Bicicleta sí, civismo también
He pasado unos días en esta maravillosa ciudad que es Sevilla y he observado cómo, al igual que en otras, el uso de la bici ha experimentado un gran impulso, lo cual es muy positivo tanto para descongestionar el intenso tráfico a motor como la contaminación que éste produce. Observé también como la mayoría de ciclistas utilizan el carril bici; no obstante, hay también quien no tiene ningún reparo en circular por las aceras, entre niños, ancianos, mujeres embarazadas, etcétera. En este como en tantos otros avances que se producen en la sociedad, siempre hay alguien, aunque sea una minoría, que los usa en beneficio propio sin pensar en los daños que con sus actos puedan causar a los demás, y es por ello que las autoridades competentes deben ser ágiles tanto a la hora de educar a la ciudadanía acerca del uso de estos medios como de su regulación y aplicación con el fin de disfrutar todos de lo que de positivo pueden tener para la sociedad. Uno de estos días, mientras paseaba con mi pareja por una acera más bien estrecha, tuvimos la desgracia de experimentar el lado amargo del uso descontrolado de la bicicleta cuando dos abusadores de este medio trataron de adelantarnos. Parece que no les resultó todo lo fácil que ellos deseaban, o bien interpretaron que era nuestra obligación apartarnos para dejarles el paso expedito y no perder tiempo en la maniobra, la cosa es que cuando el segundo de ellos nos adelantó nos dirigió un mensaje grosero, ante lo cual le recordé que las aceras son para que cir-
culen los peatones, que ellos disponían de la carretera. Mi acento de turista que atribuyó a natural de una determinada comunidad autonoma (lo cual es lo de menos) no debió gustarle, ya que me dijo que yo no podía venir a su tierra a decirle lo que podía o no hacer, poniéndose a cada momento más violento con el resultado final que de una patada me derribó al suelo, invitándome a seguirle para continuar con la paliza. En realidad, huía como hacen los cobardes ante la posible aparición de la Policía. No, no eran dos jóvenes inmaduros; eran dos adultos de entre 30 y 40 años, eso sí, inmaduros. Quizás éste sea un hecho menor (pudo ser mucho más grave de haber armas por medio, de hecho vi que su amigo llevaba un objeto contunden-
te en la mano) teniendo en cuenta otros casos de heridos o incluso muertos por atropellos a manos de descerebrados a bordo de bicicletas o patines eléctricos, pero creo que es urgente la adopción de medidas disuasivas que permitan al peatón volver a sentirse seguro caminando por las aceras. Si haber terminado con mis huesos por el suelo sirve para algo, me alegraré de haberme cruzado con estos dos energúmenos. Y por favor, ¿insultar a alguien por su lugar de procedencia? ¿Todavía así? Jon Sauces (correo electrónico)
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