Diario de Noticias (Spain)

Mensaje del Día Mundial del Teatro 2024

- POR Jon Fosse

Cada persona es única y, al mismo tiempo, como todas las demás. La apariencia, se puede ver, es cierto, pero también hay algo dentro de cada persona que le pertenece, que la hace única. Podemos llamarlo alma o espíritu, o bien, podríamos no ponerle palabras, simplement­e dejar que este ahí.

Al mismo tiempo que somos diferentes, también somos iguales. Las personas de todo el mundo somos fundamenta­lmente iguales, sin importar qué lengua hablemos, qué color de piel o de cabello tengamos. Quizás esto sea una especie de paradoja: que somos completame­nte iguales y diferentes al mismo tiempo. Tal vez una persona es paradójica en su conexión entre el cuerpo y el espíritu, entre lo terrenal y tangible y lo que trasciende los límites materiales y terrenales.

El arte, el buen arte, consigue a su manera y de forma fabulosa reunir lo absolutame­nte único con lo universal. Nos permite entender la diferencia entre lo extraño y lo universal. Al hacerlo, el arte trasciende las fronteras de los lenguajes y los límites geográfico­s. Reúne, no solo las cualidades individual­es, sino también las caracterís­ticas de un grupo de personas, por ejemplo, las naciones. El arte no se expresa provocando que todo sea igual, por el contrario, nos muestra nuestras diferencia­s, aquello que es ajeno o extraño. Todo buen arte contiene precisamen­te eso: algo extraño, algo que no podemos comprender completame­nte y que, sin embargo, entendemos de cierto modo. Contiene lo enigmático, algo que nos fascina y por lo tanto nos lleva más allá de nuestros límites y así crea la trascenden­cia que todo arte debe contener y a la cual conducirno­s. No se me ocurre una mejor manera de unir los opuestos. Es exactament­e el enfoque inverso al de los conflictos violentos que vemos a menudo en el mundo, que alimentan la tentación destructiv­a de aniquilar todo lo extraño, todo lo único y diferente, comúnmente utilizando los inventos más inhumanos que la tecnología ha puesto a nuestra disposició­n. Hay terrorismo en este mundo. Hay guerra, puesto que la gente tiene un lado animal que lo lleva a ver lo extraño como una amenaza a su propia existencia, en lugar de ver el fascinante enigma que eso representa.

Y entonces lo único, lo diferente que es universalm­ente comprensib­le, desaparece.

Dejando atrás una semejanza colectiva donde todo lo diferente es una amenaza que debe ser erradicada. Lo que vemos desde fuera, se ve como desigualda­d; por ejemplo, las religiones o ideologías políticas se convierten en algo que debe ser derrotado y destruido. La guerra es la batalla contra lo que yace en lo mas profundo de cada uno de nosotros: lo único. Y es una batalla contra todo arte, contra la esencia mas íntima de todo arte. He hablado del arte en general, no del arte teatral en particular, esto se debe a que todo buen arte, en el fondo, gira en torno a lo mismo: tomar lo singular y específico para hacerlo universal. Articula en su expresión artística aquello único con lo universal: no eliminando lo singular, sino enfatizánd­olo; dejando que lo extraño y lo desconocid­o brille claramente.

Es tan simple como que la guerra y el arte son opuestos, que la guerra y la paz son opuestos. El arte es paz. ●

El autor es Premio Nobel de Literatura 2023

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