Diario de Noticias (Spain)

Pavor de madre

BEAU TIENE MIEDO (BEAU IS AFRAID)

- Juan Zapater POR (www.ghostinthe­blog.com)

Dirección y guión: Ari Aster. Intérprete­s: Joaquin Phoenix, Nathan Lane, Amy Ryan, Kylie Rogers, Armen Nahapetian, Parker Posey, Stephen Henderson y Michael Gandolfini. País: Canadá. 2023. Duración: 179 minutos.

Luego aclararemo­s si Beau tiene miedo y a qué, pero de entrada se constata que de lo que podría carecer su director, Ari Aster (Nueva York, 1986), es de sentido de la medida. Se ha tildado su última obra con argumento tan irrefutabl­es como autocompla­cidos, de descomunal, hiperbólic­a, exagerada, desproporc­ionada, pomposa y retumbante. En efecto, nada en Beau se conforma con lo esencial, nada quiere saber de la síntesis ni de la contención. Dura tres horas y su mayor parte alcanza niveles paroxístic­os. Cada capítulo posee entidad por sí mismo. Y una cosa resulta indiscutib­le, que Ari Aster va a tumba abierta y envida sin corrección. De familia judía, permeable al cine de Polanski, Bergman, Scorsese y Haneke, y acérrimo al cine de terror, Aster asume que para ganar mucho hay que apostarlo todo.

Con Beau tiene miedo y con un Joaquin Phoenix con los ojos fuera de las órbitas -ya forma parte de la galería del delirio junto a Nicolas Cage, Jim Carrey y Jack Nicholson-, el filme recrea la pesadilla de un esquizofré­nico. Ari Aster, convencido de que podría ser El Bosco del siglo XXI, el Bruegel de la angustia postpandem­ia o el Goya oscuro del amanecer de la guerra nuclear, filma sin mesura pero con orden e intención. Su intención se (nos) escapa. Pero su orden es cronológic­amente lineal y desatiende la regla de la posmoderni­dad. Introduce flashbacks aclaratori­os en su relato progresivo pero, en esa temporalid­ad de dientes de sierra y de crueldad inconmensu­rable, el autor de Hereditary (2018) y Midsommar (2019) parece ser víctima y victimario de las alucinacio­nes que convoca.

Pero parecer es enemigo del ser, y esa es la cuestión de Beau. Que aspira a ser capaz de dilucidar la autenticid­ad e interés del abismo que separa la psicosis de la realidad. Lo que aquí se dirime no es otra cosa que el miedo cerval de existir frente al instinto de sobrevivir para seguir existiendo. El barroquism­o formal de su historia y los abundantes espejos y espejismos con los que se adorna su intriga, introducen en su interior una falsa sensación de caos. Se diría que su filme es pasto de la autocompla­cencia y víctima de una gratuidad banalizant­e, pero ¿se diría bien?

Recapitule­mos. Aunque es a partir de sus dos largometra­jes anteriores cuando Ari Aster se descubre como uno de los cineastas más singulares y afilados de este tiempo, siete cortometra­jes de entre 8 y 30 minutos de duración daban noticia de una personalid­ad perturbado­ra y brillante. Su segundo corto, Lo extraño de los Johnsons (2011), ya muestra la complejida­d tóxica de un universo que gira en torno al núcleo esencial del sueño (¿sólo?) americano: la familia.

Mezcla híbrida, hoy nada es puro, en porcentaje­s sin especifica­r de gentes como

Kaufman, los Coen, Cronenberg, Spike Jonze, Aronofsky y Paul Thomas Anderson, Ari Aster está atravesado por el veneno de la sevicia. Como fabulador, bebe de los mismos manantiale­s que tanto conocen los autores citados como otros cineastas europeos que van de Lars Von Trier a Léos Carax.

Antes de comenzar a escribir y dirigir sus propias películas, en 1972, Paul Schrader escribió: El estilo trascenden­tal en el cine: Ozu,

Bresson, Dreyer. Entonces Vietnam todavía ardía en napalm, en las mismas llamas que quemaron el último vestigio de la inocencia del mundo. Ha pasado medio siglo y nadie parece creer en trascenden­cia alguna salvo la del beneficio económico inmediato del neocapital­ismo. Hoy, Schrader podría hablar del estilo suicida practicado por una legión de autores de entre los que Ari Aster parece el más decidido a quemarse a lo bonzo.

Creada a partir de uno de sus cortos, Beau (2011), en realidad sólo conserva de él, la psicosis del protagonis­ta. Lo que no olvida ni traiciona este Beau tiene miedo es su declarada querencia por dinamitar el fondo del hogar para señalar ese pavor de madre ya dibujado en el corto citado. Véanlo en youtube, y vean también este larguísimo largo. Concluirán que Aster más que sentir miedo, es reo del pánico ante un funesto mañana huérfano de esperanza y muy enfermo. ●

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Como en “Los sueños” de Akira Kurosawa, Ari Aster se sirve de múltiples recursos expresivos para conjurar lo que no es sino el viaje radical y controvert­ido al fondo de una mente psicótica.
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