“Bergman era hijo de un cura,
Roy Andersson, el Sueco de la Sonrisa Trágica, rodó un par de películas en los años 70 – Una historia de amor sueca (1970) y Giliap (1975)–, sufrió un tremendo vapuleo económico y crítico por la segunda y, cansado de mendigar dinero para poder hacer otra, abandonó el cine. Hasta su regreso 25 años después, en el año 2000, con Songs from the Second Floor, comienzo de su maravillosa, amarga y sin embargo hilarante trilogía sobre “lo que significa ser humano”, le dio tiempo, de sobra, para convertirse en una leyenda de la publicidad.
Lo inaudito es que el bueno de Andersson, siempre del lado de sus hombrecillos ridículos y perdedores y atento a las minúsculas agresiones y al enorme absurdo que se ocultan en los pliegues de la vida cotidiana, se dedicó a vender coches, loterías, seguros, agencias de viajes y cruceros, sartenes y cacerolas, kétchups y hasta campañas electorales del Partido Socialista sueco por medio de personas viejas, gordas, feas, patosas, calvas y pálidas, todo un muestrario de tipologías en las antípodas de la imbécil y roma perfección con la que, supuestamente, la publicidad debe hacernos soñar a todos.
Ayer, en la gala inaugural en el Lope de Vega, Roy Andersson, cineasta verdadero, humilde e incomparable con nadie más que él, recibió el Giraldillo de Honor del SEFF. Del sueco podrán ver los espectadores todos sus trabajos, desde esas dos películas de juventud hasta su aclamada trilogía, que completan La comedia de la vida (2007) y Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre la existencia (2014), con la que ganó el León de Oro de la Mostra de Venecia, y que presentaría también aquí mismo, en el SEFF de aquel año. La exhaustiva retrospectiva incluirá también viejas películas y cortometrajes de su etapa estudiantil y, en una más que suculenta primicia digna de celebración, tres secuencias (unos 15 minutos) de la película en la que anda trabajando ahora, titulada por ahora About Endlessness (Sobre el infinito).
“Es una película muy condensada que trata sobre la existencia, el amor, el humor, la risa y el llanto”, explicó ayer al respecto Andersson en un encuentro con la prensa. “Aunque últimamente estoy pensando en titularla en francés: Je t’aime: About Endlessness of Life”, añadió, sin poder parar de reírse de ese título “un poco heavy, ¿no?, ¡incluso para mí!”.
Llegó Andersson a este encuentro, a comienzos de la tarde, cojeando visiblemente y fatigado, pero sonriente, cercano, con ganas de divertirse y de rendir tributo a sus referencias –“aunque tampoco tengo tantas; quizás Fellini, que también lo condensaba todo bastante”– y a dos de sus películas favoritas de siempre: Viridiana, vo cineasta que emergió décadas después al dar continuidad en su Trilogía de la Vida al peculiar imaginario de raíz expresionista moldeado pacientemente en sus pequeños sketchs publicitarios, que terminaron siendo un laboratorio de suma importancia para él. “Después de la catástrofe que viví con Giliap me quedé frío, ne. “Es que la vida es fragmentaria. Y los fragmentos de la vida, unidos, pueden aportar más riqueza a la representación de la vida. Los seres humanos somos muy vulnerables, y eso es lo que yo quiero contar; por eso, aunque las planteo como comedias, mis películas siempre tienen un elemento trágico”, dijo Andersson, especialista en mirar sin contemplaciones el fondo de todas las cosas