Centrifugado
Hace meses el alcalde madrileño criticó que en Bilbao, con perdón, los comercios cierran los domingos. Hace semanas la presidenta capitalina censuró el supuesto invento de la identidad navarra. Hace días su ubicuo asesor afirmó que aquí arriba se vive un ambiente irrespirable sin libertad ni democracia, lo cual nos sitúa fuera de Occidente, por lo visto en Mogadiscio. Pero no nos victimicemos: el reparto de mandobles centralistas le toca ayer a Cataluña y mañana a León, con parada y fonda para escupir en Baleares y Valencia.
Si algo molaba de Madrid, del Madrid municipal y regional, es que en su inocuo ombliguismo solía olvidarse del extrarradio, o sea del resto. Se sentía tan suficiente, tan global, que en sus cuitas la periferia ni se citaba. Nuestra tediosa costumbre de señalar el kilómetro cero cada vez que algo va mal, de adjudicarle culpas como si el norte fuera un mero apéndice sin responsabilidades, no se estilaba a la contra.
Tan solo el espanto del terrorismo se usaba en ocasiones para tapar allí vergüenzas. Por lo demás, se cocían en su salsa y apenas salpicaban.
El ayusismo ha abandonado ese aire autárquico para construir una madrileñía donde Teruel existe para elevarse por comparación. Recuerda Sarah Hepola una frase oída en Alcohólicos Anónimos: “Si te has follado a una cebra, alguien dirá que se ha follado a dos”. De igual modo, este nuevo
Madrid ya no blasona ensimismado de todo lo que hace, sino de que lo hace más y mejor que tú. Bob Dylan –preguntaré a nuestro experto– dividió el mundo entre quienes copulan y quienes esperan a la lluvia. A Sevilla, pues, con paraguas.●