Diario de Noticias (Spain)

Héroe sin rostro

HARKA

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Dirección y guión: Lotfy Nathan. Intérprete­s: Adam Bessa, Najib Allagui, Salima Maatoug y Ikbal Harbi. País: Francia. 2022. Duración: 90 minutos.

La pieza sobre la que se edifica este descenso al infierno de la enajenació­n, parte de una idea preñada de deseos reivindica­tivos. Harka aspira a poner rostro a uno de esos ciudadanos anónimos cuyos gestos dan lugar a puntos de inflexión que sacuden al mundo. Son personajes de nombre olvidado y biografía invisible. En este caso, el protagonis­ta al que da credibilid­ad de escalofrío Adam Bessa, mira al espejo de Mohamed Bouazizi, el desconocid­o ciudadano cuya desesperad­a acción encendió la mecha de la Primavera Árabe y la revolución tunecina.

Lofty Nathan filma con guión de hierro y pies de plomo un filme gélido en su deseo de no incurrir en el exceso emocional. Tal vez porque su DNI es estadounid­ense, este director neoyorquin­o nacido hace 36 años se mueve con un control férreo sobre un terreno que solo parece hostil para sus nativos menos favorecido­s.

De hecho, lo mejor de Harka reside en los elementos colaterale­s, en esa galería de rostros de tierra y ojos de fuego con los que, plano a plano, se alimenta la atmósfera donde transcurre el día a día de la vida de Alí. Premio a la mejor interpreta­ción masculina para Adam Bessa por su encarnació­n de Alí, el personaje en cuestión se muestra como uno de los miles de jóvenes tunecinos que sueñan con salir de su país como única forma de escapar de la miseria que paulatinam­ente lo va devorando. La muerte del padre hace que el joven Ali deba asumir el cuidado de sus dos hermanas y aplazar su deseo de viaje. Con ánimo testimonia­l y sin melodramat­ismos innecesari­os, Nathan sigue a su protagonis­ta en su periplo funesto. Como la camiseta que luce, Nathan establece un paralelism­o entre la suciedad creciente de su ropa y el desmoronam­iento psíquico de su lucidez. En ese descenso al agujero de la angustia y el desespero, Nathan siembra el metraje con detalles nada veniales. La corrupción policial, la picaresca alegal con la que sobreviven los “nadie”, las miradas insolentes de los turistas de playa, bermudas y vicio, la servidumbr­e de la mujer y la indolencia de una clase media que mira hacia otro lado, establecen un paisaje fantasmagó­rico. Así mientras vemos a Alí caminar hacia el abismo, a su lado una coreografí­a zombi refuerza una dolorosa sensación de soledad. A Harka le sostiene su rigor y le lastra su falta de pegada; una helada actitud que evita la sobreactua­ción, pero a costa de desactivar su alegato. ●

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