Obsolescencia programada
Les ha pasado a todos. Llega un móvil nuevo, un cargador, una impresora, una aspiradora o incluso una bombilla. Pasan dos meses, de perfecto funcionamiento y, de repente, algo falla. En la tienda recomiendan que, en lugar de reparar, es preferible comprar un aparato nuevo, además de que sale más barato que el arreglo. Pero es que estos productos no están realmente estropeados, sino que están diseñados para no durar. Se llama obsolescencia programada, y es el fin intencionado de la vida útil de un producto para aumentar su venta y consumo. ¿Quién sale ganando? Está claro que, económicamente, las empresas se lucran con esta acción, pero estas mismas compañías sufren una pérdida de confianza por parte del cliente, que se resigna a gastar más de lo necesario. De esta manera se incentiva el consumismo, el deseo de poseer algo nuevo, más moderno y mejor, aunque ya se tengan aparatos que suplan esa carencia. Pero también se deriva otro problema: se generan más residuos electrónicos, se crea más basura y el consumo se vuelve insostenible. En algunos países se han iniciado medidas legales para frenar este asunto. En Francia, una iniciativa legislativa ha logrado que se penalice la obsolescencia programada con hasta 300.000 euros de multa y pena de cárcel. En España está legalmente permitida esta política comercial porque no existe ninguna ley que lo impida. Javier Juárez ( Sevilla)