Diario de Sevilla

Cuerpos que levitan en la noche

- Braulio Ortiz SEVILLA Manuel J. Lombardo

Mantenerse en suspensión; permanecer en un lugar fijo en el aire batiendo las alas como un ave o actuando de forma nerviosa e inestable; encontrars­e en un estado de indecisión. A la bailarina y coreógrafa Silvia Balvín (Almonaster la Real, Huelva, 1985) le resultaban sugerentes e inspirador­es los significad­os del verbo to hover, connotacio­nes que le ofrecían “material de movimiento”, un abanico de imágenes poderosas que iban del vuelo de un colibrí a una figura humana que levitaba. De ahí que decidiera titular como Hovering la nueva propuesta de su compañía Rosa Cerdo, una obra que se estrena en la sala B del Teatro Central el viernes y el sábado (20:00, entradas a 20 euros) y en la que una atmósfera onírica e inquietant­e convive con el humor que siempre ha atravesado los trabajos de Balvín.

La creadora, que cuenta de nuevo con el músico Alberto Almenara como principal aliado, ha reunido esta vez a un equipo más amplio para su nueva producción. El malagueño Alberto Cortés, un intérprete con el que Balvín comparte la visión lúdica y libre de prejuicios del hecho escénico, se encarga de la dramaturgi­a en una pieza que se enriquece también con las aportacion­es de los ilustrador­es Cristian Pineda y Adara Sánchez, la escritora Elisa Victoria y la diseñadora de vestuario Gloria Gómez.

Un trabajo colectivo.

Cortés explica que el punto de partida de Hovering, que sus artífices definen como “un rompecabez­as”, consiste en “una sesión de hipnosis donde se busca que Silvia levite. A partir de ahí, el trabajo explota y dinamita por muchos lados”, anticipa sobre una obra que refuerza su carácter impredecib­le gracias a la banda sonora que interpreta Almenara, donde suenan los ecos de cintas de terror de los 70 y los 80, “películas de Carpenter y de Argento. En Alf [un espectácul­o que estrenaron en el Mes de Danza] tocaba el ukelele, la guitarra, y aquí he cambiado las cuerdas por los sintetizad­ores”, precisa el músico, que como en montajes anteriores no se limita a su disciplina y, lejos ya de ese “papelito estático” que tenía en los primeros proyectos, cada vez se involucra más en la interpreta­ción. Una estética setentera, con incursione­s en la moda disco o prendas de estilo victoriano, impregna también el vestuario de Gloria Gómez.

Balvín y Almenara, que pudieron desarrolla­r este montaje gracias a una ayuda del Banco de Proyectos del ICAS, fueron construyen­do Hovering en conversaci­ón con los ilustrador­es. “Les mandábamos un vídeo grabado en un skate park, o en la calle, sin dar demasiadas explicacio­nes, y dejábamos que ellos lo interpreta­ran de manera libre”, detallan. “O bien al contrario: ellos hacían una ilustració­n y nosotros montábamos una escena a partir de ahí”.

Los componente­s de Rosa Cerdo hallaron otro pilar en el que apoyarse en la voz de Elisa Victoria, que deslumbró a Balvín por el “universo de pesadilla, de obsesiones” que desplegaba en su libro La sombra de los pinos. La autora, que con Balvín y Cortés firma los textos de la obra, ha escrito los fragmentos que conforman, junto a las ilustracio­nes de Pineda y Sánchez, el fanzine que se entregará al público durante las funciones [la idea es que los espectador­es devuelvan el ejemplar, o lo adquieran por cuatro euros] y que servirá, apunta Cortés, como “un elemento de interacció­n, una especie de libreto que complete la obra, o que a veces la contradiga o la subraye”. Con Rosa Cerdo, sus seguidores lo saben, siempre se da una cita con lo inesperado. Las aventuras gráficas de Astérix y Obélix creadas por Goscinny y Uderzo en 1959 superan ya la quincena de adaptacion­es cinematogr­áficas entre títulos con actores de carne y hueso y largometra­jes de animación tradiciona­l o digital, modelo y formato tridimensi­onal inaugurado en 2014 con La residencia de los dioses y que este Secreto de la poción mágica prolonga de la mano de Astier y Clichy y su estética de trazo ortodoxo al ser vicio de una historia original y del no menos clásico despliegue de gags visuales propios del slapstick mudo.

Soplan leves vientos de cambio en una fórmula veterana y es por eso que la trama que nos ocupa apunta a un relevo en la posesión de la fórmula de la pócima secreta que dé fuerza a los irreductib­les galos, avisado de la jubilación como parece el sabio y achacoso druida Panorámix. En búsqueda de su sucesor, el maestro barbudo emprende el camino del bosque junto a los inseparabl­es Astérix y Obélix para sortear al Consejo Druida y luchar contra el reaparecid­o Maléfix, ahora en traicioner­a alianza con Roma, en una sucesión de escenas y gags que incorporan al mismísimo Jesucristo en el que sin duda es el golpe más sorprenden­te e iconoclast­a de la función junto con el f lashback narrado en forma de esbozo a mano alzada.

Por el camino, los sempiterno­s ataques de la centuria romana en formación, la defensa de la aldea gala a puñetazo limpio y los malogrados intentos de dar con nuevas pócimas mágicas hacen de esta nueva entrega un filme siempre dinámico, grácil y entretenid­o que no busca tanto una renovación radical de su modelo como una actualizac­ión respetuosa capaz de contentar a los públicos ya fidelizado­s y sumar para la causa y su particular mitología neo-clásica a los más pequeños de la casa.

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CARLOS DÍAZ / EFE
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JUAN CARLOS VÁZQUEZ
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En la imagen superior, Almenara y Balvín posan junto a Alberto Cortés y Gloria Gómez. Abajo, una fotografía promociona­l de la obra.

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