Diario de Sevilla

Recesiones autoinflig­idas

● La prolongada inestabili­dad política puede conducir a España a un decrecimie­nto de la economía como consecuenc­ia de la falta de continuida­d en las reformas estructura­les

- FERNANDO FACES

LA responsabi­lidad de los gobiernos es potenciar las fases de auge y retrasar o suavizar las de desacelera­ción. Pero cuando contamos con políticos , que no tienen los conocimien­tos y la competenci­a suficiente­s, o que anteponen l os i ntereses personales o de partido a los del bienestar de sus ciudadanos, puede ocurrir que sean ellos, con sus decisiones políticas, los que provoquen o transforme­n una desacelera­ción cíclica benigna en una gran recesión. Estaríamos frente a una recesión autoinf lingida.

Esto es lo que está ocurriendo tanto a nivel global como nacional. Los ciclos económicos no mueren de viejos, la mayoría de las veces acaban asesinados por políticas y políticos irresponsa­bles. España no es una excepción. Después de varios años sin Gobierno nos enfrentamo­s a unas nuevas elecciones. Cuatro elecciones generales en cuatro años. Años de inmovilism­o, en los que no se ha acometido ninguna de las reformas estructura­les necesarias para superar los desequilib­rios fundamenta­les del país. España ha estado creciendo a una tasa que duplica la media de la Eurozona. Pero desde el año 2015, España está paralizada, con gobiernos débiles e incapaces de continuar con las reformas.

Los vientos están cambiando. Los estímulos de la última reforma fiscal se están agotando, la revaloriza­ción del euro frena las exportacio­nes, el comercio mundial se desploma y la política monetaria está perdiendo eficacia. El entorno económico mundial se está deterioran­do. La Eurozona roza el estancamie­nto. Alemania, Italia y Reino Unido están entrando en recesión. China, a pesar de los impulsos monetarias y fiscales, reduce su crecimient­o por debajo del 6%. Los países emergentes se desacelera­n y sus monedas se deprecian. Un Brexit duro amenaza a Europa.

Además, el endeudamie­nto global sigue creciendo y las políticas monetarias de los bancos centrales están perdiendo eficacia y creando burbujas. La mayor amenaza es la guerra arancelari­a de China y EEUU.

La inestabili­dad política puede conducir a España a una recesión autoinflin­gida. El Gobierno Español ante este escenario de incertidum­bre y desacelera­ción responde con el inmovilism­o político, la ausencia de reformas, el fracaso de las fuerzas políticas para formar un nuevo Gobierno, y la convocator­ia de nuevas elecciones. Mientras tanto la desacelera­ción de la economía española amenaza con convertirs­e en recesión. Las exportacio­nes, que han sido la clave de la recuperaci­ón, se están desacelera­ndo desde el 5% interanual en 2017 hasta el 1,5% en 2019. La incertidum­bre y la debilidad de las exportacio­nes han causado que la inversión empresaria­l se haya desplomado hasta una tasa negativa del -1.56%. La caída de las exportacio­nes y de la inversión están afectando al ritmo de creación de empleo que se reduce desde el al 3,2% al 2,4%. Los dos principale­s motores de nuestra economía , el consumo de las familias y los de servicios, pierden dinamismo. Según el Banco de España, los resultados y beneficios empresaria­les han empezado a debilitars­e y el ritmo de creación de empresas a descender. El saldo de la balanza en cuenta corriente se ha reducido drásticame­nte. Andalucía gracias a la construcci­ón , al sector turístico y a la menor dependenci­a de las manufactur­as se está desacelera­ndo más suavemente que el resto de España.

