La vigencia de un genio
Una macroexposición con cinco sedes (Cicus, Santa Clara, Atín Aya, La Caridad
1 Al llegar la modernidad, señala el investigador y artista Pedro G. Romero, Murillo quedó orillado “fuera del canon” pese a que otros artistas vinculados a su ciudad como Velázquez, Zurbarán o incluso Valdés Leal lograron cruzar los siglos manteniendo intacto el prestigio que habían conquistado. La posteridad fue cubriendo sus obras de una pátina vaporosa, acusando al maestro de un carácter edulcorado, relegando sus trabajos “a la ilustración de productos industriales, a las latas de carne de membrillo”, resalta Romero, uno de los comisarios –junto con Luis Martínez Montiel y Joaquín Vázquez– de la macroexposición Aplicación Murillo. Una propuesta que se despliega en cinco sedes diferentes –el Espacio Santa Clara, la Sala Atín Aya, el Cicus, el Hospital de los Venerables y el Hospital de la Caridad– y que ofrece hasta marzo las “herramientas” para mirar “de una forma radicalmente nueva” al pintor, según adelantan los responsables de la cita.
La última gran muestra que programa el Año Murillo resalta las conexiones que el genio del Barroco, un creador “que nos sigue apelando cada día”, tiene con el presente. A través de una serie de “estancias y espacios de relación” y de más de 600 obras procedentes de instituciones como el Prado, el Macba, el Museo del Romanticismo o el Reina Sofía, Aplicación Murillo sostiene que “muchas de las prácticas visuales del arte de nuestro tiempo”, desde la fotografía social a la performance, derivan de los “modos de hacer” del clásico. Una tesis que suscriben los trabajos de artistas tan diversos como Picasso, Ocaña, Julio Romero de Torres, Sol Lewitt, Norah Borges, Gloria Martín Montaño, Juan Muñoz o Agustín Parejo School, presentes en la muestra.
Aplicación Murillo desmonta también los equívocos que han contaminado el recuerdo del ar-
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tista y las ficciones que potenciaron lo novelesco de su trayectoria. Entre esos conceptos, apunta Romero, se rebate ese discurso “que ha sido constante en el entorno académico y que distingue entre un Murillo devocional y uno secular, una división que no tiene mucho criterio porque el mérito de los niños de Murillo es, precisamente, que la mirada religiosa les otorga una dignidad insólita hasta entonces en el arte europeo”. En sus Lecciones de estética, Hegel catalo- garía como moderno a Murillo por dar a esos mendigos el trato propio de ángeles o dioses.
Otra percepción errónea, continúa el comisario de Aplicación Murillo, es atribuir a Murillo una sensibilidad un tanto remilgada, una acusación que surge de la “lectura superficial” que suele hacerse del arte contemporáneo. “La amabilidad de Murillo es una especie de vaselina con la que esconde las tensiones de su tiempo”, argumenta Pedro G. Romero.
Picasso, Ocaña, Romero de Torres, Juan Muñoz o Sol Lewitt son algunos de los autores recogidos