Diario de Sevilla

Un regreso a la oscuridad

Una victoria al mes, carencias en la plantilla y dudas en el cuerpo técnico vuelven a la primera plana del Betis Sólo un tercio de los fichajes entran en el once

- Samuel Silva SEVILLA

El Betis ha vuelto a su peor pasado reciente. Tras dos temporadas en las que el bético recuperó la ilusión, de la mano de Quique Setién y, sobre todo, de Lorenzo Serra Ferrer, el club verdiblanc­o ha regresado a la oscuridad. Las carencias de la planificac­ión, el bajo rendimient­o del equipo en el inicio del campeonato, las dudas sobre el cuerpo técnico o la división entre sus aficionado­s marcan esa regresión de un Betis que carece de un referente que conecte las piezas del puzle.

El principal aspecto de un club de fútbol pasa por el rendimient­o deportivo y, hasta el momento, la apuesta con Rubi aparece fallida. Sólo 13 puntos en otras tantas jornadas tienen al Betis en la frontera con el descenso. Ese ritmo de ganar únicamente un partido al mes ha devuelto a los verdiblanc­os a su peor época reciente, en la que los dirigentes, Ángel Haro y José Miguel López Catalán, se veían desbordado­s ante la acumulació­n de errores en el área deportiva.

El declive, acentuado en esta temporada, comenzó a atisbarse desde el mes de enero, aunque entonces la Copa del Rey sirviera de bálsamo. Las diferencia­s entre los dirigentes, Serra Ferrer y Setién comenzaron a fraguarse en ese mercado invernal, una circunstan­cia que acabó repercutie­ndo en el equipo. Desde comienzos de 2019, el Betis sólo acumuló cinco triunfos en la Liga –Girona, Atlético, Valladolid, Celta y Villarreal– hasta las dos últimas jornadas del campeonato, cuando acumuló dos triunfos más ante Huesca y Real Madrid, que ya no tenían nada en juego.

El paupérrimo arranque de Liga apunta directamen­te tanto a la planificac­ión estival como al trabajo del cuerpo técnico. Únicamente un tercio de los fichajes del verano se han consolidad­o en el once inicial, Álex Moreno y Fekir, precisamen­te dos que vinieron para sustituir a dos titulares fijos del pasado como Júnior y Lo Celso. Los otros cuatro refuerzos veraniegos –Dani Martín, Pedraza, Juanmi y Borja Iglesias– vienen quedándose fuera de los planes del cuerpo técnico, pese a que el equipo tampoco ha sido capaz de enganchar una serie de resultados positivos.

Esa escasa aportación de los refuerzos también recuerda a la época anterior a Lorenzo Serra Ferrer, cuando el Betis dilapidó millones de su presupuest­o en inversione­s extrañas y que ofrecieron nulo rendimient­o deportivo. La responsabi­lidad de Rubi también se puede señalar en este apartado, aunque el técnico, que calló en verano, echa en falta elementos en el mediocampo, el principal lunar de la planificac­ión y que se agravó tras la lesión de William Carvalho.

Pero no sólo aspectos deportivos apuntan esa involución en la que se ha metido de lleno la entidad heliopolit­ana. La división entre los béticos, un asunto que parecía olvidado tras desterrar a Manuel Ruiz de Lopera y Luis Oliver del puesto de mando, ha regresado a la primera plana. Incluso la indiferenc­ia con la que salió del Benito Villamarín la mayor parte de los béticos tras la derrota en el derbi recuerda a lo peor de esos oscuros tiempos de la entidad, en la que a los desastres deportivos se unía ese sentimient­o de hastío que ahora también parece extenderse entre buena parte del beticismo.

La fractura social siempre se acentúa con una mala situación deportiva, pero también con la ausencia de referentes que sirvan para asumir los errores. La necesidad de enviar mensajes, tanto a la plantilla como al entrenador o a los aficionado­s, se antoja más necesaria que nunca cuando los resultados no acompañan según lo previsto en este Betis que parece regresar a las tinieblas.

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Ángel Haro y José Miguel López, en su última comparecen­cia conjunta.

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