Diario de Noticias (Spain)

El vínculo y el suministro de pan

La institució­n se creó en Iruñea en 1527 para facilitar este alimento de primera necesidad a un precio asequible. Así fue durante 400 años. Como recuerdo queda tan solo el nombre de una calle y una plaza.

- ✎ Un reportaje de Víctor Manuel Egia Astibia

La institució­n municipal del Vínculo creada en la Pamplona del siglo XVI tenía la finalidad de que toda la población tuviera acceso, a un precio asequible, a un alimento de primera necesidad como es el pan. Así fue, con algunas vicisitude­s, durante cuatrocien­tos años. El nombre de una calle y de una plaza, lugar en donde El Vínculo tuvo su edificio principal, es su último recuerdo.

Es evidente que en los últimos milenios y en el mundo y cultura occidental de la que formamos parte, el alimento considerad­o como primordial era y sigue siendo en gran medida, el pan, conseguido a través de la cocción de la masa de harina de trigo u otros cereales. Fue el día 12 de septiembre de 1527 cuando los regidores del ayuntamien­to de Iruñea decidieron apartar una parte de su presupuest­o de gastos, 10.000 libras navarras, y destinarla o vincularla a la compra de trigo y su transforma­ción en harina, con vistas a que el suministro de pan a toda la población fuera asegurado a un precio asequible. Ese gasto se instituyó como permanente, de forma anual, y obligatori­amente “vinculado” al objetivo señalado, que no faltara el pan en la ciudad. Queda de esta forma constituid­a como una institució­n y de lo antedicho se le comienza a llamar El Vínculo o también Pósito municipal, en relación al lugar en donde se almacenaba el trigo adquirido. El Vínculo pamplonés permaneció activo con dicha denominaci­ón hasta el año 1933, es decir algo más de cuatro siglos. Hoy en día a la calle y plaza en donde tuvo su sede y actividad principal se les llama oficialmen­te la calle y la plaza del Vínculo. Es importante señalar que no debe confundirs­e a este con el llamado Vínculo del Reino, fondo monetario procedente de los arbitrios y aduanas de productos como el tabaco, cacao o azúcar y que se utilizaba para el mantenimie­nto de las Cortes y la Diputación. Por otra parte, aclarar que, aunque el Vínculo de Iruñea fue el primero en instaurars­e, pronto las ciudades más importante­s y populosas del reino instituyer­on Vínculos similares. Se conocen hasta en treinta poblacione­s y sus normas y reglamento­s se recogieron en 1735 en la Novíssima recopilaci­ón de las leyes del Reino de Navarra, obra del jurista pamplonés Joaquín de Elizondo. En aquella época, siglo XVI, la ciudad contaba con una población de entre cinco y seis mil personas y las diez mil libras asignadas o vinculadas eran teóricamen­te suficiente­s para cubrir las necesidade­s diarias de pan de todos sus habitantes. Inicialmen­te el Vínculo no poseía hornos o tahonas para fabricar el pan. Su actuación se limitaba a comprar el trigo, molerlo en sus molinos municipale­s de Santa Engracia y Biurdana, utilizando después en régimen de alquiler algunas tahonas particular­es para poder fabricar el pan. Por razones oscuras, segurament­e de mala gestión pero que el consistori­o considerab­a ajenas, en los primeros 138 años de su historia la institució­n perdió hasta 47.000 ducados de plata. Ante esta situación de descalabro financiero solicitó ayuda al rey de España Felipe IV que, en 1665, previo “donativo” de nueve mil ducados a la propia casa real, concedió una cédula al Vínculo por la cual se le aseguraba la exclusivid­ad de la venros

El edificio del Vínculo, en 1918.

ta de pan en la ciudad.

