Nada es para siempre en política
El volantazo de Sánchez tiene antecedentes: OTAN, más impuestos, reforma constitucional, más votados...
La velocidad de crucero con la que España ha divisado la luz al final del túnel del bloqueo tras las cuartas elecciones generales en cuatro años es la última muestra de las vueltas que da la vida, de las incoherencias que ornamentan la política, donde nada es para siempre.
La última voltereta está recién salida del horno. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se han dado el sí quiero (aunque aún no puedan) pactando en menos de 48 horas un preacuerdo de gobierno para toda la legislatura mientras aún retumban los desprecios que se han dedicado los 200 días anteriores. Ahora van a hacer lo que podían haber hecho siete meses antes.
El volantazo de Sánchez –por no hablar de los de Albert Rivera, que pactó investiduras con PP y PSOE– no es el único cambio de posición sonado.
También cabe mencionar, aunque sea harina de otro costal (el privado), el del hipotecadísimo Pablo Iglesias con su chalé de Galapagar. “Me parece peligroso el rollo de aislar a alguien... Entonces no saben lo que pasa fuera. Es decir, este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalés, que no saben lo que es coger el transporte público...”, afeaba pocos años antes de adquirir el casoplón el líder morado, hipotecado también pues con la maldita hemeroteca.
Aquí va una muestra de contorsionismos protagonizados por figuras como los ex presidentes Felipe González, Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero.
‘OTAN, DE ENTRADA NO’
El Gobierno de la UCD de Leopoldo Calvo Sotelo firmó la adhesión a la OTAN el 10 de diciembre de 1981, en contra del pueblo español, más de la mitad abiertamente opuesto según las encuestas de la época.
La pirueta de Felipe González perdura. Si en 1981 el PSOE defendía que España debía colaborar con el equilibrio internacional no ingresando en la Alianza Atlántica, en 1984 argumentaba que debía hacerlo permaneciendo en ella; si en 1981 alegaba que la OTAN legitimaba las dictaduras portuguesa, griega y turca, en 1984 afirmaba que reunía países democráticos. Un cambio radical que pasa por la llegada de los socialistas al poder entre medias, en 1982, cuando el OTAN, de entrada no, se sepultó.
Pasaron cuatro años desde la victoria socialista hasta la celebración del referéndum (12 de marzo de 1986). González tenía que convencer a los españoles del nuevo rumbo. Y lo hizo: 52,5% de votos a favor; 39,85% en contra y 6,54% en blanco (participación del 59,42%).
LA ¿INTOCABLE?
Era, y es, común denominador entre la clase política: la Constitución, cuanto menos se toquetee, mejor. El inmovilismo de algunos sectores políticos y el blindaje extremo que introdujeron los propios redactores de la ley de leyes hacen de su reforma casi un imposible. Pero se puede cambiar de la noche a la mañana, en un mes y sin referendo. Así lo hizo el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien pactó con el PP una modificación exprés en agosto de 2011 para consagrar un límite de déficit público y de deuda ante el agravamiento de la situación de la zona euro y de la economía española.
El acuerdo entre los (todavía) dos grandes partidos facilitó que los cambios se produjesen en un mes y sin interpelar a los españoles. Ninguna otra fuerza política apoyó una iniciativa que salió premiosa adelante en medio de una fuerte indignación en la calle por parte del movimiento del 15-M.
Las propuestas para reformar la Constitución de 1978 llevan décadas sobre la mesa, casi desde su promulgación, sobre todo su Título VIII, centrado en la organización territorial del Estado, una cuestión de máxima actualidad, de la mano de la zona noreste del país.
RAJOY SUBE LOS IMPUESTOS
Todo lo que llevaba años diciendo Mariano Rajoy antes de llegar al poder, en diciembre de 2011, voló por los aires en un instante. En su discurso de investidura había asegurado que no se iba a escudar en la herencia socialista para subir los impuestos.
El líder del PP se mostraba contundente: “Mi intención es no subir los impuestos porque con las dificultades que están teniendo las empresas y los españoles no me parece lo más razonable”. “Más impuestos es más paro y más recesión y ello va a afectar a las clases medias y a las clases trabajadoras”.
Pero su primera decisión al llegar a la Moncloa fue subir siete puntos el IRPF. Y luego remató con la subida del IVA esa especie de enmienda a la totalidad de sí mismo en la que se convirtió su tarea de gobierno. Y luego subió casi todos los demás impuestos...
El PP es el partido que más subidas ha realizado en la historia fiscal de este país, por mayor volumen recaudatorio y en menos tiempo. Esta voracidad por obtener ingresos, sin importar su procedencia, se extendió también a una inusual amnistía fiscal con la que sólo se obtuvo la mitad de la caja prevista.
LOS MÁS VOTADOS
Con la irrupción de Ciudadanos y Podemos se fragmentaba el mapa electoral en 2015. La entonces secretaria de Política Municipal del PSOE, Adriana Lastra, rechazaba la propuesta del PP de que en las comunidades autónomas y en las ciudades gobernara el más votado. “Lo que no podemos ahora es llegar a un tipo de acuerdo que lo que consiga sea aislar a los políticos de lo que nos está pidiendo la sociedad, que es lo contrario, que seamos capaces de llegar a acuerdos y de pactar, no solo con los ciudadanos, sino también con otras fuerzas, y a eso no vamos a renunciar”, decía.
Y ahora el entusiasmo por la primacía de la lista más votada ha cambiado de bando. En el debate televisivo de los candidatos del pasado 4 de noviembre ya lo exhibió Pedro Sánchez. Los socialistas quieren importar al Estado la fórmula de los ayuntamientos, donde en caso de no haber mayoría absoluta, gobierna la lista más votada. Algo que también se da en Parlamentos como el del País Vasco. Otra opción que también se maneja es el sistema de doble vuelta utilizado en Francia o Portugal.
Los cambios de postura en la política son una constante. Lo dejó Rajoy bien claro hace unos meses en una distendida charla con González, que asentía enseñando dentadura: “La mejor dieta para un político es comerse sus propias palabras”. Nada es para siempre, para bien y para mal, en la política. Y en la vida, salvo una cosa, sagrada hasta la tumba: ¡Aúpa Atleti!, en este caso.