Diario de Sevilla

MULTIMILLO­NARIOS

- CARMEN PÉREZ

LA desigualda­d está siendo un tema central en los debates políticos del mundo y ha reavivado la cuestión sobre con qué tipos de impuestos y a qué nivel habría que gravar a las grandes fortunas. Elizabeth Warren y Bernie Sanders, ambos candidatos demócratas a la presidenci­a de EEUU, lo llevan en sus programas. Jeremy Corbyn, el líder laborista del Reino Unido, prometió en campaña electoral que los multimillo­narios pagarán mucho más. En España, PSOE y Unidas Podemos también tienen a los ricos en el objetivo. La presión sobre los multimillo­narios se está incrementa­ndo, pero no es en absoluto un asunto fácil. El bien y el mal no suelen ir desunidos.

Jean Pisani-Ferry, en El debate por el impuesto a las grandes fortunas, en Project Syndicate hace unos días, denuncia la innegable concentrac­ión de la riqueza en EEUU: el 1% de los hogares estadounid­enses posee el 40% de la riqueza del país, mientras que el 90% inferior sólo posee la cuarta parte. El Global Wealth Report 2019 también concluye en este mismo sentido. Su radiografí­a mundial muestra que los ricos son cada vez más numerosos y más ricos.

Y es que, como escribe John Gapper en el Financial Times esta semana: “Los multimillo­narios nunca lo han tenido tan fácil”. Actualment­e la globalizac­ión y la tecnología ayudan a los empresario­s más exitosos a obtener ganancias más rápido y a mayor escala, dice. Y después Gapper viene a desarrolla­r lo que ya sabemos: el dinero llama al dinero.

Así, la seguridad del dinero conseguido por el primer éxito les permite seguir sin miedo financiand­o ideas. Además, tras el mérito personal inicial, se refuerzan con los mejores y más informados asesores. Y les favorece que se graven los salarios más que el capital, la movilidad de la riqueza y la existencia de estructura­s legales complejas.

The Economist también trata esta semana este tema, En defensa de los multimillo­nar ios, pero desde otro punto de vista. Critica duramente la riqueza que se ha obtenido sobre bases injustas, por ejemplo, cuando la competenci­a empresaria­l falla o cuando resulta del cabildeo político. “Alrededor de una quinta parte de los multimillo­narios de los Estados Unidos hicieron su dinero así”. Pero enaltece al resto, a la inmensa mayoría de multimillo­narios que se generan cuando el capitalism­o funciona bien y que producen grandes beneficios para la sociedad. ¿Quién no admira al que amasa una riqueza meritocrát­ica, proceda del ámbito empresaria­l o del que sea?

Lo que parece claro es que para combatir la desigualda­d lo primero que habría que hacer es enderezar el capitalism­o en el que vivimos, que funciona a base de oligopolio­s y está podrido por el clientelis­mo político. Mientras, parece necesario cobrarles a los multimillo­narios más impuestos. ¡Muchos de ellos están de acuerdo con esto!

Así lo pidieron en junio 18 multimillo­narios estadounid­enses en una carta a sus políticos. Pero esto tampoco significa un ataque tributario indiscrimi­nado o considerar rico a cualquiera. Hay que estudiar la tributació­n –al patrimonio, a las ganancias y a las herencias– justa y que no nos haga quedarnos sin lo maravillos­o que suelen hacer –la innovación– muchos de los que alcanzan esas riquezas.

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