Diario de Noticias (Spain)

THOMAS Y ROGLIC, CITA FINAL EN MONTE LUSSARI

GIRO BUITRAGO VENCE EN LAS TRE CIME DI LAVADERO, DONDE EL ESLOVENO PELLIZCA AL LÍDER Y ALMEIDA SE DESCUELGA ANTES DE LA CRONO QUE SENTENCIA LA PRUEBA

- César Ortuzar NTM

PAMPLONA

– En los escultóric­os Dolomitas, el Giro chato voló bajó a pesar de la altitud, formidable, y del escenario, inmejorabl­e, para que todo sucediera y apenas ocurrió nada. La grandilocu­ente tappone fue una día de migas, de servicios mínimos. En la última pared, Roglic le sisó tres segundos a Thomas y ambos, otra vez en la misma baldosa, igualadísi­mos, dañaron a Almeida, sufriente en el eterno final de Las Tre Cime di Lavaredo. El portugués fue un fado. Entregó veinte segundos. Su opciones caen enteros en el parqué bursátil del Giro, que resolverá el misterio del vencedor en la cronoescal­ada de hoy al Monte Lussari. El reloj dictaminar­á quién reina en un Giro lánguido, sin volumen ni decibelios. En ese silencio, Thomas, sereno y sólido, buscará la corona con 26 segundos respecto a Roglic. Almeida ha perdido rango como candidato. Se encuentra a 59 segundos del galés. El juicio final en el Monte Lussari firmará la sentencia después de que en el tótem de Las Tre Cime di Lavaredo, donde Buitrago recogió la herencia de Nibali una década después, solo se invocara a la defensa, a los sacos terreros de la superviven­cia, donde se pedalea con el alma. Espesa la ascensión, pegajosa, atrapados en el galipote de la impotencia, sobraban hasta los 21 gramos. La etapa no entrará en las vitrinas del Giro.

Los mitos no siempre nacen de pie, con buena cara y mejor literatura. Las Tre Cime di Lavaredo, formadas por el Grande, que alcanza los 3.000 metros sobre el nivel del mar, la Cima Ovest y la Cima Piccola, los tres dedos que rascan la barriga del cielo, la icónica postal de los majestuoso­s y lisérgicos Dolomitas, la leyenda del Giro, dejaron su primera huella embarrada en 1967. Su bautismo lo definió Bruno Raschi, cronista de La Gazzetta dello Sport, como las Montañas de la deshonra. Aquel día, 8 de junio, finalizó de modo bochornoso. Hacía malo y a 2.300 metros, el tiempo era aún peor. Panizza se enfrentó a la ascensión con ventaja. Las Tre Cime di Lavaredo, el gigante, orgulloso, zarandeó a todos. Los puso de rodillas. Una subida asesina. Balbuceaba­n los ciclistas, náufragos en la gran montaña. Frente a las rampas formidable­s, surgió el infierno.

Se encorvó el pelotón, penitente. Un calvario. Nadie avanzaba. Solo los chepazos. Los tifosi surgieron por todos lados para empujar a sus ciclistas favoritos. Los hubo que se agarraron a los coches. Era una constante. La trampa como norma de la subida. Hubo quien puso pie a tierra. La carrera

Hoy, ETAPA 20:

TARVISIO Decimonove­na etapa

1. Santiago Buitrago (Bahrain)

2. Derek Gee (Israel)

3. Magnus Cort (Education First)

4. Primoz Roglic (Jumbo)

5. Geraint Thomas (Ineos)

General

1. Geraint Thomas (Ineos)

2. Primoz Roglic (Jumbo)

3. Joao Almeida (UAE)

4. Damiano Caruso (Bahrain)

5. Eddie Dunbar (Jayco) 5h28:07 a 51’’ a 1:46 m.t. a 1:49 81h55:47 a 26’’ a 59’’ a 4:11 a 4:53 de bicis no lo era. Felice Gimondi fue el primero en pisar la Luna. Torriani, el patrón del Giro, dejó sin efecto la clasificac­ión tras asistir al caos. Gimondi quiso abandonar la carrera. Dijo que aquello fue vergonzoso. Ese día, Merckx fue segundo. Un año después, El Caníbal arrasó. Así conquistó su primer Giro y Las Tre Cime di Lavaredo tomaron altura en la memoria. Esa montaña recuerda el asalto de José Manuel Fuente. El Tarangu izó su estandarte seis años después en la cima, un altar para la peregrinac­ión del imaginario colectivo. El último morador de la gloria fue Nibali, que se abrió pasó entre la tempestad de nieve. Rosa sobre blanco.

Una década después, al mito se llegaba después de sobreponer­se a Campolongo, Valparola, Passo Giau y Passo Tre Crocci. Era la etapa, el tappone del Giro, como el gol fue el de Maradona en el Mundial de México. No hubo festejo. Se anudó el petate de la fuga. En el Passo Giau, una montaña colgada del cielo, la nieve remarcando su carácter, el Giro deambuland­o sobre una postal bellísima, resistían Buitrago, Cort, Gee, Hepburn y Verona por delante. En el retrovisor, un chaise longue promovido por Thomas. Nadie pataleó entre sus oponentes. Ni un chasquido de insurrecci­ón. Una subida desprestig­iada. La montaña, magnífica, convertida en tedio. En las chimeneas de los tejados de Italia, fumata blanca.

DEMASIADA CAUTELA

Después del prolongado y sinuoso descenso, en la bocana del Passo Tre Croci, Roglic cambió de bici. Hasta ese momento fue la única agitación entre los nobles. Montó un monoplato de 40 dientes con un piñón descomunal, de 44, detrás. Su lanzadera. Enfadados los dioses, lanzaron la tormenta contra los seres humanos. Granizo. Apedreados. Plegado el Passo Tre Crocci, la pasión tendría que ocurrir en Las Tre Cime di Lavadero, donde el oxígeno no sobraba. Buitrago derribó a Gee, el hombre de las fugas. El colombiano derrotó al canadiense, que era una agonía. Thomas, la boca abierta, se quitó la gafas. Realidad sin filtros. Roglic desenmasca­ró la mirada. Almeida también abrió bien los ojos. Todo se concentró en los tres últimos kilómetros. Thomas, Roglic y Almeida compartían plano. Llegó el final. Al portugués se le nubló la vista cuando Roglic se erizó con lo poco que tenía. Demasiado para Almeida. Thomas, sobresalie­nte, amortizó el ataque de Roglic y quiso distanciar­lo. El líder se lo quitó de encima por un instante en un ring de 400 metros. Cuando el esloveno parecía vencido, alzó la voz para robarle tres segundos. Tras casi tres semanas de timorato, gris y medido ajedrez, Thomas y Roglic se citan bajo el reloj del Monte Lussari para reinar en el Giro.

GIRO DE ITALIA

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Foto: Efe Roglic arañó tres segundo a Thomas y ambos se la juegan en la crono final de Monte Lussari.

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