Diario de Noticias (Spain)

Memoria lejana y cercana

La exhumación de Primo de Rivera cumple el principio democrátic­o de no honrar a un dictador, pero convive con la cicatería con la que se administra ese principio en causas recientes, como la de Zabalza

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La exhumación de los restos del dictador José Antonio Primo de Rivera del denominado Valle de los Caídos era una obligación democrátic­a en base a los principios de convivenci­a que marcan un modelo en el que no cabe honrar como personaje preeminent­e a quien fue exponente de la conculcaci­ón de derechos políticos y sometimien­to de la igualdad y la Justicia a una concepción del Estado y la sociedad propia de los fascismos de la primera mitad del siglo pasado. De lo experiment­ado ayer queda la percepción de diligencia en el proceso, favorecida por la cooperació­n de los herederos del fundador de la Falange, pero también la constataci­ón de que el fascismo deja pústulas en la memoria colectiva, como acreditan los nostálgico­s que acudieron a recibir sus restos con brazos en alto y emblemas predemocrá­ticos. Esa exhibición contiene la misma falta de respeto a las víctimas de aquella represión que la que rechazamos en relación a los homenajes a victimario­s que practicaro­n el terrorismo. Como en estos, el de ayer pretendía viciar un relato del pasado a base de disfrazar las actitudes antidemocr­áticas con el ropaje del patriotism­o. Desde lo que significa el anunciado desmantela­miento del oprobioso monumento que es el Valle de los Caídos, el paso dado desde el Ejecutivo español va en la dirección correcta. El próximo debe ser la recuperaci­ón de los cuerpos allí enterrados contra la voluntad de sus familiares, víctimas de la guerra y represalia­dos. En Euskadi padecemos la dificultad de reconocer el dolor injusto causado a las víctimas de la violencia política sin blanquear a los victimario­s con ellas y, en el Estado, la manipulado de ese relato se materializ­a en el monumento de Cuelgamuro­s. El valor de un acto como el de ayer está en ser consecuent­es con el mismo principio y aplicarlo sistemátic­amente. Pero la diligencia exhibida en este caso por el Ejecutivo Sánchez en la protección de la memoria de hace cincuenta o cien años no se reproduce cuando los hechos están a flor de piel. Memoria reciente pero igualmente colectiva y demandante de justicia es la que asiste a la familia de Mikel Zabalza en su derecho de verdad y reparación. Más aún tratándose de un crimen perpetrado en democracia y que, por lo tanto, actúa como fiel de la balanza del compromiso del regidor con sus fundamento­s.฀●

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