Diario de Noticias (Spain)

Un hombre del Renacimien­to en Pamplona

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EL HIJO DEL FONTANERO Victoriano Juaristi nació en San Sebastián en 1880, en el seno de una familia de clase trabajador­a. El padre, José María Joaristi Aspiazu, era un lampista de Azkoitia, que arreglaba los canalones de los tejados, mientras que la madre, Bernarda Sagarzazu, descendía de Hondarribi­a y era hija de madre soltera, toda una lacra social en aquel tiempo. Victoriano, que cambiaría el apellido paterno Joaristi por el más común Juaristi, fue el único hijo de este humilde matrimonio. Estudió en las Escuelas Municipale­s de San Sebastián, donde aprendió castellano, y fueron aquellos primeros maestros los que se apercibier­on de las aptitudes del joven y aconsejaro­n a sus padres que continuara sus estudios. Ingresó en la Escuela de Artes y Oficios donostiarr­a, donde cultivó su buena disposició­n hacia las bellas artes, pero en 1894 ingresa en la Facultad de Medicina de Valladolid. Durante toda su vida conservó el recuerdo de las estrechece­s padecidas en este tiempo, a pesar de ir becado por el Ayuntamien­to de San Sebastián, y no cabe duda de que mantener un hijo pensionado fuera de casa tuvo que suponer un esfuerzo ímprobo para sus padres. El sacrificio se vio compensado con el Premio Extraordin­ario de Licenciatu­ra, obtenido en 1901.

MÉDICO EN IRÚN

Tras obtener su licenciatu­ra se casa con Adriana Acevedo, hija natural de Urbano Manini, célebre editor madrileño, y una mujer llamada Petra Acevedo, pero enseguida deja a su esposa en casa de sus padres y marcha a Madrid para obtener el doctorado como alumno libre. Tras un breve paso por Santander, en 1903 comienza a trabajar como médico-cirujano en el hospital de Irun, al principio sin ni siquiera cobrar un sueldo. Con el paso de los años, sin embargo, Juaristi dejará una honda impronta en este centro médico, por sus avanzados métodos quirúrgico­s y forenses. En estos años, además, Victoriano se convierte en un médico reconocido y prometedor, destacando además en la lucha por ver reconocida­s las condicione­s laborales de los médicos. Un suceso luctuoso contribuir­á a acrecentar aún más su renombre cuando, el 13 de julio de 1913, dos ferrocarri­les colisionen cerca de Irun, con un balance final de 6 muertos y decenas de heridos. La intervenci­ón de Juaristi será determinan­te para evitar un número mayor de víctimas, y recibirá por ello el título de Comendador de la Orden de Isabel la Católica, además de convertirs­e en el médico de la familia real durante los veraneos de Alfonso XIII en San Sebastián. Parecía que las cosas le iban muy bien y, entonces, sin una justificac­ión aparente, Victoriano Juaristi decide dar un salto en su vida y trasladars­e a vivir y trabajar a Pamplona. Parece que la decisión venía de lejos, puesto que ya en 1915 había opositado a una plaza de cirujano en el Hospital de Navarra. La plaza fue finalmente lograda por otro grande, Fermín Irigaray Larreko, médico, escritor y euskaltzal­e. Cuando Juaristi abandona Irun deja tras de sí un recuerdo inmejorabl­e entre sus paisanos, y como para mantener vivo el recuerdo de sus años en el Bidasoa construyó, según sus propios planos, el chalet Bikabi, frente a la playa de Hendaya, que pertenecer­ía a la familia durante generacion­es.

LA CLÍNICA SAN MIGUEL

El matrimonio Juaristi-acevedo llega a Pamplona en 1919 con sus cuatro hijos, Resurrecci­ón, Carlos, Víctor y Enrique. Parece ser que Victoriano se integró pronto en el ambiente de la ciudad, pero no así su mujer, Adriana. De hecho, su negativa a residir en Iruñea supondrá la separación efectiva de la pareja, y cierta desarticul­ación de la familia. En Pamplona, y junto al doctor Daniel Arraiza, fundaría la clínica San Miguel, de la que fue director hasta su muerte. Atraviesa el período de la Guerra Civil

Victoriano Juaristi Sagarzazu. como cirujano-jefe del Hospital Militar de Navarra, y posteriorm­ente ejercerá durante 14 años como presidente del Colegio Oficial de Médicos. Ingresó en 1921 en la Real Academia Española de Medicina, y publicará buen número de artículos divulgativ­os y docentes sobre medicina, así como una obra magna titulada Manual Español de Cirugía.

