Diario de Sevilla

“Es absurdo tener complejos, mejor es ser autocrític­o”

- Ana S. Ameneiro

–El corto ‘El blanco de todas las miradas’ que protagoniz­a sobre la crítica social hacia personas diferentes ha sido premio internacio­nal en los Goya universita­rios.

–Sí. Lo grabamos en Italia estando de Erasmus. Luis Fernández, estudiante de Comunicaci­ón en la Loyola, fue el director y Javier Jimeno, estudiante de INEF, el cámara. Luis me lo propuso porque todo el mundo me mira por la calle y yo lo llevo bien. Es sobre un joven albino feliz que se viene abajo cuando es objeto de todas las miradas y de una sociedad que censura lo diferente con una crítica destructiv­a, pero al final él se da cuenta de que esto es un efecto visual plano y le resbala. –¿Qué supone ser una persona con albinismo? –Tengo una discapacid­ad visual alta: un 10% de visión. Lo lejano lo veo aún más lejos que otra persona. Me falta agudeza pero no veo borroso. Llevo gafas de sol a diario porque me molesta la luz y aún es peor en los días nublados. En verano, en la playa, necesito gorra.

–Cuénteme las limitacion­es que afronta a diario.

–Me cuesta ver los números de las calles y los carteles en aeropuerto­s y estaciones, y los números de las casetas en la Feria de Sevilla; deberían ponerlos más grandes. Los subtítulos del cine tampoco puedo leerlos y tengo que preguntarl­e a quien me acompaña. No puedo conducir. Me muevo en transporte público.

–¿Y el Whatsapp?

–Ningún problema gracias al zoom activable que me agranda las letras. Lo leo rapidísimo.

–¿Cómo avanza la atención a su discapacid­ad? –La tecnología corre a nuestro favor a grandes zancadas. Yo lo hago todo con el teléfono móvil. Para mí es fundamenta­l. Cuando no sé en qué calle estoy, abro el Google Map. O si no veo algo le hago una foto y la puedo ampliar. Para la universida­d, en la calle, en el fútbol y en los viajes uso un catalejo.

–¡Como los piratas!

–Ja, ja. Sí, ¡anda que no hago bromas con esto! Tiene una lente con 6 u 8 de aumento. Cada día sale una nueva tecnología. Que desarrolle­n aparatos que nos ayuden en los problemas de la visión es cuestión de la ciencia. No sé si lo viviré.

–Vive con gran naturalida­d sus limitacion­es y proyecta una enorme energía vital, ¿cómo lo hace?

–Creo que asumes lo que eres cuando llegas a adulto y tienes madurez. Veo las cosas que puedo y no puedo hacer, con toda la naturalida­d del mundo. Es muy curioso que mucha gente no sabe que los albinos vemos mal. Cuando estuve de Erasmus, muchos se enteraron de mi falta de visión a finales de año y me decían: “¿En serio tú ves fatal?”. –La prueba para la universida­d fue otro reto... –Quería llegar a la carrera con mi esfuerzo, por mi propia media, sin recurrir a las plazas reservadas para personas con discapacid­ad. En el examen pedí más tiempo y lo hice con atril. Saqué un 11,7 en Selectivid­ad y entré sin problemas en el doble grado en Derecho y ADE. Si me decidiera a opositar, sí haría uso de estas plazas reservadas.

–Es un tipo sin complejos, ¿qué le ayuda más en la vida a tirar adelante?

–Es absurdo tenerlos, porque no puedes cambiar nada. En ningún caso son positivos sino algo irracional. La autocrític­a sí es positiva. Lo que más me ha ayudado en momentos malos es mi familia, por supuesto, y la fe que ésta me ha dado. Soy cristiano y practicant­e.

–¿Ayuda su personalid­ad? –Bueno, cuando sales de la adolescenc­ia, intentas no darle a los problemas más

Es muy curioso que mucha gente no sabe que los albinos vemos mal. Tengo un 10% de visión”

importanci­a de la que tienen. No hacer una montaña de un grano de arena.

–Eso es sensatez.

–Sí, e ir de frente. Si me requiere esfuerzo algo, lo hago por amor propio y lo saco, porque no me meto en cosas imposibles. No me metería a campeón olímpico de tiro con arco (risas). –¿Qué opina de los nombres que le han puesto a la discapacid­ad?

–El concepto discapacid­ad no me parece ofensivo. Lo veo bien porque no tengo la capacidad visual de otra persona. Minusvalía sí podría ser ofensivo aunque no

me ofendo: sé lo que soy y cómo soy. Hay personas mayores que usan palabras de su época como disminuido­s y, hombre, yo disminuido no soy (risas). Llamarlo diversidad funcional sería poner paños calientes y caer en el riesgo de tratar la diversidad como discapacid­ad por pura analogía. –¿Cómo le gustaría que la gente reaccionar­a en lugar de quedarse mirándole? –Entiendo que la gente mire y no es algo que me moleste si es con curiosidad. A mi pareja le molesta más. Sí me molesta la gente indiscreta, que pone cara de re

chazo, que me da la brasa con mis cosas. De noche me pasa que la gente se quiere hacer fotos conmigo. Cuando la gente ve que soy el primero que hago bromas con mis cosas, se relajan. –¿Nunca se ha rebelado? –No es todo color de rosa y hay momentos malos, por supuesto. A los 13 ó 14 años noté un rechazo, tuve un bajón fuerte, pero me supe recomponer. Incluso amigos que me rechazaron me vinieron a pedir perdón. Eso sí se lo agradezco mucho a Dios. Soy un privilegia­do. Soy feliz con mi discapacid­ad.

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