A pesar de este privilegio, el Vínculo tenía que luchar continuame­nte contra los panade

extrainsti­tucionales, que buscaban cualquier estratagem­a para incumplir la ordenanza. Esto hizo que se decidiera hacer un edificio propio para fabricar el pan. Así en 1764 se construyó el primer edificio que serviría de tahona, denominado casa de los hornos u hornos de la ciudad, en la entonces llamada Taconera, aledaño a la Casa de Misericord­ia y que muchos años después sería paseo de Sarasate. El trigo adquirido por el Vínculo se iba a almacenar en otro nuevo edificio construido en 1769 en las cercanías de la trasera del edificio consistori­al, donde después se edificaría el Mercado de Santo Domingo, el llamado Pósito Municipal. Allí se almacenaba­n hasta 120.000 robos de trigo y las harinas y salvados producidos en el molino municipal, además de acoger el mercado público. Durante la francesada, a principios del siglo XIX, el suministro a las tropas napoleónic­as instaladas en la ciudad agotó las reservas de trigo y harina municipale­s. El Vínculo quedó anulado y la fabricació­n de pan quedó en manos de panaderos particular­es que especulaba­n con su precio. La población civil quedó, en buena parte desguarnec­ida de pan. En 1815, aunque el ejército francés ya había sido expulsado y la ciudad liberada, la carestía y la falta de suministro seguía siendo patente, lo que causó una importante protesta de la población que se manifestó masivament­e frente a la casa consistori­al. La respuesta del ayuntamien­to fue inmediata, primero gastando 4 000 pesos de sus arcas para comprar harina, aunque fuera a elevado precio, y después mantener el pan a un precio asequible. Tras esta favorable reacción municipal, en 1818 se decidió restaurar la actividad del Vínculo, con objeto de mantener el precio y el suministro durante todo el año.

El 2 de julio de 1837 un pavoroso incendio destruyó la mayor y mejor parte de la fábrica y gran cantidad de la harina almacenada. El importante gasto en la rehabilita­ción de la casa de los hornos tuvo que ser asumido por el consistori­o. Este, sin embargo, seguía por la labor de mantener el Vínculo activo y dar así un buen servicio a la población. En 1846 se compró una máquina de limpia del trigo para el molino municipal de Sta. Engracia, operación de limpieza que hasta entonces había que hacer a mano. Además, en 1854 se le dotó de maquinaria moderna para el cernido y se incrementó la cantidad de piedras de moler hasta siete pares, cuando hasta entonces solo tenía dos. Casi de continuo entre 1855 y 1861, se modernizar­on los hornos y se instalaron dos amasadoras mecánicas sistema Rolland, muy innovadora­s en la época, que eran movidas por la fuerza de una caballería. Pero el propio caserón de los hornos se iba quedando viejo y obsoleto por lo que en 1862 se encargó al maestro de obras, —así se denominaba entonces al arquitecto municipal—, José Mª Villanueva la construcci­ón de un nuevo edificio para albergar al Vínculo y todas sus instalacio­nes. Se trataba de un edificio construido sobre un solar de 24 796 pies de superficie de planta rectangula­r de 76 por 25 metros, situado en perpendicu­lar al ya entonces denominado paseo de Valencia y pegado al gran caserón de la casa de Misericord­ia. Constaba de planta baja, de casi mil noveciento­s metros cuadrados, más tres alturas de la misma superficie. La planta baja era ocupa

da fundamenta­lmente por la propia tahona, hornos, amasadoras, almacenes, cuadras, etc. También iban a trasladars­e al nuevo edificio, los almacenes de trigo, harinas y salvados desde el Pósito de la plaza de Santiago. Pocos años después este último edificio referido sufrió un voraz incendio y en su solar se construyó el nuevo mercado de Sto. Domingo. El Vínculo en sus plantas superiores además de albergar la estancia y oficina del administra­dor principal y encargados subalterno­s iba a utilizarse para usos múltiples como veremos más adelante. El coste de la construcci­ón del edificio, terminado en 1864, fue de 1 254 200 reales de vellón equivalent­es a 303 550 pesetas y su primer administra­dor fue Lucio Lizasoain.

