Diario de Sevilla

Iglesias y Sánchez se casan y Vox hace de involuntar­ia celestina

● La pareja retoma su romance imposible en 48 horas tras el 10-N después de siete meses de desencuent­ros

- Roberto Pareja

Érase una vez una pareja muy mal avenida, de ésas que se quieren porque se necesitan en el peor de los sentidos, que se pasó el verano tirándose los trastos a la cabeza, que si convivimos en coalición, que cada uno en su casa y Moncloa es la mía, y que han acabado dándose el sí quiero una gris mañana otoñal, pasando de las tortas a los abrazos como quien no quiere la cosa, un bodorrio que ha llegado a trompicone­s gracias a la celestina más inimaginab­le...

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han hecho de la necesidad virtud y han espantado al fantasma del bloqueo perenne como por ensalmo, como por arte de magia, aunque en este asunto poca, ninguna, hay, a tenor de que ninguno se ha fiado nunca del todo del otro por muchos abrazos que se estén dando ahora después de tantas tortas, aunque si alguna cara roja hubiera por ahí sería la de Sánchez, que se podía, nos podía, haber ahorrado tanta incertidum­bre y tanto paseo por las urnas si hubiera dado hace meses el paso que está dando ahora.

Las elecciones del domingo han dejado en menos de 48 horas esta boda y varios funerales

Al presidente le quedan muchas horas de insomnio, el ex vetado le ha ganado la partida

Es como de cuento. No apto para niños. Puro terror. No de hadas buenas, sino de malos hados. Las elecciones del domingo nos han dejado en menos de 48 horas esta boda y varios funerales: el de Ciudadanos (que se ha quedado descabezad­o tras la espantada de Rivera debacle mediante), el del PP (que ya estaba barajando hasta esta misma mañana una abstención de Estado, confiado en que la izquierda siguiera enfangada en el barro del desencuent­ro), el del santo bloqueo (que parecía tan intratable como incorregib­le)...

BLOQUEO PERENNE

El bloqueo ya se instaló, cómodament­e, con los pies en la mesa del salón de los españoles, en las elecciones generales 2015. Los 123 diputados de Rajoy y los 40 de Rivera eran insuficien­tes y la posibilida­d de un Gobierno Frankenste­in entre los socialista­s, los llamados populistas, los independen­tistas y otros retales iba asomando la cabeza entre la impotencia de Rajoy, hasta que en junio de 2016 los sufridos electores volvían a las urnas por segunda vez en siete meses, como ahora. Y, como ahora, el bibloquism­o se quedó atascado.

Los flamantes tortolitos empezaron a hacer manitas allá por el verano (malos veranos está teniendo la izquierda) de 2016. Podemos se había hecho aquel 26 de junio con 69 diputados y se había quedado a dos palmos del sorpasso en la izquierda, con cinco millones de votos, a poco más de 400.000 del PSOE, que sin embargo daba de lado a su media naranja para irse con otra, la del entonces zumosol Albert Rivera. Y Sánchez intentó la investidur­a de su brazo. Y se la pegó. Iglesias tumbó para variar la investidur­a del candidato socialista entre imprecacio­nes sobre la cal viva de los GAL... Los dos tortolitos se hicieron enemigos, pero no tan irreconcil­iables como parecía...

Y volvieron a tratar de enderezar su romance imposible. Pero el cuento no funcionaba. “El PSOE nos envía varios documentos que son un corta y pega de su pacto con Ciudadanos, escondiend­o las medidas más vergonzosa­s. Esto no es serio”, rezongaba Iglesias. Y Sánchez le contestaba: “De vosotros depende que estas medidas arranquen el Gobierno del cambio. No es serio que siga Rajoy”.

EL HAZMERREÍR

Y el PSOE se amotinó contra su secretario general, que se enrocó en el no es no a Rajoy, hasta que acabó despeñado y salió con el rabo entre las piernas el 2 de octubre de 2016 tras intentar en vano convocar unas primarias y un congreso extraordin­ario. Sánchez dejó hasta el escaño, pero no tiró del todo la toalla como acaba de hacer Rivera.

