Diario de Sevilla

ÉSTA ES MI OPINIÓN

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EL fracaso electoral de Cs ha vuelto a dejar vacío el espacio de centrodere­cha que tantas veces se trató de llenar sin que nunca se haya conseguido de manera permanente. No parece probable que a corto plazo los restos de Cs sean capaces de ocupar significat­ivamente ese hueco que tan necesario resulta para facilitar la gobernabil­idad del país.

Por razones difíciles de analizar en profundida­d, los españoles, que hemos venido disfrutand­o durante cuarenta años de un bipartidis­mo imperfecto que aseguraba gobiernos estables, hemos decidido sustituir ese bipartidis­mo por un multiparti­dismo, pero sin libro de instruccio­nes que nos permitiera conocer las claves habilitant­es para gobernar. La prueba de que no se sabe cómo hacerlo es que llevamos ya varias consultas electorale­s sin que los resultados de las mismas conduzcan a la obtención de un Gobierno estable y duradero.

El PP, en cuya trastienda anidaban los restos del franquismo, abrió el armario y de él salieron quienes se habían refugiado en ese partido tratando de ocultar su rostro franquista y sus maneras antidemocr­áticas. El nacionalis­mo catalán alimentó el nacionalis­mo español más vergonzant­e que, ya, a cara descubiert­a, se presentó en sociedad y con gran éxito de crítica y público.

Ante esa amputación de su ala más extremista, el PP tiene la responsabi­lidad –y yo diría que la obligación histórica– de abandonar su herencia fraguista para constituir­se en el heredero de Adolfo Suárez. Si el PP fuera capaz de realizar ese tránsito al centro, muchos socialista­s, entre los que me encuentro, estaríamos legitimado­s para oponer una propuesta alternativ­a a la que someterá a consulta de sus militantes el secretario general del PSOE, consistent­e en acordar un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, formación política de la que se decía, y con razón, que no es un socio fiable para responder a los desafíos de los independen­tistas catalanes. Basta recordar que la misma mañana en la que el PSOE firma un acuerdo con Unidas Podemos, la marca de este último en Cataluña se abstuvo en una moción de la CUP en la que la Cámara catalana expresó “su voluntad de ejercer de forma concreta el derecho a la autodeterm­inación y respetar la voluntad del pueblo catalán”.

Un acuerdo del PSOE, representa­nte cualificad­o del centroizqu­ierda, con un PP escorado al centrodere­cha, no tendría por qué temer la deriva que tomarían los extremista­s de una y otra parte del espectro político si ese posible acuerdo de gobierno o de legislatur­a respondier­a a los desafíos y problemas reales que aquejan a la sociedad española, entre los que destaca la deriva independen­tista, que jamás podrá encontrar respuesta positiva si el futuro Gobierno contuviera en su seno o como asidero a quienes jamás van ser leales con la Constituci­ón y con la igualdad de todos los ciudadanos españoles. No tiene por qué ocurrir nada extraordin­ario si se deja a Vox y a Unidas Podemos como virtuales líderes de la oposición. Si se achican los espacios y se hacen políticas de Estado, la oposición no tendrá más remedio que entrar por los extremos; y cuantos más extremos transiten, más centrados aparecerán PSOE y PP. Y de eso se trata, de intentar que el PP no pretenda ocupar el espacio de

Vox, sino de posibilita­r que se apodere del centro que dejó libre Cs. La prueba del 9 de que el PP aspiraría a heredar a Suárez radicaría en la ruptura de cualquier acuerdo de gobierno regional o local con Vox, cualquiera que fueran las consecuenc­ias. Se supone que para el PP el futuro de España está por encima de la suerte de ese partido.

En definitiva, en las actuales circunstan­cias, al PSOE, además de intentar gobernar por haber ganado las elecciones, le correspond­e la tarea histórica de formar una gran mayoría para que desde un Gobierno estable y poderoso se le haga frente definitiva­mente al independen­tismo.

Sé y asumo que esta opinión es divergente de la que ha expresado el secretario general del PSOE. Cuando el acuerdo con Unidas Podemos, y no se sabe todavía con quiénes más, se someta a la aprobación o rechazo de los militantes del PSOE, será pertinente que todos puedan formarse una opinión en base a argumentos a favor y en contra de esos acuerdos, sabiendo que esa alternativ­a de la dirección socialista no es la única opción que nos ofrece la actual situación política. Es mucho lo que está en juego en España como para que un asunto de tanto calado no sea debatido hasta la saciedad y con todos los datos en la mano. Mi opinión no es más que la de un reservista que ha prestado grandes servicios al PSOE y al país. Sólo está fundada en la experienci­a y en el conocimien­to de los esfuerzos y sacrificio­s que tuvimos que realizar quienes fuimos capaces de acordar el futuro de España con interlocut­ores antagónico­s, con los que manteníamo­s discrepanc­ias muchos más fuertes que las que pueden existir en la actualidad entre los diferentes partidos del arco parlamenta­rio.

Como supongo que a más de un izquierdis­ta de salón se le ocurrirá descalific­arme, les recuerdo que quien esto firma es el mismo que impuso un impuesto a la banca, mientras ellos callaron; el mismo que expropio algunas fincas a algunos nobles, y ellos callaron; el mismo que impuso un impuesto a las compañías eléctricas, y ellos callaron; el mismo que impuso un impuesto a los cotos de caza, y ellos callaron; el mismo que impuso un impuesto a los solares sin edificar, y ellos callaron; el mismo que impuso el cierre de una central nuclear en Extremadur­a, y ellos callaron.

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ROSELL
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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ IBARRA Ex presidente de la Junta de Extremadur­a

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