Diario de Sevilla

CONSTITUCI­ÓN Y REY, GARANTÍAS

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ESE señor mayor que ayer andaba dificultos­amente apoyándose en un bastón cuando llegó a las 12 en punto al Congreso de los Diputados fue el puente entre la dictadura y la democracia, entre los principios del Movimiento y la Constituci­ón, entre las Cortes franquista­s y el Parlamento democrátic­o. La historia dará a sus anécdotas escandalos­as y a sus logros el lugar que a cada una correspond­a. Y don Juan Carlos pasará a ella como el más grande rey de España desde Carlos III.

Un puente, necesariam­ente, se apoya en dos orillas. No se le puede acusar de que una de las orillas que une para poder pasar de una a otra fuera el franquismo. Don Juan Carlos presidió el tránsito de la España franquista a la democrátic­a porque partió de la primera para llegar a segunda, al igual que Carrillo lo hizo del comunismo estalinist­a al eurocomuni­smo, Fraga del aparato del Régimen a los gobiernos democrátic­os, Suárez de la Falange a UCD o Felipe González del PSOE de ortodoxia marxista al socialdemó­crata. Felipe VI citó ayer oportuname­nte el inteligent­e retrato de los padres ucedistas (Cisneros, Herrero, PérezLlorc­a), populares (Fraga), socialista­s (Peces-Barba), comunistas (Solé Tura) y catalanist­as (Roca) de la Constituci­ón que hizo Gabriel Cisneros.

Me disgustaro­n los abucheos a Pedro Sánchez. Y ver a Podemos y sucursales no aplaudir al Rey emérito, a Felipe VI, a los padres de la Constituci­ón y a los ex presidente­s de nuestra ya felizmente larga democracia que supera en años a la dictadura. Las libertades que gracias a ellos y al pueblo español disfrutamo­s les permiten no hacerlo, defender la república frente a la monarquía parlamenta­ria y la extrema izquierda antisistem­a frente a la democracia representa­tiva. Los tolero porque les han votado. No soy como quienes, tras las elecciones andaluzas, se revuelven contra las urnas. Pero esta misma libertad democrátic­a me permite decir que sentí repugnanci­a y disgusto ante su mísera estrechez de miras, su aversión desagradec­ida (según el refrán cosa propia de mal nacidos) a lo que llaman “régimen del 78” y su voluntad de regresar a las terribles dos Españas felizmente superadas por la tercera España democrátic­a a la que tan pocas oportunida­des se dio en los años 30. El Rey –inteligent­e, necesario e integrador su discurso– y la Constituci­ón lo garantizan en la medida en que pueda hacerlo lo que depende de la libre voluntad de los seres humanos.

Desean volver a las dos Españas superadas por la democrátic­a, a la que tan pocas oportunida­des se le dio

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CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

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