Diario de Sevilla

“El lado oscuro de Cádiz merece contarse”

- Pilar Vera

–Tras La Carcoma vuelve a la novela negra con La melodía de la oscuridad. ¿Qué le ofrece el género?

–Para mí, su principal cualidad es que mantiene al lector enganchado una vez se presenta la trama. A través de distintos enigmas, tanto el que escribe como el que lee la historia se ven llamados a utilizar su intelecto para desentraña­r qué ha ocurrido. La novela negra ofrece una gran libertad y bastante recompensa.

–Como los grandes detectives del género, Adriano, el protagonis­ta, es asesor de las fuerzas del orden. Pero es ciego... ¿cómo se le ocurrió que podría resolverse algo así narrativam­ente?

–Precisamen­te, por el reto que suponía: cómo contar una historia desde la perspectiv­a de una persona invidente. Tuve que recurrir a organizaci­ones como la ONCE para informarme de cómo es la vida de las personas que, como él, pierden la visión de repente. Por ejemplo, uno de los detalles que más me llamó la atención es que uno imagina a una persona ciega palpando con las yemas, como palpamos nosotros: pero les enseñan a palmar con los nudillos, porque la piel fina de los dedos enseguida se resiente. O los sueños: las personas ciegas sueñan a veces con recuerdos de cuando veían, y otras sueñan con ruidos y olores. Pensamos en la oscuridad como algo total, pero lo cierto es que existen luces y sombras residuales, del nervio óptico intentado reaccionar. También pensamos que sólo hay una víctima cuando alguien pierde la visión, pero también lo es el círculo cercano.

–Se agradece que se contemple que alguien que sufre puede convertirs­e en un ser mezquino.

–Exacto. De esa pregunta de: “¿Qué hay de ti en los personajes?”, yo creo que el Adriano desagradab­le es lo más parecido que puede haber de mí, porque es como imagino que yo reaccionar­ía si me sucediera.

–En el caso del protagonis­ta, él se ve doblemente fuera del mundo.

–Planteo que Adriano es víctima de un atentado en Intxaurron­do, en los años difíciles del terrorismo, cuan- do los agentes de Guardia Civil hacían toda la vida dentro del cuartel porque era peligroso salir fuera. Cuando queda ciego, se siente fuera del mundo, y vuelve a sentirse vivo cuando lo llaman para el caso de un asesino en serie. Se siente útil, y eso le da luz a toda la oscuridad.

– La melodía de la oscuridad se une a una serie de tí- tulos de misterio que tienen Cádiz como escenario. Somos muchos diciendo desde hace mucho tiempo que no todo es luz.

–Yo soy de aquí, y soy un enamorado de la ciudad, y es un lugar con fama merecida de alegre, está asociado a la fiesta, los carnavales... Pero también tiene un lado oscuro, empezando por lo económico, por gente acostumbra­da a sobrevivir, por el mucho paro... Perder la oportunida­d de indagar en todo eso sería un desperdici­o. De hecho, aún es pronto para hablar de nada de una próxima novela pero, si hay algo seguro es que el escenario será en un Cádiz invernal: lluvioso, desapacibl­e, en su cara dura del Atlántico.

–Y el otro escenario que aparece es... Rumanía. –Para crear al asesino, al antagonist­a, necesitaba un personaje sin identifica­ción. Y recordé un momento a finales de los 90, principios de 2000... que llegaron muchísimos rumanos. Curioseand­o sobre el tema, me di de bruces con la realidad de la etnia gitana en Rumanía: cientos de miles de personas a quienes la sociedad discri- mina y no les ofrece un proceso de identifica­ción, gesto que contribuye a equilibrar, de paso, los datos y la economía de uno de los países más empobrecid­os de Europa. Además, a los gitanos se les hace la vida imposible en muchos pueblos, de forma que terminan haciendo sus propios guetos y se dedican a la chatarrerí­a o a lo que pueden. Este tipo de cosas forman parte de los usos de la ficción, que no está sólo para evadirse o entretener, sino también para dar a conocer ciertas realidades, para que el lector reflexione sobre el mundo que le rodea.

–Se define primero como escritor, pero es sargento de Infantería de Marina. Imagino que habrá dicho, como ocurre en periodismo, “aquí tengo historias para un serial, pero cuando esté bien lejos”.

–Claro, ocurre que, de mo-

mento y precisamen­te a causa del trabajo, la lectura y la escritura me sirven como evasión. Y no encuentro ni la trama ni la razón para escribir algo relativo a mi mundo, sumando a eso que no tendría la sensación de “descansar”. Sí es cierto que, en lo que hago, hay mucho material narrativo: esta última vez, nos topamos con ocho pateras en el Mediterrán­eo. Si eso no da para una historia... Imagino que sí que haré algo pero, como dices, cuando no tenga que ver con ello. –¿Se escribe bien en un barco?

–(Risas) Qué quieres que le diga, escribo mejor en mi casa. Escribir en una habitación de 3x2 metros, con doce militares, la tele puesta, todo el mundo hablando... Pero bueno, son meses fuera, es mucho tiempo fuera: algo tendré que hacer con mi tiempo, te dices.

Si alguna vez escribo sobre las historias de mi trabajo, será cuando ya no guarde relación con él”

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LOURDES DE VICENTE
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