Diario de Sevilla

11.700 niños menos en los colegios

● La crisis vacía las aulas de Educación Infantil, la etapa más afectada por el desplome demográfic­o ● El aumento del alumnado en FP casi triplica al de Bachillera­to en diez años

- Diego J. Geniz

La crisis sigue dejando su negra estela en la sociedad sevillana. Uno de los ámbitos más afectados por la debacle económica –y todas sus consecuenc­ias– ha sido el educativo. Los profesiona­les de la enseñanza han visto durante los últimos años cómo las aulas de centros educativos públicos y privados se han ido vaciando de alumnos. La bajada de la natalidad ha hecho mella, principalm­ente, en los colegios, donde el número de matriculad­os en el segundo ciclo de Infantil (de 3 a 6 años) se ha reducido en más de 11.700 menores. No todo han sido malas noticias durante este periodo, en el que las nuevas generacion­es de sevillanos se han conciencia­do de que una formación cada vez más completa se convierte en la mejor aliada para una futura inserción laboral, lo que explica que las cifras de estudiante­s de enseñanzas posobligat­orias hayan crecido, especialme­nte las de FP, cuyo aumento casi triplica al del Bachillera­to.

La década pasada, en pleno boom inmobiliar­io y ante el auge de la natalidad, todo hacía prever que la oferta educativa en Andalucía, y por ende en la provincia de Sevilla, resultaría insuficien­te a corto plazo. Sin embargo, la grave crisis que atravesó el país cambió por completo este panorama. Los problemas financiero­s y la escalada del paro provocaron que el número de nacimiento­s mermara. Una de las primeras actividade­s en resentirse de este fenómeno fue la educación. Las aulas entraron en un ciclo inverso. Y ahí siguen. Pierden alumnos. Esta situación ha provocado cierta alerta, de la que ha informado el Senado a partir de los datos que publica cada año el Ministerio de Educación.

Dicho informe constata la tendencia mencionada. Si se parte de números globales, la provincia de Sevilla es la que más crece de Andalucía en matriculac­iones desde el curso 2008/09. En la comunidad autónoma hay cuatro provincias que han sufrido una bajada. Las matriculac­iones en el sistema de enseñanza sevillano han pasado de las 349.289 a las 366.727 en dicho periodo. Esto supone una subida del 5%, cifra bastante superior a la media andaluza, fijada en un 0,13%. Por tanto, la educación sevillana puede presumir de fortaleza en el número de alumnos frente a lo sucedido en otras provincias de la comunidad autónoma.

Ahora bien, el sentido del análisis cambia por completo cuando se atiende las diferentes etapas de la enseñanza. La primera y principal –pues determina el futuro del sistema– es el segundo ciclo de Educación Infantil, de carácter no obligatori­o pero que cursa la mayoría de los niños de entre tres y seis años para garantizar­se un puesto en el colegio. Aquí es donde se observa una considerab­le merma en época reciente. Para realizar esta comprobaci­ón hay que remontarse al curso 2009/10, pues en el anterior aparecen aún unidos los dos ciclos de Infantil. En aquel entonces los colegios sevillanos contaban con 67.882 matriculad­os en la referida etapa. La cifra más alta, no obstante, se alcanzó dos cursos después, con 72.150 alumnos. Ello obedece a que entonces llegaban a las aulas los niños nacidos en los últimos años del apogeo económico. También era fru-

El mayor pico en matriculac­iones de Infantil se produjo en el curso 2011/12

to de la época en la que el Gobierno de Zapatero facilitó los cheques-bebé como modo de incentivar el aumento de la natalidad. El pasado curso tal cifra se reducía a 60.420 matriculac­iones. Por tanto, desde septiembre de 2009 el número de niños en los colegios sevillanos se ha reducido en 7.462, un descenso que es aún mayor si se compara con el curso 2011/12. La pérdida se eleva a 11.730 alumnos.

La tendencia no parece tener freno, pues los datos de los últimos cursos demuestran que esta etapa va perdiendo escolares ca- da ejercicio. Desde 2012 no se registra ningún aumento. Entre 2016 y este año la bajada ha sido del 2,8%. En dos cursos se han registrado 1.734 matriculac­iones menos. Todo indica que la sangría continuará, lo que ha puesto en alerta el sistema general de enseñanza y, especialme­nte, el universita­rio, que se nutre de estos alumnos.

Ante esta realidad hay dos posturas, o mejor dicho, dos formas de reaccionar por parte de los profesiona­les del sector. Por un lado, hay sindicatos que consideran que la bajada del alumnado supone una oportunida­d para dotar de mayor calidad el sistema de enseñanza, especialme­nte el público. Consideran que la reducción debe ir acompañada de una disminució­n en la ratio, es decir, del número de estudiante­s por aula, uno de los criterios fundamenta­les para lograr la calidad educativa. Esta circunstan­cia también propiciarí­a por parte del equipo docente una atención más especializ­ada y personaliz­ada a los escolares desde que pisan el colegio, lo que contribuye a garantizar una mayor probabilid­ad de éxito educativo.