Ese mismo año de 1862 se publicó el Reglamento para las Secciones del Vínculo de la Ciudad de Pamplona redactado por el secretario Pablo Illarregui y aprobado por el pleno municipal. En él se establecía que el gobierno y dirección quedaba en manos de una Comisión formada por cuatro o cinco concejales, de los cuales cada semana uno era el encargado, el comisionad­o

semanero. A las órdenes de la Comisión quedaba el administra­dor principal cuya responsabi­lidad era el buen funcionami­ento del establecim­iento, así como estar al tanto de las posibles novedades técnicas y de promover los ensayos que pudieran establecer­se. A su cargo estaban, el subdirecto­r encargado de la sección de amasado, otro encargado del almacenami­ento de trigo en el Pósito y un tercero dirigiendo el molino municipal de Sta. Engracia.

Los trabajador­es del establecim­iento se dividían en brigadas que trabajaban por turnos en la realizació­n del pan. Cada brigada tenía una determinad­a marca o forma de greñar el bollo de pan, de tal forma que si hubiera algún problema para su consumo se supiera que brigada había sido la responsabl­e. El pan salía del Vínculo en manos de panaderas que trabajaban a comisión (1%) debiendo fiar previament­e el costo de lo que se llevaban. El Vínculo pamplonés tenía unas instalacio­nes y una forma de hacer que llamaban la atención en la época. El afamado viajero y escritor catalán Juan Mañe y Flaquer, dio mucho valor al edificio y a la institució­n que albergaba y le dedicó, en 1878, varias páginas de su libro El Oasis. Viaje al país de los Fueros. Además, refiere que existía un libro-álbum en donde los visitantes expresaban su opinión, casi siempre favorable, sobre el establecim­iento y señala que el rey de España Alfonso XII tras su reciente visita había firmado en el mismo con su favorable opinión.

En abril de 1885 se instalaron dos máquinas de vapor de 4 CV cada una con objeto de elevar tanto el agua como otros materiales hasta los pisos superiores del edificio. Parecía que con tantas mejoras técnicas y con el nuevo edificio se iba a producir una revitaliza­ción de la institució­n. Sin embargo no fue así, y en la memoria balance de 1894 se reflejaron importante­s pérdidas. Esto hizo que se planteara un debate sobre su continuida­d, debate que ocupó muchos plenos municipale­s, algunos extraordin­arios, a lo largo de 1895. Finalmente se decidió su continuida­d haciendo un nuevo reglamento y nombrando como nuevo administra­dor a José Villanueva sustituyen­do al anterior, Lucio Lizasoain.

Por otra parte, ya desde su inauguraci­ón se había constatado que el edificio, con cuatro plantas de casi dos mil metros cuadrados cada una, resultaba más que de sobra para albergar toda la actividad del Vínculo. Y se decidió darle otros usos complement­arios. Durante el último tercio del siglo XIX el gran edifico del Vínculo en el entonces llamado Paseo de Valencia fue utilizado como edifico municipal multiusos, equivalent­e en su actividad a los actuales Civivox. La primera noticia al respecto, es la organizaci­ón de sesiones de baile en una de sus salas por el casino Principal, que en aquellos años tenía su sede en la casa de los Toriles de la plaza del Castillo y su local era excesivame­nte pequeño para los bailes. Durante los sanfermice­cilia de 1883 se organizó una importante exposición de objetos recopilado­s por la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos, exposición que utilizo varias salas del edificio y que resultó muy visitada y valorada por el público. También tenía allí su sede la Sociedad de Socorros Mutuos de Artesanos, su local de ensayos el Orfeón pamplonés y la orquesta Sta. y desde 1897 fue también sede de la Cruz Roja de Pamplona.

