... antes que Roma Sevilla proclamó
DOS en uno. Ricardo Suárez dio una lección sobre la Pintura y una lección sobre Sevilla. Manuales que se unen si hablamos de la Inmaculada, cuya interpretación personalísima presentó ayer en la Fundación Cajasol. “Pintar la Inmaculada siempre fue una obsesión para mí”.
Un afán que el artista sevillano perseguía mucho antes del cuarto centenario del nacimiento de Murillo. En cierta forma, el anhelo es anterior incluso a tan notorio alumbramiento. En 1615, tres años antes de que naciera en Sevilla Bartolomé Esteban Murillo, la hermandad del Silencio a la que pertenece Ricardo Suárez abanderó la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción. Sevilla se adelantó dos siglos a Roma (como cantó Silvio).
“No le podíamos decir que no porque Murillo es Sevilla y porque la Inmaculada es uno de los símbolos que representa a la ciudad”, dijo Antonio Pulido, de la Fundación Cajasol, que considera a Suárez un pintor de la casa, autor de los presentes pictóricos que le entregan a los que participan en los mano a mano.
El pintor sigue al pie de la letra el Apocalipsis: una mujer reves-
En el cuadro da rienda suelta a su anhelo fluvial y a un dictado de hermano del Silencio
tida de sol con la luna a sus pies y una corona de doce estrellas. Sin aditamentos. “El Barroco tenía el horror vacui, no podía dejar ningún espacio en blanco”. Una obsesión y una promesa. La modelo se llama Lucía, vecina de los Terceros. “Se lo prometí cuando era una niña de seis años y ahora es una mujer de treinta”.
El dogma y el río. “Una constante en mi obra es la reivindicación del río Guadalquivir como eje vertebrador de Andalucía”. El río como Estatuto de agua y limo que está en el cuadro “en las verticales”. Catarata de un empeño f luvial de quien fue ribereño en San Juan de Aznafarache y creció entre políticos y gestores que le daban la espalda al río, el gran señor de Andalucía de Góngora.
Suárez habló de Murillo. “Murillo no inventa nada. Aporta un nuevo lengaje naturalista con referencia a los antecesores”. El