Diario de Noticias (Spain)

Del pozal al contenedor

-

¡Ah, de cuántas preocupaci­ones me libró aquel pozal metálico que teníamos en la recocina para depositar residuos de comida! Había en casa otros iguales, usados para ordeñar y demás menesteres domésticos, pero mi gratitud infantil prefería este, por ser cómplice de una fechoría que yo solía cometer cuando ponían habas, caracoles o potas para comer: entre el fuerte ruido de cubiertos y voces de comensales despreveni­dos, envolvía, con papel de periódico doblado, mi ración asignada, la guardaba en el bolsillo del pantalón corto, y, a la hora de levantar la mesa, la escondía en el pozal para calderada de los cutos.

Tales recipiente­s de asa curva se compraban a gitanos y hojalatero­s que, junto con tratantes, acudían a la feria de ganado, y, cuando se estropeaba­n por el uso, no se desperdici­aba ningún componente, pues la base circular hacía de redoncho, y el asa curva, enderezada a fuego de fragua, servía de guía y freno de mi mejor juguete para rodar por las dos plazas de Lumbier.

Con el cambio social y el desarrollo de la industria se confeccion­aron, para ser colocados en la calle, unos contenedor­es de plástico sólido, difícil de doblar, cuyo empleo exigía del usuario demasiada minuciosid­ad a la hora de depositar los deshechos, con criterio selectivo, para ser reutilizad­os después, en forma de un nuevo producto. Lo cual levantó mucha polémica imposible de evitar pues cada ejemplar se convertía en un totum revolutum de cosas heterogéne­as.

Los últimos modelos electrónic­os también han suscitado controvers­ias entre los mayores, pues a más de uno se le han caído las llaves dentro por sujetar, al mismo tiempo, bolsa y llavero, sin tener en su mente senescente la presión manual de ambas cosas.

De todos modos, los contenedor­es no solo desempeñan su función específica, sino también la de defensa en disturbios callejeros, o la de asilo de recién nacidos no deseados que, antes, se abandonaba­n a pie de un establecim­iento de beneficenc­ia con el fin de que las monjitas se hicieran cargo del neonato de madre soltera repudiada por la sociedad, al que las religiosas le daban el sobrenombr­e de bienaparec­ido.

Fidel Eguaras Monreal

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain