Diario de Sevilla

LA ESTRELLA DE SEVILLA

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NO nos referimos a la Virgen de la Estrella, de tanta devoción en Triana y en toda la ciudad. Ni a la leyenda de la bella sevillana Estrella Tavera, que Lope de Vega transformó en un clásico del mejor teatro. Nos referimos a una cuestión menos trascenden­te, pero indicativa de la posición de Sevilla en el desarrollo social y económico de España. Hablamos de la solitaria estrella con que la Guía Michelin distingue al restaurant­e Abantal del chef Julio Fernández, entre todos los establecim­ientos de Sevilla y provincia. Una distinción acreditada que ya ostentan dos restaurant­es en la provincia de Córdoba, dos en la de Cádiz, ocho en la de Málaga, uno en la de Huelva y dos en la de Almería. ¿Por qué en Sevilla tan sólo una? En primer lugar, porque es muy difícil. Tienen que reunirse varias circunstan­cias. La primera y más compleja, que un profesiona­l o gru- po de profesiona­les tenga confianza en un proyecto y el valor y la tenacidad necesaria para llevarlo a cabo. Y desde luego, un entorno social y económico que lo apoye. Y no es que en Sevilla no haya cocineros que lo intenten y lo merezcan. Si repasan la citada Guía podrán encontrar nombres de establecim­ientos sevillanos que están en ese camino. Y siguen abriendo nuevas casas para la buena mesa, llenas de ilusiones y saber hacer por parte de sus responsabl­es, a los que deseamos siempre suerte porque sabemos de la extrema dificultad y la dureza del oficio de cocineros.

Pero me gustaría darle una vuelta más a la pregunta formulada. ¿Por qué una sola estrella Michelin en Sevilla? Ayer celebramos San Martín. La tradición nos dice que comienza un nuevo año agrícola y llega la matanza del cerdo. Y además de las casta- ñas ya están en nuestras mesas las aceitunas nuevas. En cada pueblo y en cada casa se preparan los aderezos para conservar los frutos a lo largo de todo el año, con cocimiento­s y salmueras. De entre las mejores aceitunas, se escogen las más hermosas, las más carnosas, para prepararla­s en aliño, y poder comerlas en pocos días. Gordales entreverad­as, sajadas y endulzadas, con ajo, tomillo, orégano, sal, laurel, pimiento, limón, naranja amarga y agua en una orza. Como ya contaba hace unos días, el cerdo, las aceitunas y su aceite, no son más que dos ejemplos de la rica despensa que disfrutamo­s. Entonces, ¿por qué no hay más gastronomí­a de élite en Sevilla? Quizás sea que los sevillanos no somos amantes de las mesas con mantel. Y tengamos un sustrato más rural que urbano en nuestros gustos. Y eso está bien. Pero somos Sevilla. Y a todos nuestros méritos debemos añadir lo que ofrece a una ciudad figurar en las élites gastronómi­cas.

Si estamos abocados a una ciudad que vivirá del turismo y aspiramos a que éste sea de la máxima calidad, Sevilla no puede tener una oferta gastronómi­ca encapotada, sin estrellas.

Hablamos de la solitaria estrella con que la

Guía Michelin distingue al restaurant­e Abantal

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JUAN RUESGA NAVARRO

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