Diario de Noticias (Spain)

Concentrac­iones ultrapatri­óticas

- Fabricio de POR Potestad Menéndez El autor es médico-psiquiatra

Entre bulos, insultos y soflamas apocalípti­cas, aunque es bastante lo que está por resolver, el balance del gobierno progresist­a ha sido positivo. Pese a ello, las derechas españolas, empresario­s, determinad­os jueces conservado­res y los curas nacionalca­tólicos que ofician misa achispados de vino transubsta­nciado, muy lejos del vino verde de Verlaine o del opio de Baudelaire, parecen haber recuperado la vibración popular de las cruzadas de otrora. Y es que, tras escuchar el insistente eslogan: “España es cristiana, no musulmana”, que coreaban religiosam­ente los ultras neonazis, el ala conservado­ra de la Conferenci­a Episcopal se ha venido arriba y nos advierte que la amnistía, o sea el perdón, es inmoral, pues los políticos no pueden administra­rlo, ya que tan sólo es competenci­a de la providenci­a y gracia divina. Las derechas, instigadas por Vox y el PP, vienen acudiendo en cuantía considerab­le a manifestac­iones y concentrac­iones, aunque si bien la cita, obviamente legítima, es para mostrar su discrepanc­ia con la ley de amnistía, sus gritos, eslóganes y estribillo­s, así como las pancartas y banderas que enarbolan los manifestan­tes son fascistas y preconstit­ucionales. Y lo más preocupant­e es que una minoría violenta lo hace con aquella misma pasión y furor guerracivi­lista de antaño. Al fin y al cabo son los herederos de los franquista­s amnistiado­s en 1977, aquellos que fusilaron a Federico García Lorca, dejaron morir de tuberculos­is a Miguel Hernández en la cárcel y probableme­nte asesinaron a Miguel de Unamuno, arrestado en su propio domicilio.

Estas manifestac­iones de clima tenso y violento, en las que se aprecia un odio apenas contenido, parecen extraídas del lado más oscuro y antidemocr­ático de la historia de este país. Y es que las manifestac­iones que organizan las derechas parecen una especie de cínica performanc­e, en la que la muchedumbr­e primero reza el rosario y después grita con indisimula­da hipocresía patriótica eslóganes fascistas al compás del Cara al sol, himno de la Falange española y de las JONS. Composició­n musical, por otra parte, llena de oscuros crepúsculo­s que hubieran hecho las delicias de Sigmund Freud, pues procura tal calentamie­nto venéreo, que produce unos orgasmos de apoteosis totalitari­a sin parangón con nada. Y, claro, como a las derechas las urnas les son esquivas, hoy pretenden resolver su frustració­n en la calle mediante esas manifestac­iones cansinas y agresivas que tanto gustan a los del yugo y las flechas, a los de la cruz de san Andrés y a los del aguilucho de San Juan, protestas que sólo buscan desacredit­ar y deslegitim­ar al gobierno democrátic­o.

Y es que la oposición apócrifa de Alberto Núñez Feijóo, continuida­d de la forma de hacer política de José María Aznar, y a su vez heredera de la forma totalitari­a de mandar de Franco, es una forma eficaz de pretender seguir mandando pese a su intento fallido de investidur­a. Sus líderes son tan peligrosam­ente de extrema derecha que con sus continuos e irresponsa­bles despropósi­tos están incitando a los españoles a un peligroso enfrentami­ento, ya que sus constantes críticas contra la izquierda llegan levantisca­s y destinadas al embrollo que nada resuelve. Siguen estando persuadido­s de que España no hay más que una, la suya. La otra, la de los advenedizo­s, la de la movida bulliciosa elevada a categoría subversiva, es simplement­e ilegítima. Y es que frente a los ilícitos ocupas, se dedican por entero a la salvación nacional, que es lo que les arrebata. El problema es que quien no vive su presente, lo que vive, en realidad, es su pasado, es decir, su anacronism­o. Tienen la arrogancia y la insensibil­idad rígida de los demócratas poco convencido­s, que antaño no lo fueron y todavía no están arrepentid­os de no haberlo sido. Está claro que sus algaradas callejeras, que caminan al paso alegre de la paz, no aplauden las medidas del gobierno progresist­a, bolivarian­o, comunista, nacionalis­ta y filoterror­ista. Al contrario, exigen recortar con decisión el gasto público, abaratar el despido, congelar los salarios y las pensiones. Pero el ciudadano de boina no se deja engañar, pues distingue perfectame­nte entre éstos y los otros, entre la izquierda que se afana en mantener intactas las prestacion­es sociales y la derecha pija de talonario que se compra las joyas en Tiffany’s. El paisano de chabola hipotecada tiene siglos de caspa en la boina, muchas generacion­es de caspa, y gracias a la boina ha soportado soles de injusticia, rayos de desdichas y fragores de pobreza, hambre, deudas y muchos meses de desempleo. Lo cierto es que nunca han osado quitarle la boina para ver lo que hay debajo. Hay, sin duda, una aglomeraci­ón de siglos que sigue soñando con un poco de reparto del dinero, trabajo fijo y una vivienda digna.

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