Adiós, ‘narraluz’
Durante las últimas semanas, la familia del padre Carlos Muñiz Romero hemos convivido con sentimientos encontrados cuando se han mezclado el dolor por la muerte de nuestro hermano y tío, y, coincidiendo en el tiempo, hemos podido sentir el cariño, el afecto, el respeto y la admiración de muchas personas hacia el padre Muñiz. Son muchas las muestras de reconocimiento que hemos recibido, de personas cercanas, anónimas, y de personalidades del mundo de la cultura con quien Carlos Muñiz tuvo la suerte de compartir momentos inolvidables que él recordaba con asiduidad, mostrando también en vida su agradecimiento, por ejemplo, con don Antonio Burgos por ser su “lazarillo” en la Sevilla cultural de aquella época que hizo posible la edición de algunas de sus obras. Eva Díaz Pérez, Antonio García Barbeito... Muchos han sabido reflejar la personalidad del cura Muñiz, que le viene de casta, por su parentesco con José Nogales, José Andrés Vázquez y Manuel Chaves Nogales; amigo de la buena gracia del pueblo andaluz y alérgico a la bufonería, que, aunque oriundo de la Sierra de Aracena de la que nunca renegó y siempre recordaba, vivió muy intensamente la ciudad de Sevilla; pregonero de las Glorias, narrador de su Semana Santa en el balcón de la Cope en la Campana tantos años, predicador en muchas hermandades de Sevilla, apasionado de la Maestranza y de Curro Romero, vivía esta ciudad con la grandeza que los andaluces inquietos y con alma viven su tierra. Por último, per-
mítame recordar, por ser de justicia, a toda esa generación de grandes escritores andaluces, los narraluces, olvidados en la memoria de un pueblo sin memoria, y abandonados también de las grandes editoriales que, por desconocimiento o interés, no permiten a nuestros hijos conocer la obra de una generación comparable a la del 27, probablemente por no mediar en su obra una Guerra Civil... María José Trevilla (Sevilla)