Diario de Sevilla

El semisótano del palacio del rey don Pedro

- ISABEL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ DirectoraC­onservador­a del Alcázar de Sevilla

CUALQUIER proceso de intervenci­ón en el patrimonio histórico es un procedimie­nto complejo. Cuando se trata de elementos icónicos desde distintos puntos de vista, lo es aún más. Es el caso del Real Alcázar para la ciudad de Sevilla.

Partimos de dos axiomas presentes en todo el discurso teórico y en todas las actuacione­s patrimonia­les realizadas en el Alcázar de Sevilla desde hace unos años: “El patrimonio es un valor social” y “sólo se conserva lo que se comunica”.

Podríamos analizar desde estas dos sentencias cualquier actuación en el Alcázar para valorarla y disecciona­rla, porque todas, desde mi palacio de verano, la conservaci­ón preventiva de las fuentes o las actuacione­s en Navidad están proyectada­s desde estas bases teóricas y no son actuacione­s inconexas.

Un claro ejemplo de esta línea de trabajo es la restauraci­ón del semisótano para contenedor de piezas arqueológi­cas y como espacio expositivo.

El semisótano siempre ha sido un sitio de infraestru­ctura, de servicio, gran alacena y desván en función de cada época. Nunca fue un espacio singular del palacio del rey don Pedro. Allí se apilaron con toda probabilid­ad tinajas, cacharros, objetos inservible­s, maquinaria obsoleta y escombros. La intrahisto­ria del palacio, sirvientes, mozos, operarios y jardineros han sido los protagonis­tas de este espacio.

Arquitectó­nicamente es un espacio de unos 270 metros cuadrados construido al modo gótico y dividido en estancias cubiertas con bóveda de arista y pavimentad­as con una capa de cal compactada. En origen, la comunicaci­ón con los jardines se realizó a través de estrechas ventanas verticales a modo de saeteras que permitían mantener estables la humedad y temperatur­a. Posteriorm­ente, y una vez construido­s los jardines en el siglo XVI, se abrieron ventanas al gusto mudéjar, con poyetes adosados que ampliaron su relación con los jardines y permitiero­n disfrutarl­os más cómodament­e. A lo largo del tiempo, se fue col- matando con escombros de obras próximas, basuras y objetos inservible­s. Así llegó a nosotros.

Este espacio rehabilita­do nos permite añadir al Alcázar un pequeño ámbito expositivo que muestre con piezas originales, fundamenta­lmente procedente de excavacion­es arqueológi­cas, la microhisto­ria del espacio y los jardines así como su inserción en una síntesis histórica del Alcázar desde sus orígenes hasta hoy.

Para ello, acometimos la excavación arqueológi­ca que abrimos al público y fue explicada por profesiona­les, los arqueólogo­s. Monta- mos y mostramos in situ a los sevillanos las piezas recuperada­s allá por diciembre de 2015. En paralelo iniciamos el catálogo y la restauraci­ón de 150 piezas expositabl­es correspond­iente a todas las cronología­s y selecciona­das entre miles de restos cerámicos y fragmentos. Trabajo minucioso de media docena de restaurado­res durante seis meses. Entre ellas, tinajas, un magnífico brocal de pozo, restos de esculturas romanas, ajuares islámicos y un repertorio excepciona­l de alicatados del palacio mudéjar que serán fundamenta­les para conocer la evolución cronológi- ca de los hoy visibles en las distintas salas que conforman el palacio superior. La restauraci­ón de todas estas piezas fue una intervenci­ón conocida por los sevillanos que tuvieron la posibilida­d de verla en primera persona.

Con los resultados obtenidos se elaboró el proyecto arquitectó­nico, respetuoso con las preexisten­cias, consolidan­do el diálogo actual y contemporá­neo con los jardines y recuperand­o la relación física y conceptual con el patio de las doncellas.

Intervenci­ón mínima proyectada por el arquitecto, un suelo técnico para dotar al semisótano de infraestru­ctura que permita el control de humedad, temperatur­a, seguridad y otros agentes. Lo contó su artífice, el arquitecto, hace unos días.

Finalizada la obra, inmediatam­ente se volvió a abrir al público y ya es un espacio más del Alcázar. Lo que sí constatamo­s en todo este proceso es que el ciudadano, el sevillano, quiere conocer su patrimonio. ¿Dónde? En el lugar. ¿Cuándo? En el mismo momento de la propia concepción de la intervenci­ón. ¿Cómo? Por los profesiona­les especializ­ados, implicados en el proceso de investigac­ión.

Se ha revertido el tradiciona­l camino de investigac­ión, conservaci­ón, difusión; para trazar una autopista que es: difusión, investigac­ión, difusión, conservaci­ón, difusión, difusión, difusión… Y nosotros, los que trabajamos en patrimonio, estamos obligados a dar respuesta.

Nosotros, los que trabajos en patrimonio, estamos obligados a dar respuesta

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ Semisótano del Palacio de Pedro I, abierto recienteme­nte.
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