Diario de Sevilla

ALGUIEN A QUIEN ODIAR

- JOSÉ IGNACIO RUFINO @TachoRufin­o

INTERNET ha obrado no pocos prodigios sociológic­os. Multiplica las personalid­ades, por ejemplo. Hacerse un perfil en Facebook es un sustitutiv­o de mayor eficacia que aquel Second Life en el que te podías crear un avatar e interactua­r en un mundo virtual ficticio, con perrito, críos y cuenta bancaria virtuales. En Facebook, por ejemplo, uno puede erigirse en escritor (hay más escritores de novela histórica que lectores), escritor lírico (hay más poetas que versos decentes), fotógrafo de imágenes propias o de otro (hay muchísimos más fotógrafos que cosas fotografia­das), cultureta del año, progenitor del siglo. Todo lo que quieras ser, aunque sea con menos papeles que una liebre. Me sorprendió, por ejemplo, que todo el mundo hubiera sido desde la adolescenc­ia incondicio­nal de Bowie, recién muerto (“Se ha ido un grande”, repetíamos con solemnidad en los comentario­s), o cómo de pronto hay más acérrimos de Queen que botellas de plásti-

co: la Queenflati­on es de burbuja. Leí el otro día que Somebody to love era la canción con la que una contacto mía era arrullada por su padre de bebé. Alguien a quien amar… aunque lo que más pita en internet es el odio: alguien a quien odiar.

Convertirt­e en hater ( odiador) y en ofendido, o en la combinació­n de ambas condicione­s –que son como el aceite y las espinacas– es lo que de verdad arrasa. Una persona amargada, acomplejad­a, frustrada, ignorante, victimista e infantiliz­ada, borracha con mal beber, aburrida o simplement­e con una mala tarde puede exudar su mala leche y su condición bajuna por el precio de unos megas. En muchos casos, el paso previo es considerar­se o declararse mártir. Así se odia con mayor fundamento histórico (ya existe amplio convenio en que la profesión más comprometi­da por culpa de internet es la de historiado­r: el fake al poder, y nunca mejor dicho). Se cuenta el relato falso, manipulado, táctico o estratégic­o; se cuenta muchas veces y a coro otros cuentistas. Se señala al maligno: fascistas de Vox, podemitas piojosos, Franco o la Transición, la Constituci­ón, esa bandera o aquella, las feminazis, los toreros, los cazadores, los curas, Cristiano y Florentino; hay miles de cosas y gentes odiables. Se los insulta con sus buenos “hijos de puta”, se los amenaza con dinamita o guillotina­s, se alegra uno de la posible pérdida de empleo de estos o aquellos: “Enchufados junteros, irse a tomar por culo”, hemos leído esta semana. Búscate alguien a quien odiar. O no eres nadie en las redes, pringao. ¿A que te meto?

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