Música Un clásico que permanece
Baluarte se pudieron escuchar guitarras acústicas, eléctricas, bajo, contrabajo, flauta travesea, saxo, teclados, batería, percusiones… Muy buen sonido, en definitiva, y lo mismo puede decirse de la iluminación, sobria y elegante, realzando casi siempre la figura del asturiano y, en ocasiones, la de sus músicos cuando estos interpretaban algún solo. A sus setenta y cinco años, Víctor Manuel no ha perdido ni un ápice de su fortaleza vocal. Su canto, ese timbre tan peculiar y reconocible, se irguió firme y sin desmayo durante toda la actuación, encontrando espacio entre el excelso armazón sonoro que le ofrecía su banda. También estuvo acertado en su interacción con el público, con breves historias que explicaban las canciones que iba cantando.
Ah, las canciones. De esas hubo muchas y muy buenas. Fueron mayoría las más populares, esas que hace ya muchos años que trascendieron la propia estatura de su autor para pasar a formar parte, por derecho propio, del imaginario colectivo y la memoria sentimental de varias generaciones. Fue el caso de Nada sabe tan dulce como su boca, con buenos efectos de guitarra, Nada nuevo bajo el sol, dedicada a su hija cuando esta era pequeña, o La madre, que relataba con toda su crudeza el drama de las drogas.
Quiso también interpretar algunas de esas
A sus setenta y cinco años, Víctor Manuel no ha perdido ni un ápice de su fortaleza vocal. Su canto se irguió firme y sin desmayo durante toda la actuación
que él mismo define como “canciones desgraciadas”, porque llenan de alegría y orgullo a su autor pero se estrellan contra el muro de la indiferencia del público. Dos ejemplos: Me gusta saber de ti y Canción pequeña.
Recién pasada la primera hora de concierto, encararon un tramo acústico dedicado a “canciones prehistóricas”, según el propio Víctor Manuel las definió. Allí sonaron, con preeminencia del piano y la guitarra acústica La romería, Paxariños, Carmina, El portalín, aquel viejo villancico que escribió en 1969 y que cuatro décadas más tarde cantó nuestra Amaia en Operación Triunfo, Cobarde o La planta 14, mostrando estas dos últimas el compromiso político que siempre ha caracterizado la obra del asturiano.
Volvió la banda para afrontar el último tramo de actuación, ese en el que debían sonar algunos clásicos ineludibles que aún se echaban en falta. El primero de ellos fue Allá arriba al norte y luego, ya en tromba, Cuélebre, Digo España, Solo pienso en ti, Abuelo Víctor (una de las mejores recibidas de toda la noche), Soy un corazón tendido al sol y Asturias. Casi nada. Y quedaba otra buena dupla para los bises: Cómo voy a olvidarme y Esto no es una canción. Un clásico que permanece mientras las décadas pasan. Aseguró que le queda cuerda para rato. Que así sea.●