Movimientos de la enseñanza
sos, reino de la torpeza y la mano temblorosa: un policentro ruidoso que subraya la impresión que todos tenemos al entrar en un hospital. Otro lugar, otras leyes a interpretar.
Luego llega el tiempo del careo, del plano/contraplano, de apilar estratos discursivos, conf lictos y puntos de vista, sobre aquel que sobrevoló el arranque, el movimiento didáctico. Ahí es donde surgen o se superan las dudas, se fortalecen las vocaciones o se erosinan para siempre. Sin el más mínimo subrayado, lejos de cualquier voluntad de mensaje-masa
el cineasta acumula particularidades y disyuntivas, firmemente convencido de que lo bueno terminará abriéndose paso: de no producirse de esta manera, el pre- cario sistema se hubiera ido al garete hace tiempo.
De chaque instant termina siendo un nuevo homenaje velado al enseñante, no muy lejos de aquel Ser y tener, en tanto que lanzador de anzuelos. Y Philibert lo marca casi imperceptiblemente, al sostener más de la cuenta el plano o cambiar la óptica. No hay mucho hueco para el mimo, ni en el documental ni en la vida hospitalaria, pero aquí comparece este otro cuidado superpuesto al que hay que proporcionar al enfermo: y es que resulta preciso alentar al alumno y a la vez protegerlo del mal profesor, del quemado por la vida profesional; afianzar sus virtudes innatas sin ocultarle que no pocas veces le pagarán con la moneda más ingrata.