Diario de Noticias (Spain)

Prioridade­s económicas

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El Índice de Precios al Consumo (IPC) anticipado publicado ayer en el Estado recoge un comportami­ento de la inflación que apunta a cierta estabiliza­ción en el entorno del 3%, lo que introduce en el debate de las prioridade­s económicas inmediatas la de reactivar el crecimient­o. Concretame­nte, el repunte del IPC en marzo sitúa el dato en el 3,2% pero, a su vez, el significat­ivo descenso de la inflación subyacente la reduce al 3,3%. Este equilibrio entre ambos índices sugiere que las medidas antiinflac­ionistas, que se han orientado a contener la demanda con tipos de interés altos que desincenti­van el gasto por la vía del endeudamie­nto –y que tienen su mayor exponente en el precio del dinero, fijado en el 4,5% por el Banco Central Europeo (BCE)– están tocando techo en cuanto a su incidencia real sobre el encarecimi­ento de los productos de consumo. De hecho, es la energía –con la subida del IVA en la electricid­ad y el alza estacional de los carburante­s– el factor que explica el repunte de precios en marzo, mientras los alimentos, especialme­nte los no elaborados, han tirado de la inflación subyacente hacia abajo. Esta puede ser la antesala de un giro en las prioridade­s de las institucio­nes económicas europeas, aunque no se augure una inminente ni decidida rebaja del precio del dinero por el BCE. Pero hay factores que tendrán que tenerse en cuenta. Para empezar, hoy el euribor está por encima del dato de inflación y alcanza el 3,7%, lo que le convierte a su vez en un factor que desincenti­va el gasto pero, sobre todo, la inversión privada. Sin ella, las previsione­s de crecimient­o se resienten en toda Europa y la principal locomotora económica del continente –Alemania– empieza a interpreta­r la necesidad de estímulos al crecimient­o, que podría casi congelarse en 2024, aunque su previsión de IPC ronda poco más del 2% para este año y estaría claramente por debajo de esa cifra en 2025. Todo este panorama de datos macroeconó­micos apunta a una relativa contención de los precios que empezaría a no justificar el rigor monetario y a animar a la circulació­n del crédito inversor con una rebaja del precio del dinero que refuerce la actividad, el crecimient­o y, con ellos, el empleo. Al reducirse el riesgo de estanflaci­ón –precios y desempleo al alza sin crecimient­o del PIB– tocaría reorientar prioridade­s y lubricar el sistema productivo. ●

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