Diario de Sevilla

LA POLÍTICA VUELVE A LOS BARES

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

LA gente ha vuelto a hablar de política. Es quizás el efecto menos destacado de estos días en los que vivimos apasionada­mente el vuelco andaluz. Hemos pasado de los expertos en la prima de riesgo, olvidada ya como un clínex usado, a sentarnos en las cátedras callejeras sobre comunicaci­ón política y posicionam­iento de las formacione­s según el ideario. Hay expertos en afinar con precisión de cirujano (que rima con tertuliano) si un partido ha formulado una propuesta que lo sitúa a la derecha o a la izquierda, en la extrema izquierda o en la extrema derecha, en el centro-derecha o en el centro-izquierda. Esto, en el fondo, es tan preciso como la tarde-noche, la pre-Navidad, la pre-Cuaresma, la pre-Feria o el tardozapat­erismo que encarna Pedro Sánchez, dicho sea por no salirnos de la política. El caso es que la política está de nuevo al alza en las conversaci­ones después de muchos años en los que imperó la prudencia, el no señalarse, el no meterse en líos y el no buscarse enemigos gratuitos. Tal vez se haya perdido el miedo, o simplement­e se carezca de prudencia, un valor que cotiza a la baja con tanta sobreexpos­ición del personal en las redes sociales. Todo el mundo se siente invitado a abordar la cuestión política desde la misma mañana del 3 de diciembre, cuando ya en el saludo se notaba la antesala de una valoración del resultado. La política vuelve a vertebrar a la sociedad andaluza, tancredian­a, anestesiad­a y feliz en su indolencia. Se percibe cierto despertar, pero impera el temor de que se trate, una vez más, de la típica moda pasajera, del interés por lo nuevo que marca a todas las sociedades de consumo. Quizás por eso el nuevo partido, consciente de esta circunstan­cia, repite machaconam­ente una cantinela: “Hemos venido para quedarnos”. La política tiene mucho de vocación de perpetuida­d. En el fondo, mucho hemos oído hablar de la célebre manifestac­ión en favor de la autonomía y cómo se fue disipando aquel fervor. Fue una gaseosa. Aquella jornada de 1977, verdaderam­ente histórica, es recordada por muchos con una profunda nostalgia. Basta mirar, por ejemplo, los índices de participac­ión en la consulta sobre la reforma del Estatuto de Andalucía de 2007 –treinta años después de aquella explosión popular– para apreciar el escaso interés del personal por asuntos trascenden­tales de la comunidad autónoma. Este referéndum despertó el mismo interés que la publicació­n en un libro de todos los discursos de fin de año de los presidente­s autonómico­s. Ahora se habla de nuevo de política en los bares, donde el servicio está al fondo... a la derecha. Todo es cuestión de posición. Siempre.

Hemos perdido el miedo a hablar de política, o tal vez simplement­e carecemos ya de prudencia...

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