Diario de Noticias (Spain)

“El deber es el deber. Viviré la final aquí, muy a gusto, aunque con los nervios a flor de piel”

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supuesto, pero no se percibe tanto ese calor y esa cercanía que sentiría de estar en Pamplona o en Estella. Aunque a mi manera también lo estoy saboreando”.

Y lo que saborea es ilusión, felicidad, alegría, nostalgia incluso y orgullo por ver cómo el club de su vida, paso a paso, ha conseguido sin alardes ni envoltorio­s llegar a lo más alto. “A mí me tocó vivir o experiment­ar situacione­s de toda índole”, recuerda Oier, “desde muy buenas a menos buenas. En esas nos tocó estar y en esas estuvimos. Luego, desde la insistenci­a y desde la convicción de que podíamos cambiar el rumbo de la situación, en los últimos años me tocó disfrutar de asentarnos en Primera División y del crecimient­o de la entidad. Esta clasificac­ión para la final es como una culminació­n a ese proceso ascendente que está viviendo el club. Ahora estamos en lo alto de la ola, pero es bueno recordar siempre, con los pies en el suelo, de dónde venimos y hacia dónde vamos”.

Oier Sanjurjo sabe muy bien cuál es el camino que ha guiado a Osasuna en los últimos años, porque buena parte del trayecto lo ha protagoniz­ado. Bien es cierto que la primera final del año 2005 en el Vicente Calderón le queda lejos, aunque la recuerda perfectame­nte. Tenía 19 años y estuvo acompañado de “la cuadrilla de amigos y con un kalimotxo en la mano en la Plaza del Castillo”. Todo envuelto por “un ambiente festivo” que jamás olvidará.

La vida ha querido que en esta segunda gran cita copera tampoco pueda estar presente, tras abandonar Osasuna a finales de la temporada pasada. Pero mantiene el contacto con buena parte del vestuario rojillo, habla asiduament­e con quienes fueron sus compañeros sobre el césped y sus amigos fuera del campo, y sabe perfectame­nte “cómo están, lo qué sienten y cómo están viviendo esta final porque me tienen al día de ello”.

Una final que no se presenta nada fácil, ante un Real Madrid que en la Liga parece desahuciad­o, pero que en otras competicio­nes como la Champions mantiene una hegemonía aplastante y está más que acostumbra­do a jugar esta clase de partidos. “Nadie se va a echar las manos a la cabeza si decimos que el favorito es el Real Madrid”, admite. “Tiene más presupuest­o, mejor plantilla y ha jugado más finales. Eso es así”. Sin embargo, dicho esto, para el excapitán rojillo “Osasuna tiene argumentos de sobra” para salir victorioso de la final de Sevilla. Y, desde su posición de emblema de club, de quien lo ha dado todo por este escudo, aconseja. “Yo les invitaría a que fuesen ellos mismos. Que supiesen gestionar de la mejor forma posible esos nervios y esa tensión que puede haber en un partido de semejante calado. Y, sobre todo, que no renuncien a su seña de identidad. Que aprieten, sean incómodos, que no dejen jugar fácilmente al rival... Hay que amenazar y crear peligro, además de tener suerte en el área propia, por supuesto. Defender como siempre lo ha hecho Osasuna, muy sólido. Además de tener esa pizca de suerte que también hay que tener contra este tipo de equipos. En definitiva, rozar la perfección, su mejor versión, y que ellos no tengan su día también”.

Estos son los consejos de un Oier Sanjurjo que, por qué no, sueña con la posibilida­d de que la próxima campaña su equipo actual, el AEK Larnaca, se vea las caras con su club del alma en Europa. “Si pasase eso la temporada que viene, yo ya me bajo de la vida. No me lo podría llegar a creer. Sería algo surrealist­a, muy bonito. Las casualidad­es no existen y la vida es muy caprichosa”, afirma entre risas.

Pero antes de que eso ocurra, si es que algún día el destino así lo quiere, hay una final copera por jugarse. Como bien reza el dicho, las finales no se juegan, se ganan, y eso es lo que espera un Oier Sanjurjo que no tiene problema en decir cómo sería su final soñada. “Estaría muy bien que ocurriese como en la semifinal en San Mamés, como pasó con el gol de Pablo Ibáñez ante el Athletic. Que fuese algún jugador de casa el que le diese ese toque mágico a ganar, a esa posible victoria. Podría decir cualquiera de los jugadores de casa... Aunque me voy a mojar. Me gustaría que ganase Osasuna, aunque fuese 1-0, y con gol de Kike Barja, al que le tengo mucho cariño”, admite en tono divertido.

Sea al final Kike Barja o cualquiera de sus compañeros de vestuario, lo que desea Oier Sanjurjo es que el club en el que ha crecido y que durante años tuvo el honor de capitanear se convierta en el nuevo campeón de la Copa. Él animará desde Chipre con todo su corazón y sus fuerzas, acompañado por su familia. Anhelando segurament­e estar en la Cartuja con la marea rojilla, pero sabiendo también que si Osasuna ha alcanzado esta final es por el esfuerzo de todos los que están ahora y también en buena parte de quienes estuvieron y se dejaron la piel y el alma por este escudo. Como él.฀●

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