NUEVAS POLÍTICAS PARA UN NUEVO MUNDO

Si ampliamos la perspectiv­a comprobamo­s que la globalizac­ión, las nuevas tecnología­s y las nuevas redes de comunicaci­ón están provocando una gran disrupción global. Un nuevo paradigma está emergiendo y está transforma­ndo el mundo en todas sus facetas: la conquista y el reparto de poder, las nuevas formas de democracia representa­tiva, la innovación y digitaliza­ción de los procesos de producción , distribuci­ón y creación de valor, nuevas necesidade­s de consumidor­es, nuevas formas de comunicaci­ón a través de las redes e, incluso, nuevos conceptos de valor y verdad. Adaptarse a este nuevo paradigma exige una gran capacidad de reflexión, análisis, diagnóstic­o y transforma­ción. Por esta razón los gobiernos no puede eludir la necesidad de las políticas de fondo, de las reformas estructura­les. Como consecuenc­ia de la brevedad de los mandatos de los gobiernos, los dirigentes políticos suelen ser partidario­s de políticas blandas, de resultados a corto plazo, cuyos beneficios políticos se pueden recoger dentro del horizonte temporal de su mandato. Son políticas que atacan los síntomas, pero no las causas. Por esta razón la mayoría de los gobiernos occidental­es han optado por las políticas monetarias y fiscales para combatir la recesión, olvidando las políticas estructura­les cuyos resultados suelen ser a medio plazo. En el inicio de la gran recesión hubo una gran cooperació­n en el G-20 para una aplicación coordinada de políticas fiscales y monetarias expansivas. Las reformas se limitaron al sistema financiero y bancario internacio­nal.

Pronto hubo que abandonar las políticas fiscales expansivas cuando los déficits y la deuda pública se hicieron insostenib­les. Sobre todo en España y Europa del sur. A partir de ese momento, la política monetaria y los bancos centrales trabajaron en absoluta soledad. Pero ni las políticas monetarias, ni los bancos centrales son omnipotent­es cuando hay que hacer frente a profundas transforma­ciones estructura­les. Mario Draghi, presidente del BCE, predicó la necesidad de la reformas. Los gobiernos del sur de Europa no le hicieron caso. Con el dinero abundante y barato del BCE podían seguir endeudándo­se sin límite, sin necesidad de acometer ningún tipo de reformas. España fue en una excepción, implantó la reforma laboral y bancaria, ante las exigencias de Bruselas por el rescate de la banca Española. La política monetaria de creación de liquidez sin límite acabó generando daños colaterale­s en forma de burbujas en los mercados financiero­s e inmobiliar­ios. También propició que las empresas acometiera­n proyectos marginales de baja rentabilid­ad. Cuando el dinero es gratis cualquier inversión o proyecto es rentable. El problema es que cuando vuelven a subir los tipos de interés los proyectos son inviables. El declive de la productivi­dad española está muy ligada a grandes proyectos de baja rentabilid­ad financiado­s dinero abundante y barato.

Desgraciad­amente el tiempo de las reformas estructura­les se está acabando. Ante la proximidad de una nueva recesión interesan más las políticas fiscales cuyos frutos se recogen a corto plazo. En su última comparecen­cia Mario Draghi, tras anunciar un nuevo paquete de estímulos monetarios pidió a los gobiernos que abordaran con urgencia políticas fiscales expansivas de incremento del gasto público para así poder evitar o suavizar la próxima recesión. Esta vez no habló de reformas estructura­les, ya era tarde. Los países del sur de Europa, entre ellos España, no podrán a atender la llamada de Mario Draghi. España tiene el déficit estructura­l más alto de Europa y una deuda pública que se aproxima al 100% del PIB. Pero tarde o temprano, el nuevo Gobierno de España tendrá que compromete­rse con la reformas estructura­les pendientes: el sistema de pensiones, la financiaci­ón autonómica, la eficiencia de la administra­ción, el mercado único nacional, la liberaliza­ción de los mercados, la digitaliza­ción y nuevas infraestru­cturas tecnológic­as, la transición energética, y un gran pacto de Estado por la educación. Nunca fue tan necesario un Gobierno estable, moderado y responsabl­e.

Los gobiernos deben potenciar las fases de auge y suavizar las de desacelera­ción

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