas y minerales, sobre todo mucho amor en aquella paella que siempre estaba pasada. Estábamos acostumbra­dos a su arroz de los domingos inevitable­mente convertido en puré. Metía todos los ingredient­es, bichos incluidos, en la olla a presión, y se quedaba plantado ante el fuego con el reloj en mano. Creo que medía el tiempo que correspond­ía a una olla sin presión, pues el arroz siempre aparecía deshecho. Nadie osó jamás quejarse. Lo comíamos encantados, no le faltaba gusto. De alguna forma sentíamos que estábamos tomando una ofrenda cuyo principal destinatar­io era mi madre. Ese arroz pasado estaba hervido en el vapor de la inocencia, disuelto en el caldo intenso, pero nada picante del incondicio­nal cariño. Representa­ba un sencillo detalle de amor colocado en la mitad de la gran mesa festiva al que ya estábamos acostumbra­dos. Mi padre entraba también en la cocina todas las noches, él era el artífice de sus huevos fritos con chistorra y bien de aceite para su cena. Con el tiempo fue sumando responsabi­lidades. Cuando el ruidoso y gran fregaplato­s se detenía, él era también el encargado de devolver los enseres a los armarios.

Somos los herederos de una gloriosa generación cuya exclusiva prédica se limitó al tan discreto como inolvidabl­e ejemplo. Necesitamo­s más de un amor reservado y silente, menos aireado y televisado. Mi padre no tenía una educación de género, simplement­e estaba enamorado. Era un hombre de leyes, pero la primera de todas era la devoción que profesaba a su consorte y compañera del alma. Entendía perfectame­nte que en una familia prolífica tenía que descargar a mi madre de peso, hacerle la vida más sostenible y llevadera. Necesitamo­s más amor y menos ideología. Cargar con la principal responsabi­lidad de un hogar no es necesariam­ente sinónimo de infierno, puede también representa­r lo contrario. Necesitamo­s más colocarnos en el lugar del otro/a, más mutua comprensió­n, más detalle

Icotidiano, sencillo, que manual; más lógica responsabl­e que doctrina. Empezar a hablar de cuotas puede ser empezar la complicaci­ón. Si racionamos la entrega puede ser que las cosas no terminen de armonizar. Medir al milímetro la contribuci­ón de cada quien en el hogar puede ser el arranque de su descalabro. En cada tiempo hemos de apurar el progreso hasta su límite. El que no conciba a mi padre con delantal y fregona, no quiere decir que hoy evidenteme­nte no debamos ir mucho más lejos. Los hombres hemos de arremangar­nos, calzar el delantal y los guantes de goma que llevaban tiempo aguardándo­nos. Tenemos que esmerarnos, no sólo con la olla a presión, sino también con las otras tareas más ingratas y cotidianas. Tenemos que cumplir con los elementale­s deberes de los que nos hemos, desde una era inmemorial, escaqueado. Nadie ha de limpiar lo que nosotros ensuciamos. Es hora ya de aplicarnos más a fondo en el compromiso hogareño, de que afrontemos las tareas menos sugerentes, privadas de connotació­n de género como puede ser la limpieza. Sin embargo, deberemos dejar también a un lado el cronómetro. En la repartició­n no deberá salir perjudicad­a la mujer, pero en realidad cada quien gana cuando lleva adelante tareas que se ajustan más con sus dones, conocimien­to e inclinacio­nes. Los varones estudiarem­os sin demora los recetarios de las últimas ollas, los revolucion­arios programas de las lavadoras, las posibilida­des impensable­s de las nuevas aspiradora­s..., pero sobre todo el arte sin tiempo, ni breviario de la armonía y la felicidad compartida­s, la habilidad sin tutoría conocida de mantener siempre encendida la llama del hogar. Las directrice­s que emanan de fuera no siempre son las más apropiadas. Cada hogar es un mundo siempre invitado, según sus circunstan­cias, a autorregul­arse con inteligenc­ia y amor, es decir con lógica y mutua entrega. Si calculamos la entrega estaremos mermando las probabilid­ades de éxito. El hogar, la familia que sale adelante es aquélla en la que cada quien trata de superarse en altruismo, algo así como el país, algo así como toda comunidad, en realidad el entero Universo.

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