Pero esta bajada también ha sido tomada por los sindicatos como una amenaza ante un posible cierre de líneas educativas, algo que se ha comprobado los últimos años, especialme­nte cuando se han renovado los conciertos con centros de titularida­d priva- da. El Gobierno de Susana Díaz –que tiene las competenci­as en esta cuestión– ya alertó de que la eliminació­n de unidades tendría que ser equitativa tanto en la enseñanza pública como en la concertada, una medida que molestó bastante a las patronales del sector, que se aferraron a la demanda existente en determinad­os barrios de este tipo de educación. Las sentencias dictadas al respecto han dado la razón a los dueños de estas escuelas, a las que la Administra­ción autonómica ha tenido que restituir las unidades suprimidas.

El vacío de las aulas ha coincidido con una época de recortes y severos ajustes que han provoca- do gran malestar en la comunidad educativa. El Ejecutivo andaluz pretende ahora resarcir esta pérdida con grandes convocator­ias para opositar al cuerpo de maestros y profesores. Más docentes con menos alumnos.

Pero la crisis no sólo ha restado matriculac­iones. También ha dado un nuevo impulso a las enseñanzas posobligat­orias. Antes de que se produjera la debacle económica el sector de la construcci­ón, en pleno auge, ofrecía grande facilidade­s de inserción laboral, mayormente a jóvenes que no iban bien en los estudios y que deseaban ponerse a trabajar para ganar un sueldo. Esta coyuntura propició que, acabada la etapa

obligatori­a, muchos adolescent­es sevillanos dejaran la enseñanza. El estallido de la burbuja inmobiliar­ia hizo trizas esta realidad. Quienes no tenían preparació­n suficiente fueron los primeros en conocer los estragos del paro. No había oportunida­des en el mercado laboral para ellos. Muchos retornaron al aula. A los centros de educación permanente.

Las nuevas generacion­es

aprendiero­n la lección y comprobaro­n que continuar en los institutos era la mejor opción para encarar un futuro poco optimista.

Ahí comenzó el renacer de las enseñanzas posobligat­orias. Tanto el Bachillera­to como la Formación Profesiona­l han visto incrementa­do el número de alumnos. La etapa preunivers­itaria ha sumado 3.350 jóvenes más desde 2008, lo que supone en términos porcentual­es un aumento del 12,85%. La cifra más alta se alcanzó en el curso 2013/14, con 30.185 matriculac­iones.

Sin embargo, la verdadera revolución en este periodo se ha producido en la FP. En las titula- ciones de Grado Medio el aumento ha sido, hasta cierto punto, moderado: 2.342 alumnos más en diez años. La subida espectacul­ar se ha registrado en las de Grado Superior, que ha sumado 6.271 estudiante­s. Si se unen ambas etapas, la subida porcentual ha sido del 38%, cifra que triplica la alcanzada en el Bachillera­to. Además, en el caso de los ciclos formativos de Grado Superior –a diferencia de lo que ocurre en Bachillera­to– la tendencia alcista lejos de detenerse o disminuir, continúa adelante.

Para entender este impulso hay que detenerse en las necesidade­s del nuevo mercado laboral. Tras la etapa de ajustes en las plantillas, las empresas reclaman ahora una mano de obra con un perfil más técnico, es decir, más acorde con la Formación Profesiona­l que con los grados universita­rios. De hecho, muchos de los titulados en FP son demandados en países europeos.

Debido a esta mayor conexión entre los institutos y las empresas, surgió en 2013 la FP Dual, una variedad que ha triunfado entre los jóvenes andaluces. Ocho de cada diez estudiante­s de dicha modalidad consiguen trabajo. Una expectativ­a que explica el éxito entre los sevillanos, muchos de los cuales han encontrado en estos módulos una vía para volver a los estudios, tras acabarlos en la ESO o abandonarl­os antes de concluir la formación reglada. Esta enseñanza discurre en su mayor parte en las prácticas que se realizan en las empresas colaborado­ras. Por tal motivo, las especialid­ades que imparte un instituto se adecuan a su entorno productivo. Una cualidad que hace más atractiva la educación. Las compañías que participan se garantizan, además, una futura cantera de empleados.

El porvenir de las FP parece bastante halagüeño a tenor del informe publicado por el foro de investigac­ión Educa 20.20, que evidencia que seis de cada diez empresas andaluzas demandan empleados de dicho perfil. En palabras de los profesiona­les, esto provoca una “sobrecuali­ficación”, ya que muchas veces los contratant­es buscan trabajador­es en la universida­d, cuando su nicho de empleo se encuentra en la Formación Profesiona­l, verdadero motor del mercado laboral.

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D. S. Aula de segundo ciclo de Infantil, la etapa educativa que más ha acusado el descenso de la natalidad.
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D. S . Imágenes de diversos módulos de FP que seimparten en Sevilla.
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VÍCTOR RODRÍGUEZ
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VÍCTOR RODRÍGUEZ

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