Diario de Sevilla

Y yo de un vendedor de patatas”

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de Luis Buñuel, una obra de arte absoluta, y Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, con la que casi lloró de emoción la primera que la vio, confesó mientras iba remomorand­o la historia casi secuencia a secuencia y admirándos­e, de nuevo, ante la “empatía” que el maestro italiano hizo vibrar en las imágenes de su película.

Esa compasión de filiación inequívoca­mente humanista se encuentra también, como impulso fundamenta­l de hecho, en la obra entera del director sueco, cineasta radicalmen­te escindido en dos: el joven de Una historia de amor sueca y Giliap, que trataba de emular, contó, a sus héroes del neorrealis­mo –“De Sica, Milos Forman”– aunque en el intento se le colaron también un poco los nuevos aires formales y temáticos de la nouvelle vague; y el nue- paralizado. Ningún productor confiaba en mí, pero yo debía sobrevivir y además tenía una familia, hijos... Y empecé a hacer esos anuncios que yo afrontaba igual que afronto mis películas. Los hice con el mismo esfuerzo, y considero que tienen las mismas cualidades que ellas, por lo que para mí los anuncios son tan importante­s como las películas, y de hecho si los ponemos juntos uno tras otro, formarían un largometra­je de ficción”, dijo.

En aquella etapa, en la que por cierto le llovieron los premios, fue forjando esa narrativa fragmentar­ia y concisa hasta el tuétano, esa estructura de viñetas con situacione­s que se suceden como un muestrario inacabable de ternuras, desamparos y miserias de la condición humana, tan caracterís­tica de su triunfal retorno al ci- que importan cuando las sofisticad­as máscaras que nos ponemos en sociedad caen.

El nuevo Andersson, el Andersson a partir del año 2000, el que dio con “algo nuevo, totalmente condensado”, como insis- tía ayer, es pura artesanía, resonancia del cine mudo (¿un Tati oscuro?) y la densidad pictórica (es conocida su devoción hacia Brueghel el Joven y sus pinturas de proverbios). Prácticame­nte to- do en Songs from the Second Floor, La comedia de la vida y Una paloma se posó sobre una rama... está rodado en plano fijo. Con una profundida­d de campo, un tratamient­o cromático y una “luz sin piedad que no deja sombras para ocultar nada” –como dijo él mismo en una ocasión–, la fotografía y las composicio­nes son entre hiperreale­s y fantasmagó­ricas (muchos personajes tienen la cara demasiado blanca, como los muertos). La puesta en escena es radicalmen­te hierática; los diálogos, parcos. Y la escenograf­ía, cuidada con una meticulosi­dad inusual, la propia de alguien que puede dedicar dos meses a rodar una sola escena (y la prisa, que la tengan otros).

Afirmó hace tiempo Roy Andersson que Ingmar Bergman pensaba que una cara lo decía todo sobre el ser humano, pero que él, por el contrario, prefiere mirar la habitación de esa persona. No es la única discrepanc­ia que tiene el director con el severo e inevitable tótem del cine sueco y europeo. Preguntado por su relación con el cine de Bergman, sobre si hacer cine en Suecia es, inevitable­mente, hacer cine a la sombra de Bergman, y sobre esa imagen retorcida y desoladora sin remisión, Andersson, siempre cordial –pese a que la leyenda dice que Bergman, señalándol­o con su dedo de maestro, fue uno de los que con más ferocidad aplastó Giliap–, tuvo una salida muy suya: “Cuidado, que Bergman no estaba del todo equivocado, eh”, dijo entre risas sobre la oscuridad de su mirada al mundo, a la sociedad, a los seres humanos, a todo.

“Pero desde luego le faltaba un montón de sentido del humor. Además, era un hombre muy religioso, aunque no sé si su religiosid­ad era honesta, o si más bien era él religioso por cuestiones de protocolo. Lo que puedo decir al respecto es que hay una diferencia muy importante entre él y yo, y es que Bergman era hijo de un cura y yo, de un vendedor de patatas”. Y el viejo Roy Andersson, fatigado y vulnerable como todas sus criaturas, él con sus 75 años mal llevados, se fue a seguir viendo pasar la vida con ojos crepuscula­res y una sonrisa en los labios.

Mis anuncios son tan importante­s como mis películas; les dediqué el mismo esfuerzo, tienen las mismas cualidades”

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