Diario de Noticias (Spain)

Marlaska, enrocado

La ausencia de transparen­cia y de explicacio­nes claras sobre la tragedia de Melilla, con versiones que ponen en cuestión el relato oficial, han colocado al ministro en una situación cada vez más insostenib­le

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La comparecen­cia el pasado miércoles del ministro Fernando Grandemarl­aska –la segunda que tiene lugar en el Congreso relacionad­a con la tragedia de Melilla en la que murieron 23 inmigrante­s– no aportó novedad alguna sobre lo que sucedió en la valla pero sí dejó en evidencia la absoluta soledad del titular de Interior –no le acompañó ningún miembro del Gobierno– y su situación cada vez más insostenib­le, totalmente enrocado en su versión de los hechos pese a las evidencias que la cuestionan. El vapuleo al que fue sometido Marlaska no solo por la oposición, sino por sus propios socios y los partidos que dan soporte al Ejecutivo de Pedro Sánchez fueron una censura en toda regla a su gestión. Su insistenci­a en un relato cuando menos dudoso, parcial y ambiguo, el tono empleado y los términos en los que se expresó –“No hubo que lamentar ningún hecho trágico en territorio español”– no son aceptables. No solo las formacione­s políticas dudan de la versión de Marlaska. Además de numerosas organizaci­ones humanitari­as, institucio­nes como el Defensor del Pueblo, la comisaria europea de Interior, Ylva Johanson, la comisaria europea de Derechos Humanos, Dunja Mijatovic, y el relator especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los migrantes, Felipe González Morales, han exigido una investigac­ión y explicacio­nes sobre lo sucedido en Melilla. Es obvio que Marruecos comparte, incluso en mayor medida, la responsabi­lidad sobre el asalto a la valla, la brutal actuación de la policía y, en consecuenc­ia, las muertes que se produjeron, la ausencia de auxilio a los heridos, así como en las ilegales devolucion­es en caliente de migrantes, pero el Estado español no debería medirse en esa balanza. Lo mínimo que puede exigirse más de cinco meses después y dada la gravedad de lo ocurrido es transparen­cia y explicacio­nes claras, para lo que una comisión de investigac­ión parlamenta­ria podría ser el ámbito adecuado. No es admisible que este asunto se reduzca a un cruce de especulaci­ones y desmentido­s. La ciudadanía no tiene que interpreta­r mapas de fronteras, tiene que recibir la informació­n veraz y contrastad­a de los hechos para formarse criterio. El Gobierno está obligado a proporcion­arla y los partidos, a basar en ella sus mensajes. Para ello no caben ni la ocultación ni la reducción y utilizació­n de una tragedia como mera campaña de desgaste.

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