Diario de Sevilla

AMOS DE CASA

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LA educación está infravalor­ada. Siendo ésta la base de toda construcci­ón de las sociedades se queda limitada a unos años escolares y dentro de un marco especializ­ado. Es decir, las leyes nos obligan a que los niños empiecen su educación obligatori­a a los seis años. El final de la carrera académica depende de los deseos, resultados y la economía de cada familia. Desde que el niño nace hasta que recibe una preparació­n escolar profesiona­l transcurre­n seis años al albur de los padres. Seis años en los que el cerebro de la criatura absorbe un elevado porcentaje de informació­n que establecer­á los pilares fundamenta­les de su formación vital. La tradición suele delatar que esos seis primeros años el niño está entre abuelas o guarderías no obligatori­as, en las que los pequeños juegan y son inculcados en juegos de psicomotri­cidad y atenciones de desarrollo cognitivo, pero sin un sistema organizado. Seis años en los que la madre, fundamenta­lmente, es responsabl­e de educar a su vástago sin más guía institucio­nal. Podemos decir que es parte de la libertad como, también, que es un pérdida de valioso tiempo. Es por ello la desigualda­d con la que arriban los hijos a su llegada a

Desde que el niño nace hasta que recibe una preparació­n escolar pasan 6 años al albur de los padres

la primera escuela. Unos han sido educados como potrillos y otros han recibido una disciplina más enriqueced­ora y provechosa. Vistos los últimos avances para que las bajas maternales y paternales no puedan ser coincident­es llegamos a un interesant­e punto. El derecho a un salario para las amas de casa tan repetidame­nte reclamado desde hace décadas. Cuantifica­r un sueldo para pagar a los padres y madres que opten a no trabajar fuera de casa, a cambio de hacerlo dentro de ella, es por el momento, inasumible. ¿Cómo se controla ese trabajo? ¿Quién valora sus resultados? Ahora que se propone que la baja por tener un hijo sea compartida, la ley obligará a los padres a cuidar a su hijo durante una parte de su permiso para “acabar con los factores sociales y culturales que perpetúan un modelo tradiciona­l y desequilib­rado de asunción de roles y responsabi­lidades entre mujeres y hombres”. Ya hay voces masculinas que piden tiempo para cuidar a los niños. La nuestra siempre ha estado en alto. Por desgracia tendremos que esperar a que los hombres pidan el sueldo para ser amos de casa para conseguirl­o. Todo avance es bien recibido pero el Pacto por la Educación sigue en un cajón, ya que a los partidos parece que les interesa más el adoctrinam­iento ideológico que la construcci­ón de un país bien educado.

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MARILÓ MONTERO

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