“Me pidieron un aval para el piso y les ofrecí mis manos de trabajador”
cuentos. La triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada es brutal.
–¿Ha vivido ‘empresas y tribulaciones’ como el Gaviero de su compatriota Álvaro Mutis?
–He sido un buscador, un atrevido. Eso me lo dejó mi padre, que no pasó de tercero de Primaria y se crió en el campo, como sus 21 hermanos. Allí nadie estudiaba, pero quiso ir a Cali para aprender mecánica. Le salió mal dos veces y a la tercera lo logró. Yo me crié en el campo. Me daba miedo el ruido de los carros de la ciudad, porque estaba habituado al ganado, al café y la caña de azúcar. –¿Qué está haciendo ahora? –Estoy en el momento que venía buscando. Me vine a España por una necesidad artística, no económica. Económicamente vivía mejor en Colombia que aquí. Tenía mi trabajo de profesor de
Estaba en Bellas Artes cuando le dieron el Nobel a García Márquez, coincidió con un fervor de cambio”
Grabado y seguía con la publicidad. Pero no encontraba mi sitio. Quería buscar un lenguaje expresivo para decir lo que pienso y lo que siento. Lo que hago aparte de las pinturas de monumentos y cosas costumbristas. –Tiene el taller en la calle Alfarería, junto a los nietos de los ceramistas que hicieron la plaza de España y la Expo del 29.
–Mi vecino Antonio Campos participó en muchas restauraciones.
–¿La materia tiene alma?
–Estoy explotando las posibilidades de un lenguaje particular con las placas matrices y elementos escultóricos. El resultado se llama Teatro Humano, así titulé la exposición que fue a Salzburgo. –La tierra de Mozart...
–Me gusta el blues y la salsa. –¿Su familia se adaptó?
–Ana Sofía, mi esposa, hasta intentó bailar sevillanas. Sin ella no estaría haciendo lo que hago. Dejó su oficio de acupuntora para dedicarse al taller, se echó encima toda la burocracia que implica un negocio. Formamos un equipo tremendo.