Diario de Sevilla

6-D: SALVAR AL PADRE

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EN tal día como ayer, hace 40 años, organizaro­n un referéndum entre todos los españoles para aprobar la Constituci­ón. Se había gestado en las Cortes tras muchas peripecias y discusione­s. Fue más difícil de lo que ahora se supone. A esa Constituci­ón le han practi- cado varios retoques en los últimos 40 años. Casi todos por cuestiones técnicas de adaptación. Sin embargo, cuando se habla de reformarla, se cae en el error de intentar modificarl­a en su esencia. Se olvida que es el fruto del consenso entre las dos Españas, entre la derecha y la izquierda. Por lo cual, para cambiarla, hay que ponerse antes de acuerdo. Siempre que se enfrente a media España contra la otra media, el final ya se sabe cuál es. Había ocurrido así en los dos siglos anteriores.

El gran problema de ahora es que quieren matar al padre. A los políticos adanistas como Pablo Iglesias (que es quien maneja esos asuntos), les conviene reinterpre­tar la historia y romper el pasado. Falsear una realidad que existió y de la que ha derivado todo lo que vino después. Y lo que vino es que España nunca había tenido un sistema democrátic­o aceptado por la derecha y la izquierda durante casi me-

dio siglo. Por lo cual esta Constituci­ón es magnífica, una maravilla. Para dejarla peor, es preferible que se quede como está.

Pero el complejo de Edipo está muy arraigado en la incultura política actual. Edipo asesinó a Layo y se casó con Yocasta, y descubrió después que eran sus padres. Sigmund Freud, el gurú del psicoanáli­sis (que en otros tiempos era como un profeta para cierta izquierda), lo llevó a la psiquiatrí­a para explicar esa tentación que tienen algunos hijos por hacer lo contrario que sus padres. A veces lo llaman rebeldía.

Se conocen muchos ejemplos de hijo que ha matado a su padre (en la forma de pensar), o que ha destruido su memoria.

Con la Transición, y con el rey Juan Carlos, tienen un grave complejo de Edipo. Quieren matar al padre, y bien muerto, a conciencia. Sin embargo, los hijos democrátic­os de la España actual no existirían sin el padre. El Rey encarna ese ejemplo. Es inexplicab­le la monarquía de Felipe VI sin valorar lo que hizo su padre, Juan Carlos I. Y tampoco se puede explicar al Rey de la Transición sin su padre, don Juan de Borbón, que nunca reinó, pero que contactó con los opositores del exilio para consolidar una monarquía democrátic­a en España. A pesar de Franco y los franquista­s, que querían perpetuar su régimen.

Salvar al padre es nuestro deber. Salvarlo y no olvidar que construyó la mejor España posible: la que se reconcilia­ba, con dolor, después de una guerra.

Con la Transición y con el rey Juan Carlos tienen un grave complejo de Edipo. Quieren matar al padre, y a conciencia

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JOSÉ JOAQUÍN LEÓN jjleon@grupojoly.com

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