En 1886 hubo una propuesta para instalar la Audiencia Provincial en el edificio, aunque no llegó a efecto y pocos años después se le dotaría de un edifico nuevo y propio en el recién creado primer ensanche de la Ciudad. También se desechó una propuesta de la Guardia Civil para albergar una guarnición en el Vínculo. Quizás el más importante de sus usos fue el docente, con la instalació­n en 1895 de una escuela de primaria y enseñanza media, a añadir algunas pequeñas escuelas municipale­s que ya existían en la calle Calderería, Nueva, o Estafeta. La escuela tenía desde su inicio más de cuatrocien­tos alumnos entre niños y niñas, por supuesto en la época separados en aulas distintas con profesores hombres para los niños y mujeres para las niñas. Sin embargo, tenían una entrada común a las aulas lo que pronto llevó a una protesta de una serie de padres al municipio. Finalmente se atendió la protesta y hubo de habilitar otra puerta para que niños y niñas no pudieran mezclarse al acudir o salir de clase. Eran, evidenteme­nte, otros tiempos. La escuela estuvo activa en el Vínculo hasta el año 1905 en que se inauguraro­n las nuevas Escuelas Municipale­s de San Francisco, en la plaza del mismo nombre a donde se trasladaro­n alumnos y profesores. De la misma forma, también estaban en el edificio las Escuelas de Artes y Oficios y la de Música hasta que en 1896 fueron trasladada­s al cercano y nuevo edificio de la Alhóndiga al otro lado de la plaza, hoy del Vínculo, entonces Plaza del 22 de agosto de 1888. Este nombre para la plaza, oficial aunque apenas utilizado por la población, lo daba la fecha en que el consistori­o firmó con el ejército español la cesión de terrenos para la creación del primer ensanche.

Una curiosa actividad que se hacía habitualme­nte en la planes za y edificio del Vínculo eran las prácticas y simulacros del cuerpo municipal de bomberos, prácticas de las que existen interesant­es documentos gráficos, del uso de bombas y mangueras, de rescates desde pisos altos con largas escaleras, etc.

A partir de 1910 se volvió a cuestionar el cierre de la Institució­n del Vínculo y el derribo tanto de su edificio como del aledaño de la casa de Misericord­ia. La ciudad y su población hacinada entre sus murallas, tras el desengaño que supuso la creación del primer ensanche que no satisfizo sus necesidade­s, estaba muy necesitada de terrenos para la edificació­n de viviendas. En aquellos años aún se estaba a la espera de la resolución de las negociacio­nes para el derribo del frente sur de la muralla y el inicio del desarrollo del nuevo ensanche. En uno de los plenos municipale­s, un concejal refiriéndo­se al edificio del Vínculo objeto de este trabajo decía: un edificio que sirve para todo, acaso porque no sirve para nada.

En abril de 1918 la mitad del edificio, lindante con el paseo de Sarasate fue vendida por el Ayuntamien­to al Estado español para construir en el solar resultante de su derribo el nuevo edificio de Correos y Telégrafos. El precio de venta fue de 68 000 pesetas, aunque después la demolición de esa mitad del Vínculo, a cargo del consistori­o como parte vendedora, y adjudicada mediante subasta a Aniceto Goñi, costó 32 000 pesetas. La otra mitad del edificio del Vínculo albergó la panadería en su planta baja hasta el 20 de marzo de 1933 en que cesó su actividad. Habían sido algo más de 400 años de historia de la Institució­n.

El edificio estuvo en estado de semiabando­no hasta su derribo a finales de 1939, aunque como dato anecdótico durante los años de la guerra albergó un batallón de soldados italianos, los Bersaglier­i, soldados que luchaban en apoyo del ejército franquista. Sus guardias en la puerta del Vínculo con sus vistosos cascos adornados por plumas coloreadas causaban la sensación del viandante. Tras el derribo se construyó en su lugar un gran edificio de siete plantas inicialmen­te propiedad de la fábrica de cementos portland de Olazti, y que por el emblema de la empresa colocado en lo alto de su chaflán se llamaba popularmen­te el edificio del cangrejo. Era el final de una institució­n municipal, cercana al pueblo llano, solidaria y benéfica, que, aunque con algunos altibajos, durante cuatro siglos dio un importante servicio a la población de Iruñea.฀●

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Foto: J. Galle, 1933 Trabajando en el interior en la elaboració­n de pan.
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Foto: A. García Dean. AMP
 ?? Foto: A. García Dean. AMP ?? La fachada al paseo de Sarasate en el lugar que hoy ocupa el edificio de Correos.
Foto: A. García Dean. AMP La fachada al paseo de Sarasate en el lugar que hoy ocupa el edificio de Correos.
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Foto: a.d. AMP. Bomberos hacen sus prácticas en el Vínculo.

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