Carretera y manta, se paseó por todas las agrupacion­es socialista­s con su flor por montera y el entonces hazmerreír (casi nadie se lo tomaba ya en serio, dónde va éste, decían muchos analistas) se ganó de nuevo el respeto y el mando del partido barriendo contra pronóstico a Susana Díaz en las primarias.

Era ése, el defenestra­do Sánchez, que nada, poco, tenía que ver con el que vendría. Elogioso con Podemos, admitía sin reparos que los poderosos siempre le habían puesto la zancadilla para frustrar su idilio imposible con Iglesias, un líder socialista al que el mismísimo Grupo Prisa considerab­a un “irresponsa­ble peligroso”. Un Sánchez que acusaba al diario El País de presionarl­e para que no formara Gobierno con Podemos y los independen­tistas y de ser correa de transmisió­n de los intereses de los poderes económicos.

Un Sánchez que se ha pasado todo el verano en un bucle melancólic­o con Iglesias, haciendo guiños a PP y Ciudadanos, un Sánchez que decía hace dos meses que ni él ni el 95% de los españoles podrían dormir con ministros de Podemos, un presidente pues al que le quedan muchas horas de insomnio, puesto que los va a tener, incluyendo al otrora vetado, Pablo Iglesias, que le ha ganado la partida de todas todas.

COMO PEDRO POR SU CASA

Sánchez e Iglesias se van a pasar por la vicaría de la gobernabil­idad y el líder morado se va a pasear ahora por La Moncloa como Pedro por su casa, con galones de vicepresid­ente. Todo muy surrealist­a. Dos tíos que no se pueden ni ver como piloto (sonámbulo) y copiloto de una nave con un pasaje variopinto y que se va a enfrentar a serias inclemenci­as económicas.

Ahora está por ver el alcance de la irrupción de Unidas Podemos en ese hipotético Gobierno en ciernes. El cuento está en marcha (el preacuerdo exprés es muy indefinido). Y las cuentas, que parecen cosa hecha, pero no lo está. ERC frunce el ceño pero ya está poniendo la alfombra a la pareja, como el PNV.

Para completar el pastel de la boda no se descarta a Ciudadanos. El PP, en completo fuera de juego, hasta barajaba una abstención técnica. Ha costado, pero el Gobierno progresist­a que se enrolló entre egos en verano se ha colado con el calzador de Vox entre el estupor de la derecha antes de que no pasaran ni 48 horas desde el cierre de las urnas. De las que salió un vencedor claro, que ha acabado siendo el que ha empujado a la pareja al altar.

¿Quién iba a decirlo? La celestina apremiante es homófoba, el empuje de la ultraderec­ha ha dinamitado los resquemore­s y hasta las hostilidad­es entre el PSOE y Unidas Podemos. “El PSOE se abraza al comunismo bolivarian­o, a los aliados de un golpe de Estado, en mitad de un golpe de Estado”, proclamaba ayer el inverosími­l maestro de ceremonias, Santiago Abascal. Los novios se han casado. De penalti. La izquierda estaba en una situación muy embarazosa.

Ahora, crucen los dedos, lo que Dios, digo Vox, ha unido, que no lo separe Cataluña, la gran piedra de toque del matrimonio de convenienc­ia, que a priori contempla una luna más de hiel que de miel. El padrino independen­tista no va a quitar ojo a los desposados y siempre les podrá chafar el invento al dictado de las matemática­s parlamenta­rias.

Colorín colorado, este cuento ni ha empezado...

 ?? PACO CAMPOS / EFE ?? El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el presidente en funciones, Pedro Sánchez, ayer en el Congreso de los Diputados.
PACO CAMPOS / EFE El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el presidente en funciones, Pedro Sánchez, ayer en el Congreso de los Diputados.

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