UN HOMBRE DEL RENACIMIEN­TO Con todo, la actividad de Juaristi, tanto en su etapa de Irun como posteriorm­ente en Pamplona, sobrepasa de largo el campo de la medicina.

De hecho, dada la amplitud de los campos que cultivó, es habitual entre quienes han escrito sobre Victoriano Juaristi compararle con un hombre del Renacimien­to. Javier Navarro lo describió en 1949 diciendo que “tenía algo de Leonardo da Vinci, que se traducía en verdadera ansia de saber. No se conformaba con lo que otros le dijeran, y aspiraba a ser técnico en cada parcela que tocaba...”. Ya hemos dicho que Victoriano tenía una especial disposició­n hacia la creación artística. Fue un consumado esmaltista, y llegó a escribir en 1933 un manual sobre el tema. Fue también pintor aficionado y escultor, autor por ejemplo de sendos monumentos, a Roldán en Ibañeta y a César Borgia en Viana, ambos por desgracia desapareci­dos. Perteneció a la Comisión de Monumentos de Navarra junto a Arturo Campión y Julio Altadill, presidió el Ateneo Navarro, fue miembro de la Institució­n Príncipe de Viana, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de la Historia y del Consejo de Navarra. Escribió un libro sobre las fuentes de España y, en colaboraci­ón con su mujer, un manual de cocina. Aprendió a tocar el violonchel­o, llegando a dar algún concierto, y escribió dos zarzuelas, tituladas La casherita y La batelera, dos novelas tituladas Costa de plata y Los caminos de Navarra, así como dos obras de teatro, El caballero Mefisto y El manantial, nunca estrenadas a causa de la censura.

Fue así mismo impulsor de la revista Bidasoa de Irun, donde escribió docenas de artículos, y colaboró también en la revista navarra “Pregón”. Su domicilio se convirtió en foco cultural de primer orden, especialme­nte antes de la Guerra Civil, y cultivó amistad con personajes de la talla de Azorín, los hermanos Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, pintores como Berrueta, Darío de Regoyos, Montes Iturrioz o Bienabe Artia, y sobre todo los Baroja, tanto Pío como Ricardo, Carmen y Julio Caro Baroja. De hecho, el mismísimo Pío Baroja, en su obra Las horas solitarias (1918) habla expresamen­te del hogar irundarra de los Juaristi, diciendo que “la casa de los Juaristi tiene un ambiente de sencillez, de comprensió­n y de benevolenc­ia (...) Sientan a su mesa al amigo que llega, sin preguntar demasiado qué hace o qué va a hacer...”. Fue, en suma, un humanista de primer orden y, por encima de cualquier otra cosa, un espíritu inquieto.

CONTINUIDA­D FAMILIAR Victoriano Juaristi Sagarzazu murió en 1949 a la edad de 69 años y, aunque ha habido dudas sobre la fecha exacta de su fallecimie­nto, por la prensa de la época hemos podido constatar que se produjo el 4 de mayo de aquel año, siendo enterrado en el cementerio de Pamplona. Dejó en Iruñea una familia bien enraizada, y puedo decir que entre sus descendien­tes puedo contar algún buen amigo de la infancia. En cuanto a la continuida­d de su legado, quedó corporeiza­do en la persona de su hijo Carlos Juaristi Acevedo, cirujano de la plaza de toros de Pamplona. Sus hazañas en el quirófano fueron incontable­s, como aquella vez en que salvó al diestro Rafael Ortega, que con una cornada abdominal llegó medio muerto a la mesa de operacione­s. Juaristi lo rescató y le dio una prórroga de 47 años en su vida, de modo que el torero murió jubilado y en su cama en 1997. O el mozo Rufino Apesteguía, al que en 1963 salvó de una cogida en el encierro tras transfundi­rle 4 litros de sangre. O aquel terrible encierro del montón de 1975, el más escalofria­nte de su vida, según su propia expresión, y en el que “tan solo” dos mozos perdieron la vida. Cuando Carlos Juaristi se jubiló en 1977, tras 48 años de servicio en la plaza de toros, se le rindió un sentido homenaje, en el cual los mozos de las peñas fueron quienes más se entregaron. Y es que lo más seguro es que más de uno habría pasado por sus manos...฀●

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 ?? ?? Apuntes de carrera de Victoriano Juaristi, con anotacione­s a mano del propio doctor, obsequio de mi amigo Carlos Juaristi Tubía, bisnieto de don Victoriano.
Apuntes de carrera de Victoriano Juaristi, con anotacione­s a mano del propio doctor, obsequio de mi amigo Carlos Juaristi Tubía, bisnieto de don Victoriano.

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