Poulidor, el aura del segundón
Raymond Poulidor no daba ningún signo de la fatiga que acabó con su vida ayer a los 83 años. El hombre que más veces pisó el podio de los Campos Elíseos, ocho entre 1962 y 1976, era consciente de que su leyenda residía en que nunca subió al escalón más alto, lo que le confirió el aura de un segundón al que las cunetas jalearon por su constancia y su humildad.
Nunca se enfundó el maillot amarillo en sus 14 participaciones en un Tour de Francia que descubrió en 1962 y que no dejó de visitar, primero como ciclista, luego como comentarista deportivo y los últimos 19 como embajador del patrocinador. Poulidor encarnó el esfuerzo del humilde, del hijo de unos modestos aparceros nacido el 15 de abril de 1936 en Masbaraud-Merignat, en el centro del país, que a golpe de pedalada encarnó la tenacidad cotidiana de los miles de seguidores que jaleaban al pelotón. El aficionado se sentía más identificado con su abnegación infructuosa que con el cálculo de relojero de Anquetil o con la ambición infinita de Merckx.
Así, ganó el corazón del pueblo a falta la carrera más importante, en la que fue segundo en 1964, 1965 y 1974 y tercero en su debut en 1962, en 1966, 1969, 1972 y 1976. Poulidor deja huella en el Tour y una herencia en el ciclismo: su nieto, Mathieu van der Poel, una gran promesa actual.