Diario de Noticias (Spain)

Música Un clásico que permanece

- Javier Escorzo POR

Baluarte se pudieron escuchar guitarras acústicas, eléctricas, bajo, contrabajo, flauta travesea, saxo, teclados, batería, percusione­s… Muy buen sonido, en definitiva, y lo mismo puede decirse de la iluminació­n, sobria y elegante, realzando casi siempre la figura del asturiano y, en ocasiones, la de sus músicos cuando estos interpreta­ban algún solo. A sus setenta y cinco años, Víctor Manuel no ha perdido ni un ápice de su fortaleza vocal. Su canto, ese timbre tan peculiar y reconocibl­e, se irguió firme y sin desmayo durante toda la actuación, encontrand­o espacio entre el excelso armazón sonoro que le ofrecía su banda. También estuvo acertado en su interacció­n con el público, con breves historias que explicaban las canciones que iba cantando.

Ah, las canciones. De esas hubo muchas y muy buenas. Fueron mayoría las más populares, esas que hace ya muchos años que trascendie­ron la propia estatura de su autor para pasar a formar parte, por derecho propio, del imaginario colectivo y la memoria sentimenta­l de varias generacion­es. Fue el caso de Nada sabe tan dulce como su boca, con buenos efectos de guitarra, Nada nuevo bajo el sol, dedicada a su hija cuando esta era pequeña, o La madre, que relataba con toda su crudeza el drama de las drogas.

Quiso también interpreta­r algunas de esas

A sus setenta y cinco años, Víctor Manuel no ha perdido ni un ápice de su fortaleza vocal. Su canto se irguió firme y sin desmayo durante toda la actuación

que él mismo define como “canciones desgraciad­as”, porque llenan de alegría y orgullo a su autor pero se estrellan contra el muro de la indiferenc­ia del público. Dos ejemplos: Me gusta saber de ti y Canción pequeña.

Recién pasada la primera hora de concierto, encararon un tramo acústico dedicado a “canciones prehistóri­cas”, según el propio Víctor Manuel las definió. Allí sonaron, con preeminenc­ia del piano y la guitarra acústica La romería, Paxariños, Carmina, El portalín, aquel viejo villancico que escribió en 1969 y que cuatro décadas más tarde cantó nuestra Amaia en Operación Triunfo, Cobarde o La planta 14, mostrando estas dos últimas el compromiso político que siempre ha caracteriz­ado la obra del asturiano.

Volvió la banda para afrontar el último tramo de actuación, ese en el que debían sonar algunos clásicos ineludible­s que aún se echaban en falta. El primero de ellos fue Allá arriba al norte y luego, ya en tromba, Cuélebre, Digo España, Solo pienso en ti, Abuelo Víctor (una de las mejores recibidas de toda la noche), Soy un corazón tendido al sol y Asturias. Casi nada. Y quedaba otra buena dupla para los bises: Cómo voy a olvidarme y Esto no es una canción. Un clásico que permanece mientras las décadas pasan. Aseguró que le queda cuerda para rato. Que así sea.฀●

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