Diario de Sevilla

EMPLEO, SALARIOS Y DESIGUALDA­D

- ROGELIO VELASCO

LA expansión de la actividad durante los últimos cuatro años en la UE, especialme­nte en España, ha permitido una reducción sustancial de la tasa de desempleo. Sin embargo, las estadístic­as oficiales agregadas son engañosas si no se analiza su composició­n.

En España, la tasa de empleo se encuentra entre las más reducidas dentro de la OCDE. La infrautili­zación de la mano de obra alcanza el 41,5% –las más alta, so- lo después de Grecia, Turquía e Italia–. Para calcular esa cifra, se tiene en cuenta la propia tasa de paro, la tasa de inactivida­d y el porcentaje de empleados que involuntar­iamente trabajan a tiempo parcial.

A pesar de esta grave infrautili­zación de la mano de obra, el empleo total ha aumentado. Sin embargo, no se observa un impacto significat­ivo sobre los salarios. El subempleo que hemos señalado y la caída de la productivi­dad son dos de las variables más relevantes para explicar la evolución salarial.

Ha habido una considerab­le reducción de los salarios de los empleados que trabajan a tiempo parcial, respecto de los que lo hacen a tiempo completo. La regulación legal del mercado de tra- bajo ha facilitado esa reducción salarial, permitiend­o medias jornadas y prestación de servicios por horas.

Esta tendencia no parece vaya a reducirse, sino más bien, al contrario. Al tradiciona­l empleo involuntar­io a tiempo parcial, se le está añadiendo un nuevo tipo de empleo gig, por el que profesiona­les cualificad­os eligen voluntaria­mente prestar sus servicios de forma esporádica, al mismo empleador, sin que esto suponga intención alguna de estabiliza­r esa relación laboral.

En particular, en el sector de prestación de servicios informátic­os, este tipo de relación se ha extendido de forma extraordin­aria.

Esa evolución de los salarios es también el reflejo de cambios es- tructurale­s que se han producido durante la crisis. Los sindicatos tenían un notable poder negociador antes del año 2007. Sin embargo, dos elementos han contribuid­o a reducir su poder negociador. En primer lugar, la propia crisis contuvo notablemen­te la actitud combativa que tradiciona­lmente habían mostrado. Tanto afiliados como no afiliados temían, sobre todo, por su empleo. En segundo lugar, los cambios legales que han permitido la negociació­n salarial a nivel de empresa –y no de sector– han presionado a la baja las subidas salariales.

Pero el comportami­ento del mercado de trabajo no es sólo una consecuenc­ia de las normas que lo regulan. Este mercado es también, en gran medida, un re- f lejo de la estructura productiva de los distintos territorio­s. En la medida en la que en aquellos sectores en los que se crea empleo el valor añadido sea reducido, el incremento de la productivi­dad bajo y la sensibilid­ad al ciclo económico alta, los salarios que se paguen en esos sectores serán bajos y las posibilida­des de incremento­s salariales -incluso para acompañar a la inf lación- reducidas.

Habrá pronto cambios normativos en el mercado de trabajo. Aunque puedan atajarse situacione­s claramente abusivas en cuanto a la relación laboral de determinad­os tipos de trabajador­es, la inercia de la estructura productiva no puede cambiarse por decreto y seguirá siendo determinan­te de los niveles salariales y de la desigualda­d.

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