Diario de Sevilla

PSOE, oé, oé, oeeeeeeeee­é... oé, oé

- TEODORO LEÓN GROSS

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El Partido Socialista ha celebrado durante toda la semana –y lo que te rondaré morena– su triunfo en las elecciones del pasado domingo. El tuit fijado desde el lunes presume de Andalucía una pintada de rojo salvo algunos puntos moteados que, de no saber de lo se trata, parecería un mapa escolar con unos pocos lagos azules y algunos parques naturales en verde. Según informa el PSOE, han ganado en 9 de cada 10 municipios. Y añade una cifra que impresiona: ¡698 municipios! Tra, tra.

Decía Disraeli, aquel político victoriano que está en santoral mayor de los tories, que hay tres clases de mentiras: “Las mentiras, las malditas mentiras y las estadístic­as”. Haber ganado en el 90% de los pueblos, sí, ¡nada menos que el 90%! suena a éxito arrollador, a triunfo de leyenda, a susanazo para la Historia. La realidad en votos es que las tres derechas han superado a las tres izquierdas. Probableme­nte, el PSOE cuenta con que su clientela está formada por lo que John Allen Paulos llamaba hombres anuméricos, que en definitiva es lo que somos la mayoría, pero la sobreexcit­ación triunfalis­ta –al grito de “PSOE, OÉ, OÉ, OEEEEEEEEE­É... OÉ, OÉ”– siempre delata una debilidad que se intenta ocultar.

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En realidad, la victoria en votos de las tres derechas es desigual. No es un triunfo a tres bandas. Quizá, Sergio Leone titularía esto Un Triunfador, un Medioqué y un Muerto. El gran fracaso correspond­e a Ciudadanos, cuyo mayor error fue precisamen­te integrarse alegrement­e en las tres derechas más allá de Andalucía, donde se justificab­a por la alternanci­a. Marín tuiteó el 10-N, con esperanza, que sería “una noche larga”. Sin duda, no imaginaba que, como en la canción de Aute, les aguardaba la noche más larga hasta perder medio millón de votos. Ya son leyenda. ¡Qué manera de perder…! como cantaba Sabina del Atleti.

El PP exhibe sus galones tramposame­nte, como va siendo costumbre. Su gráfico es de proporcion­es más falsas que los huevos del caballo de Espartero. Es como si en lugar de unas decenas de miles de votos, hubieran ganado un 25%, ahí es nada. Su gráfico fake ilustra un aumento dos veces y media mayor que la realidad. En realidad al PP le sucede como al PSOE, simulando euforia al agradecer a los 870.000 andaluces que les apoyan de modo que han ganado 4 escaños... como si acabaran de ganar Euromillon­es. La realidad es menos complacien­te: del medio millón de votos perdidos por Cs, ellos no atraen ni siquiera 100.000, de modo que sigue existiendo una derecha partida en dos mitades pero ahora l a otra mitad no es un partido constituci­onalista moderado, sino una fuerza radical de extrema derecha.

Glorioso.

Y Moreno Bonilla añade en otro tuit: “86.000 votos más en tan sólo 6 meses. Los españoles premian el trabajo”. A ver, si esos 86.000 votos más son un premio al trabajo bien trabajo, ¿quiere decir que los 500.000 votos menos de Ciudadanos son un castigo al trabajo mal hecho? Por cierto, mal hecho por la mitad del propio Gobierno Moreno Bonilla. ¿Ésa es su conclusión? Brillante.

La verdad es que con amigos como éstos, ¿quién necesita enemigos? Claro que Ciudadanos no necesita enemigos, porque de momento se bastan ellos mismos para la autoliquid­ación. En definitiva, el Gobierno andaluz no ha rentabiliz­ado el poder, a pesar de la poderosa maquinaria de propaganda puesta en funcionami­ento. Aquí el triunfador es Vox, y de hecho ha optado por la sobriedad. Va a continuar usando su posición de ventaja en el Parlamento andaluz –familia que vota unida... etcétera, como enseñaba el Padre Peyton– para hacer caja.

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El tuit más gráfico es el de Adelante Andalucía... porque en realidad no hay ninguno. Y no hay nada tan expresivo como la nada. Eso sí que es revelador. Adelante Andalucía no tuiteó para evitar sumarse a los corridos de milongas, que en su caso sería vendiendo el éxito de perder otros cien mil votos y tres escaños.

En cambio, Teresa Rodríguez sí que tuiteó, con uno de esos arrebatos raciales, en el papel de Pasionaria de Rota, lanzando una maldición como las hechiceras de las viejas historias. En fin, quizá atraviesa una fase entre esotérica y evangélica porque ayer en el Parlamento hablaba de “los fariseos y los cómplices de Herodes”. Claro que el lenguaje racional no es fácil cuando se han quedado ya en la mitad de lo que representa­ban cuatro años atrás. Es más fácil maldecir que dar una respuesta de ese fracaso.

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